Vivos para Él
Por Charlie Hernández
Por años, muchos de nosotros hemos batallado con la atracción al mismo sexo y la hemos visto convertirse en un enemigo implacable y cruel, destruyendo nuestras relaciones familiares, haciéndonos personas amargadas, cínicas, inseguras y pedantes al mismo tiempo.
Yo fui alguien que decidió esconder su lucha con esta conducta, por muchos años, para encontrarme luego cosechando el fruto de mentiras y terrores, que me mantuvieron atado a la soledad y a la frustración.
Muchos optan por “salir del clóset” para restregarle en la cara al mundo, a la familia y a las instituciones culturales tradicionales, su ira por los años que trataron de esconder esta situación, por tratar de complacer y de intentar vivir a la altura de las expectativas de otros; y a la vez, como una manera de desquitarse por los apodos, las burlas y las calumnias infligidas por la misma gente que se supone, serían su apoyo.
Lo entiendo… sé cuan contradictorio es llegar a experimentar el amor de Dios en algún momento de nuestras vidas, ya sea porque lo conocimos en un retiro espiritual, o en un servicio de iglesia o en un estudio bíblico en casa, y de repente encontrarnos sintiendo los mismos deseos, las mismas tentaciones y luchas.
Queremos servirle y amarle y en muchas ocasiones somos exitosos en ejercer el llamado y los dones que nos ha dado, (después de todo son regalos que Él nos da), para encontrarnos en ese rincón del corazón donde nos sentimos atraídos sexual o sentimentalmente por gente a la que se supone le sirvamos, ministremos y compartamos en camaradería cristiana.
Quiero que sepas que Dios te ve. Y sé que esta frase podría haberse utilizado antes desde un púlpito, quizás para advertirnos, corregirnos, amenazarnos o quizá hasta para manipularnos. Lo cierto es que, cuando digo que Dios te ve, estoy refiriéndome a la mirada de un Dios compasivo, que te ama profundamente y sabe TODO lo que hay en tu corazón, a quien NADA lo toma por sorpresa. No puedes frustrar a Dios, ni decepcionarlo, sencillamente porque tienes luchas contra el pecado.
A veces nuestra lucha más fuerte es catalogar lo que sentimos como pecado. Lo queremos justificar, entender, racionalizar, explicar y modificarlo de manera que no sintamos esa tirantez interna que nos consume por dentro con pensamientos de culpa, aislamiento, tristeza y desesperación.
La verdad del amor de Dios es que Él te ha provisto con una capacidad interna para amar intensamente, y nuestras heridas del pasado, nuestras marcas de crecimiento, y nuestra programación cultural, se confabulan guiados por el enemigo de nuestras almas, para distorsionar ese amor.
Nuestra identidad verdadera está en Cristo, y en el amor que Él mostró por nosotros al entregarse de la manera que lo hizo, con el fin de darnos una vida que, Jesús mismo, llamó “abundante”. El verso bíblico que compartí al inicio nos evidencia que Dios nos amó, aun estando “muertos” en delitos y pecados.
Un muerto no puede escoger
Un muerto no puede pensar
Un muerto no puede moverse
Un muerto no puede decidir
Un muerto no puede liberarse
Un muerto no puede vivir…
Dios, sin embargo, a pesar de que estábamos así de incapacitados para vivir, nos dio vida.
La razón por la cual nos dio vida fue porque primeramente nos amó. Así como estábamos: muertos, sucios, confundidos, heridos e hiriendo a otros.
Lo más maravilloso del amor de Cristo es que, SU amor es capaz de cubrir todo nuestro pecado y alcanzarnos con tanta fuerza como para opacar todo tipo de ataque, tentación y debilidad y de levantarnos para vivir una vida de esperanza, paz y gozo en su Espíritu.
Nuestra meta no debe ser tratar de “amar menos” a otros, sino de amar a Dios más que a todo lo demás.
Su amor es suficiente para perdonarte
Su amor es suficiente para levantarte
Su amor es suficiente para llenarte de alegría
Su amor es suficiente para sanarte
Su amor es suficiente para darte esperanza para un futuro
Su amor es suficiente para darte propósito y destino Oro para que tus ojos sean abiertos y veas lo maravilloso del amor de Dios para ti.
Recursos recomendados: