El maná escondido – Una respuesta bíblica ante el quebrantamiento sexual

Cuando leemos el libro de Apocalipsis, en los primeros tres capítulos podemos ver los mensajes a las siete iglesias. Los teólogos han debatido largo tiempo si las iglesias de Asia representaron solo iglesias bien establecidas en esas localidades, o si representan etapas históricas de la Iglesia, o representan al conjunto de creyentes en el mundo, en toda la historia de la iglesia, que para fines prácticos es el enfoque que utilizaré en el presente artículo.

La iglesia de Pérgamo representa a los creyentes que han sido leales, que han demostrado su fe por sus obras; creyentes que siempre están dispuestos a servir en los ministerios en la iglesia, en donde sus servicios son necesarios; han hecho sacrificios por la obra del Señor, han trabajado duro, se han esforzado, quizá no haya en la iglesia creyentes tan serviciales y leales como los que aquí son representados.

Llama la atención que Dios reprende a este tipo de creyentes por su transigencia, creyentes que quizá han pensado que, por el hecho de servir, de ser fieles, de siempre ser puntuales en las reuniones, de siempre estar dispuestos a hacer lo que nadie más hace, les da el derecho para consentir ciertos comportamientos, incluso comportamientos que comprometen la pureza sexual del creyente. A lo largo de los años hemos visto creyentes que están lidiando con impureza sexual de todo tipo, que sinceramente han creído que al tener una actitud de activismo en la iglesia ganarán el favor de Dios o inclinarán la balanza para que Él les restaure más pronto o incluso para que pase por alto su comportamiento pecaminoso al ver la cantidad o la magnitud de las obras que están realizando, por lo que se ha caído en una actitud de activismo y al mismo tiempo de inmoralidad.

Son creyentes que creen que pueden deslizarse hacia el pecado como premio por su fidelidad, que han sido tan leales a las reuniones, a los llamados a orar, a ayunar, a servir, que piensan que Dios no se enojará si se dan un pequeño “gustito”, si comenten un ligero desliz justificando que “Dios conoce el corazón”.

Como ejemplo nos pone a Balaam, quien enseñó al rey Balac a poner tropiezo a la gente del pueblo de Israel a través del pecado y la impureza sexual. El pueblo de Israel fue transigente, así como muchos creyentes están haciendo lo mismo al mirar pornografía o estar en adulterio, fornicación, o cualquier forma de impureza sexual.

Quien habla, el Señor Jesucristo, se presenta a sí mismo como quien tiene la espada aguda de dos filos; es decir, presenta la Palabra como aquella que puede penetrar el alma, el corazón, el espíritu humano, tal como nos dice el libro de Hebreos, así que no se trata solo de hacer buenas obras, sino de que la Palabra sea encarnada en la mente y el corazón de los lectores y los oyentes, que haya un cambio que venga de dentro hacia fuera, una transformación, no solo un cambio externo.

Nuestro Señor sabe que hay personas insatisfechas con la vida, con necesidades insatisfechas en su propia vida, que han buscado saciarlas a través de la pertenencia a un grupo religioso y del activismo u obras, buscando seguridad, amor y plenitud, pero justamente el Señor nos está diciendo que esa satisfacción y ese cambio profundo solo vendrá a través de la Palabra.

Además de ser un llamado al arrepentimiento, es una invitación a seguir en la lucha, a seguir peleando, a encontrar satisfacción en Cristo. Es curioso que en este pasaje, quien habla compara la satisfacción espiritual a una satisfacción más temporal que tiene que ver con la comida; en el Antiguo Testamento el pueblo de Israel tenía que recoger el maná para alimentarse cada día, sin falta. Cada uno recogía lo que consideraba sería más que suficiente para satisfacer su propia hambre, su propia necesidad.

Dios sabe que cada uno de nosotros tiene limitaciones en el área espiritual, en el área afectiva, en el área social, y en el área material, entre otras. Él sabe que cada día luchamos por poder satisfacer cada una de esas necesidades legítimas, solo que está presente la tentación de hacerlo por medios no legítimos o que nos alejan del estándar de santidad de Dios para su pueblo.

Podemos preguntarnos en este punto si al involucrarnos en relaciones pecaminosas o buscar placer por medios impropios y así comprometer nuestra pureza, quizá sea porque en el fondo estamos buscando sentirnos satisfechos, como la mujer samaritana que estaba buscando la satisfacción en una y otra relación, y que al fin pudo encontrar en Cristo.

¿Acaso no estaremos alimentando nuestra alma y espíritu con comida chatarra en lugar de nutrirlos con el alimento espiritual que proviene de Dios? Cuando no estamos alimentados de forma adecuada, y tenemos hambre, podemos, tal vez con justa razón, buscar el alimento en uno y otro lugar. Cuando descuidamos nuestra vida devocional, cuando dejamos de congregarnos, cuando dejamos de buscar el rostro de Dios, estaremos hambrientos e insatisfechos, vulnerables ante las ofertas baratas del mundo, ante la comida chatarra, y fácilmente nos deslizamos, poco a poco, lejos de Dios.

Qué maravillosa noticia la que Dios nos da en Mateo 5:6, donde se nos dice que son “Bienaventurados los que tienen hambre… porque serán saciados”

Tal vez quien lee esto ha hecho mucho por la obra de Dios, le felicito, y le animo a que continúe siendo fiel, no se canse de hacer el bien porque a su tiempo cosechará y recibirá su recompensa de parte de Dios. Tal vez usted se encuentra luchando con la impureza sexual, con la tentación de mirar pornografía o involucrarse en relaciones pecaminosas con otros. Resista, pelee, no se dé por vencido, hay una salida, hay una recompensa para aquellos que siguen en pie aun con tantas cosas en contra.

El Señor nos dice que no será fácil, hay que luchar, hay que pelear, y continuar hasta vencer. Y hace una promesa con un eco en la eternidad: “Al que venciere, le daré a comer del maná escondido”, quien permanezca fiel al Señor y se arrepienta, quien siga siendo leal al Señor y sus preceptos, quien busque firmemente el rostro de Dios, no sólo encontrará satisfacción en el mundo presente, sino que nunca jamás tendrá hambre de nuevo, ni en esta vida ni en la eternidad, ya que Dios le dará el maná escondido, el alimento selecto, que es Jesucristo, quien es el Pan de vida.

Busque el rostro de Dios, a medida que usted busca Su presencia en oración y meditación de Su palabra. A medida que se congrega con una comunidad de fe que le estimula al amor y las buenas obras, a medida que se vincula en relaciones interpersonales sanas con personas y familias que son instrumentos de bendición, en esa medida será más fácil vencer. No se desanime, los cambios serán graduales, y nuestro Dios nos dice que todos aquellos que han buscado Su rostro, no serán avergonzados (Sal. 34:5). Oro para que su vida sea alumbrada y usted pueda encontrarse satisfecho en Jesucristo.

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