Publicado por: Setting Captives Free

¿Por qué los cristianos caen en pecado habitual? Pecados como pornografía, impureza sexual, alcoholismo, drogadicción, glotonería, falta de perdón, chismes, amargura, entre otros. La respuesta a ambas preguntas es la misma: porque no miran a la cruz.

Por Mike Cleveland

La palabra de Dios nos dice que si queremos liberarnos de la adicción de cualquier tipo, debemos venir a la cruz de Jesús y experimentar el poder del Espíritu Santo. En verdad, no hay esperanza de que ganemos la batalla contra el pecado habitual por nuestra propia cuenta. Por nosotros mismos, estamos indefensos contra la atracción del pecado habitual. Con nuestras fuerzas y ​​con las mejores intenciones, podríamos tratar de guardar las leyes de Dios, firmar promesas, hacer compromisos de cambio, etc., pero tarde o temprano surgirán dificultades, nos estresaremos o estaremos enojados, para finalmente fracasar. “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada…” (Juan 6:63 NVI).

Por Lori Rentzel

Si has tratado de ser un cristiano, pero has estado cayendo en pecado, hay un paso importante que Dios quiere que tomes.Tenía 19 años cuando le pedí a Cristo que entrara en mi vida. Hice esto con gran aversión, más bien impulsada por el temor de que Jesús pudiera regresar pronto y que no estaría preparada para ir con Él.A pesar de mi negación en aceptarlo, Cristo vino a mi vida y vi algunos cambios. De pronto estuve consciente de la presencia de Dios. Descubrí que podía entender la Biblia por primera vez y empecé a disfrutar de cosas que anteriormente no podía, tales como ir a la iglesia y platicar con mis nuevos amigos cristianos. Era como si hubiera entrado a un mundo nuevo, uno del cual habla ignorando su existencia.Pero era miserable. Cada día era una lucha por permanecer con interés hacia Dios. Reunirme en el bar los viernes por la noche era mucho más gratificante para mí que asistir a una reunión de oración.

Testimonio: Joe Dallas

“Me retracto por lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento.”

Job 42:6

En enero de 1984 tuve una crisis de la verdad. Era un cristiano que había recaído en conductas sexuales destructivas, y el conflicto entre mis deseos sexuales y espirituales alcanzó su punto más alto. Ese fue el comienzo de mi recuperación y por extraño que parezca, el momento más oscuro de mi vida.

Tenía que deshacerme de toda la pornografía que poseía, por supuesto. Hice que cortaran mi servicio de cable. Cancelé mis suscripciones de canales eróticos y busqué un lugar para vivir en otra ciudad.

Sólo entonces me di cuenta que había arruinado todo lo bueno que me habían dado. Al caer en mis pecados, abandoné un ministerio fructífero, una familia amorosa, un gran potencial y todo perdido de una manera vergonzosa. Y cuanto más pensaba en eso, más me hundía en un abismo de disgusto conmigo mismo. Al pasar los días empecé a dormir, y luego me despertaba horrorizado de mí mismo, recordando lo que había hecho, cada vez veía las cosas desde una perspectiva terrible. Lloré revolcándome en la cama con un ataque de llanto y gemidos.

Como parte de mi ‘penitencia’, llamé a todos mis viejos amigos para disculparme y decirles que estaba arrepentido. Sólo pude encontrar a unos pocos, pero uno de ellos permanentemente interrumpió el ciclo de “me odio a mí mismo” en el cual me había metido.

Cuando lo tuve al teléfono y le conté lo que estaba pasando conmigo, rompí una pared y comencé a desbordar la culpa, el estado miserable en que me encontraba y el temor de que ya no había futuro para mí.

Bueno Joe, me dijo, si golpeándote la cabeza contra la pared vas a edificar el Cuerpo de Cristo, por favor, síguelo haciendo.

Pero si no, ¿crees que toda esta energía que estás poniendo en la autocompasión podría usarse en hacer algo útil con lo que te queda de vida?

Eso me calló completamente. Él continuó diciendo, “y quién sabe si algún día, después de pasar por todo esto, es probable que hayas aprendido algo digno de compartir con otros.”

Me había estado ahogando en la vergüenza, tratando de superarme a mí mismo, pero sin lograr nada que valiera la pena en el proceso. Decidí esa noche encontrar algo y hacer algo más útil con mi dolor. Y por extraño que parezca, ese dolor me dirigió a pedir ayuda en consejería, y luego a un deseo de convertirme en consejero capacitado, y finalmente en la oportunidad de trabajar con cientos de otros hombres que había cometido errores muy similares a los míos.

Arrepiéntete de tus pecados, en todo el sentido de la palabra. Pero no te revuelques en la vergüenza. Mejor ora poderosamente para considerar cómo Dios puede convertir sus peores fracasos en oportunidades útiles.

Solamente sorpréndete por el genio escondido detrás de la herida.

“Donde esté la herida de un hombre, es donde se encuentra su genio”

El ministerio de Joe Dallas para ayudar a personas que luchan con adicción sexual es reconocido internacionalmente. Joe es autor, entre otros libros, de Deseos en Conflicto y Estrategia de 30 días para varones en busca de integridad sexual

Reproducido con permiso Derechos reservados.

www.joedallas.com

La mayoría de cristianos solteros luchan con la masturbación.  Muchos se sienten culpables pero a la vez confundidos y abrumados sobre cómo quitarse el hábito.   ¿Es posible superar este comportamiento?

Cualquier discusión sobre la masturbación debe comenzar considerando nuestros puntos de vista sobre el sexo en general.  Como en muchas otras áreas, el mundo ha corrompido algo que Dios diseñó para bien.  Hemos rendido culto al placer sexual en vez de recibirlo con acción de gracias.

La forma en que vemos la sexualidad tiene un efecto en nuestras acciones.   Cuando tenemos un pasado de promiscuidad sexual, abuso o desviación, puede ser difícil para nosotros ver la sexualidad como un regalo de Dios.  Él puede ayudarnos a verlo como algo bueno.  Lo que estoy diciendo puede ser llamado “vivir en paz con nuestra sexualidad”.

La sexualidad es la esencia de nuestra existencia.  No podemos separarla de quien somos.  Nuestros cuerpos son obra de Dios.  Por tanto, el sexo —el cual es parte de esa creación— es bueno.

Fin de la soledad

La sexualidad fue creada por Dios para acabar con la soledad del hombre.  Después de crear el mundo, Dios dijo que había un aspecto que “no era bueno”, el hecho de que Adán estuviera solo.  Así que creó a Eva.  El sexo es Su don maravilloso, operando como un imán para acercar a dos personas.

En este contexto, veamos el beneficio de la masturbación.  La masturbación trae un alivio físico, pero nunca puede satisfacer emocionalmente, no es una experiencia compartida.  Está dirigida hacia uno mismo.  La experiencia sexual que fue diseñada para ser compartida con otra persona, es consumada en la soledad en silencio.

La masturbación no nos lleva a relacionarnos.  En vez de resolver nuestro aislamiento, la masturbación contribuye al problema.  En la masturbación estamos tratando de satisfacer nuestro deseo sexual, pero en una forma inmadura.

Quizá esto explica por qué la masturbación nos deja con sentimientos de culpabilidad.  De algún modo cada persona sabe que el sexo fue diseñado para ser compartido y la masturbación no cumple ese propósito.  Pero a menudo la culpa y la insatisfacción asociada con la masturbación nos mantiene en un círculo vicioso de fracaso.  Enredamos cuerdas de vergüenza y soledad a nuestro alrededor.

La solución es encontrada cuando nos alejamos de nosotros mismos.  Mientras más llenemos nuestras vidas dando a los demás, menos nos volveremos hacia el centro de nosotros mismos.

Síntoma de  problemas más profundos 

La masturbación puede ser un indicador de un problema más profundo el cual puede no ser sexual.  Pero el problema ha sido tomado en una forma sexual.  Gran parte del tiempo la masturbación es un indicador de una insatisfacción con nosotros mismos y con nuestra vida.  Podemos estar intentando superar el descontento buscando el placer temporal que la masturbación ofrece.  La masturbación usada como una forma de almohadilla nunca tendrá éxito en ayudar a traer satisfacción a la vida de uno.

Nuestra meta es llegar a ser personas maduras.  La masturbación nos mantiene en la inmadurez.  Parte del crecimiento es aprender a subyugar la forma en que manejamos nuestros impulsos sexuales.  Muchos de nosotros nunca hemos aprendido cómo hacer eso.

Algunos psicólogos sienten que crecemos a través de diferentes fases en nuestro desarrollo psicológico.  Crecemos de una fase a la siguiente mientras que aprendemos a permanecer bajo tensión sexual sin transferir nuestros deseos sexuales inmediatamente al placer.

Mientras más aprendamos a controlar la tensión sexual, más energía adquirimos para ayudarnos a madurar.  De acuerdo a esta teoría, comenzamos en la fase autoerótica.  En esta fase nos amamos a nosotros mismos.  La masturbación es considerada parte de esta fase.  Dice, “Soy inmaduro”.

Idealmente pasamos de esa fase a la fase homoerótica.  Pasamos de amarnos a nosotros mismos a tener la capacidad de amar a alguien del mismo sexo, lo cual ocurre en los niños cuando tienen profundos sentimientos de amor por alguien del mismo sexo.  Esto no tiene nada que ver con la homosexualidad.  Es un paso necesario en el crecimiento.

En esta etapa intermedia aprendemos cómo amar a alguien aparte de nosotros mismos, pero aún no somos capaces de dirigir nuestros sentimientos a alguien del sexo opuesto.  En esta fase aprendemos a manejar sentimientos de amor sin transferirlos a acciones sexuales.  Tener tales sentimientos es normal.

La última fase es llamada la etapa heteroerótica.  Esta ocurre cuando hacemos el difícil encuentro con alguien opuesto a nosotros.  Se necesita madurez para encarar a alguien que es diferente.  Tenemos temor, pero este temor es normal.  Se necesita madurez para superar el temor.

Antes que podamos dominar nuestro impulso sexual, necesitamos reconocerlo como un don de Dios.  No lo podemos simplemente desechar.  Ni tampoco podemos orar para que desaparezca.  Desecharlo sería desechar algo que Dios nos dio para que formara parte nuestra.  Nuestro impulso sexual es un regalo de Dios.

Consejos útiles

A continuación se dan algunas sugerencias para ayudarte a madurar más allá de la masturbación:

Conoce tu meta.  Tener una meta significa que tienes algo que conseguir.  Pero en vez de tener la meta “quiero dejar de masturbarme”, intenta otro aspecto.  Una mejor meta es, “quiero llegar a ser maduro y crecer en mi masculinidad” (o femineidad, según el caso).  La masturbación nos impide llegar a ser maduros.

Reconoce que la masturbación alimenta inseguridad en tu sentido de identidad sexual.  En tu crecimiento fuera de la homosexualidad, estás descubriendo quién eres como hombre o mujer.  El dominar la masturbación, —particularmente si es utilizada como una salida para fantasías sexuales con gente del mismo sexo—, es un paso más para crecer seguro en tu identidad sexual.

Reconoce que la represión no es la respuesta.  Tú no puedes reprimir tu impulso sexual y pretender que no existe; eso sólo te traerá frustración.  Tienes que encarar el hecho:  Parte del ser humano es tener un deseo por el sexo. Jesús quiere ayudarte a vivir en paz con esos sentimientos.  Puedes renunciar a la satisfacción de tu deseo de sexo sin reprimirlo.  Mientras que aprendas a renunciar a su gratificación, realmente encontrarás mayor satisfacción que si te rindes a ello.

Reconoce la verdad de que tú puedes superar la masturbación.  No es verdad que los impulsos sexuales, si no se cede a ellos, llegan a un punto que estallan. No eres una víctima de deseos incontrolables.  Puedes sentirte como que no puedes dejar de masturbarte.  Puedes pensar que la presión sexual es demasiado irresistible.  Si te sientes así, tu cuerpo te está engañando.

Reconoce que va a tomar trabajo de tu parte el desarrollar resistencia para superar tus deseos egoístas de placer.  Recuerda la meta: “crecer en madurez”. El crecimiento a menudo viene acompañado de dolor.  Fue idea de Dios darnos buenos sentimientos.  Pero no vamos a ser regidos por esos deseos.

Permite que la gracia crezca en ti.  Tú puedes realmente tener una obsesión de desistir.  Esta obsesión hace que vuelvas tus ojos a ti mismo en vez de volverlos a Dios.

Enfócate en el amor de Dios para ti y Su gracia en ayudarte.  Puede ser que caigas, pero puedes levantarte e intentarlo de nuevo.  Fue así como aprendiste a caminar.  Si caes no eludas a Dios.  Acepta Su perdón y regocíjate en tu relación con Aquel que perdona.

Practica la abstinencia en otras áreas de tu vida. Otra palabra para abstinencia es “ayuno”.  Cuando ayunas, evitas algo que está permitido, no algo prohibido.  Mientras aprendas a renunciar a cosas que son permisibles, aprenderás a tener más autocontrol sobre áreas que son prohibidas.
Por ejemplo, disciplina tu forma de comer omitiendo una comida, absteniéndote del chocolate durante una semana, o bebiendo sólo líquidos por un período de 12 horas.  Otro ejemplo es la televisión.  Apaga la televisión durante una noche y pasa el tiempo escribiendo cartas o leyendo un buen libro.

Mantén tus luchas con la masturbación en perspectiva.  Creo que este problema es a menudo agravado en proporción a otros problemas en nuestras vidas. Superar la masturbación es sólo una parte del gran cuadro de crecer maduros en Cristo en todas las áreas de nuestra vida.

Un punto final:  La masturbación no está específicamente mencionada en las Escrituras.  En áreas en las cuales la Biblia calla, siempre existe la pregunta, “¿Está bien o mal?”

En estas áreas creo que debemos decidir por nosotros mismos utilizando los principios más generales de las Escrituras para ayudarnos.  Otra persona no puede decidir por nosotros, nosotros debemos escuchar al Espíritu Santo.

Quizá Dios no menciona la masturbación porque Él quería que nosotros encontráramos la libertad que la madurez trae consigo.  “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”  (Efesios 4:15).

Jay Stone ha estado involucrado en liderazgo en el programa residencial de Amor en Acción desde enero de 1991.  Muchos de los pensamientos contenidos en este artículo fueron tomados del libro Mi Hermoso Sentimiento por Walter e Ingrid Trobisch (InterVarsity Press, 1977).

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Reproducido con permiso

Traducido del inglés por Pedro Delgado

Por Sue Bohlin

No existe tal cosa como un dolor sin sentido en la vida de un hijo de Dios. ¡Cómo me ha alentado y fortalecido esto en los valles de sufrimiento y dolor! En este ensayo hablaré sobre el valor del sufrimiento, un elemento desagradable y no negociable de la vida en un mundo caído.