La mayoría de nosotros empezamos cada día de nuestras vidas con una rutina preestablecida. Nos levantamos del mismo lado de la cama, nos vestimos de una forma en particular, ordenamos la misma bebida y tomamos la misma ruta, a veces sin pensarlo o estar conscientes de ello.
Incluso hay patrones de pensamiento o de conducta que ejecutamos automáticamente. Juzgamos a las personas o situaciones sin saber qué nos impulsa o porqué lo hacemos. Dios conoce las posibles causas de aquella adicción, quebrantamiento, pecado o conducta inapropiada con la cual luchamos, pero sólo Él puede revelar además una estrategia para pelear y cambiar nuestras vidas.