Sanando las Heridas del Alma
Psic. Armida de M.
Cuando hablamos de sanidad del alma, estamos hablando en términos generales de sanidad de las emociones.
La mayoría de los problemas emocionales surgen de la relación paternal, que es de donde el niño debe recibir amor, aceptación, seguridad, identidad, una sana auto-estima y disciplina. Si estas necesidades son suplidas en forma equilibrada, el niño normalmente se convierte en una persona emocionalmente madura. Si estas cualidades están ausentes, el niño sufrirá y tendrá problemas como adulto. Las heridas provenientes de la relación del niño con sus padres, pueden ser las más severas y duraderas en la vida.
Aunque también causan heridas profundas y graves otras personas cercanas a nosotros, como: esposos, parientes cercanos y amigos íntimos o novios.
Las heridas emocionales causan resentimiento y amargura
La amargura es un veneno para el alma y nos contamina en todos los niveles: distorsiona nuestras emociones, oscurece nuestra mente y nos impide pensar en forma sabia, clara y prudente. Contamina nuestro espíritu y nos hace perder nuestra comunión con Dios, perder propósito en nuestra vida e impide nuestro desarrollo y madurez, tanto espiritual como emocional.
La amargura causa daño en todo nuestro ser:
- Se percibe en nuestras conversaciones
- Se observa en nuestras acciones
- Se revela en nuestras actitudes
- Es causa de enfermedades físicas
La persona con amargura no sólo se amarga la vida a sí misma, sino también le amarga la vida a las personas a su alrededor, bien dice la Palabra de Dios “Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos” (Hebreos 12:15 NTV).
La persona con amargura se queja constantemente de los demás, todo le parece mal, es muy severa y crítica hacia quienes la rodean, ya que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).
La amargura y el resentimiento forman paredes que nos aíslan de los demás. Se levantan murallas por:
- El temor de ser heridos una vez más,
- El temor y la desconfianza hacia la gente,
- El temor de que nuestras heridas y debilidades salgan al descubierto,
- Otra muralla es la soledad.
El rompimiento de relaciones es una consecuencia inevitable de la amargura, corta gente de su vida, se vuelve muy defensiva, agresiva e irascible, con una actitud excesivamente crítica y un juicio demasiado severo; por lo que la persona tiene una secuela de relaciones destruidas y ocurren cambios en su vida que se van dando en forma paulatina… no se da cuenta a que se deben estos cambios y se va hundiendo poco a poco en ellos.
La persona herida, inadvertidamente, inicia una espiral descendente, que en los casos más graves y si no cuenta con la ayuda adecuada, la pueden llevar hasta el suicidio:
Herida > Falta de Perdón > Resentimiento > Juicio > Amargura
>Depresión > Ideación Suicida > Suicidio
El perdón, la única solución
No existe atajo ni sustituto para el perdón. El perdón es la ÚNICA forma de liberarnos de las heridas del pasado e iniciar un proceso de sanidad.
La falta de perdón nos ata:
- A la herida y perpetúa el dolor,
- A la persona que nos hirió,
- Al pasado, impidiéndonos vivir y disfrutar en el presente.
La parábola de los dos deudores, en Mateo 18:23-35, relata la historia de un Rey que se pone a hacer cuentas con sus deudores, y encontrando a uno que le debía 10,000 talentos (millones de dólares) se los perdona al ver la imposibilidad de éste para pagárselos (“le soltó y le perdonó la deuda” v. 27). Al salir éste, al que se le había perdonado la deuda, se encuentra con otro que le debía a él 100 denarios (digamos $ 100.00 dólares) y como no se los pudo pagar al momento, lo mete en la cárcel. Entonces, llamándole el Rey, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste ¿No debías tú también tener misericordia de tu hermano, como yo tuve misericordia de ti? Entonces el Señor, enojado, le entregó a los verdugos (atormentadores) hasta que pagase todo lo que le debía (v. 34)
“Así también mi Padre celestial hará con ustedes si no perdonan de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35)
El perdón libera la acción de Dios para que nuestros pecados nos sean perdonados:
“Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial, más si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus ofensas” (Mateo 6:14-15)
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12 NVI)
“Perdonen, y se les perdonará” (Lucas 6:37c)
La falta de perdón da acceso directo a Satanás en nuestras vidas (el atormentador):
“Si algo he perdonado (dice Pablo) por ustedes lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones” (II Corintios 2:10-11)
¿Juicio o misericordia?: tu elección
Por otra parte, cuando juzgamos a otras personas, especialmente a nuestros padres, quedamos atados en juicio… atamos a la persona, pero también nosotros quedamos atados a la persona y al pecado por el cual la estamos juzgando, por lo que terminamos cometiendo ese mismo pecado.
“Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas” (Romanos 2:1 NVI)
“…porque tú que juzgas haces lo mismo” (Romanos 2:1)
“Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que el Señor tu Dios te da” (Deuteronomio 5:16)
Por otra parte, no se puede aplicar una ley al ofensor y otra ley distinta al ofendido, ambos deberán ser juzgados por la misma ley.
Tú puedes escoger entre la ley de la justicia y la ley de la misericordia, si escoges justicia y juicio para los que te han herido, entonces tú mismo también serás juzgado y condenado.
“No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen y se les perdonará” (Lucas 37:1 NVI)
En cambio, si escoges la misericordia y decides perdonar y NO JUZGAR, a tu padre, madre, esposo/a, hermanos, parientes, amigos y a todos tus ofensores, entonces Dios extenderá sobre ti Su misericordia y no serás juzgado y condenado, sino que serás perdonado y “liberado de tus deudas…”
“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13)
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7)
Por último, es importante entender que el perdón no es una emoción, ni un sentimiento, ni tampoco es olvidar (borrar los recuerdos)… El perdón es una decisión, una elección, es un acto de la voluntad: tú escoges, si apelas a la justicia o la misericordia.
Tú decides si retienes los pecados de los que te han ofendido, dejándolos atados a sus propios pecados, pero quedando también tú atado, o los perdonas y los dejas libres, para ser tú también perdonado, sanado del dolor y libre de ataduras!
Oración
Señor, vengo ante Ti y reconozco mi pecado y mi necesidad. En este momento, escojo la MISERICORDIA en lugar del juicio y decido recuperar el terreno cedido al enemigo, quitándole el derecho que le había concedido en mi vida para dañarme.
Padre, yo decido perdonar a todos los que me han herido y ofendido. Perdono a mi madre, a mi padre, a mi esposo/a, a mis hijos, a mis patrones, a mis pastores, a mis parientes, amigos, y a todos los que han pecado contra mí. Los suelto, no me deben nada. Yo confío que Tú harás que todas las cosas obren para bien.
Señor, me perdono a mí mismo/a por mis fracasos, errores y debilidades, porque si Tú has perdonado mis pecados, quien soy yo para no perdonarme a mí mismo/a.
También, Amado Padre Celestial, quiero confesar mi pecado y pedirte perdón por haber juzgado, criticado y murmurado en contra de los que me hirieron. Perdóname Padre, especialmente, por haber juzgado y no haber honrado a mis padres, a mi esposo/a, a mis pastores y a cualquier otra persona que hayas puesto en autoridad sobre mí.
Señor, no solo le doy permiso a tu Santo Espíritu que me examine, sino que le pido que lo haga en los próximos días y me muestre las cosas todavía no confesadas, de las cuales tengo que arrepentirme y traiga a mi memoria los nombres de otras personas a las cuales tengo también que extender mi misericordia.
Te doy gracias por la obra que has iniciado en mí porque sé, Padre Santo, que Tú la vas a perfeccionar, hasta que yo sea sano/a, libre y completamente restaurado/a.
Todo esto te lo pido en el Poderoso Nombre de Jesús, mi Señor y Salvador. Amén.
UNA GUÍA PARA LLEVAR A CABO EL PROCESO DEL PERDÓN
El perdón es un proceso, a continuación te comparto una guía para ayudarte a desarrollarlo en forma personal, te invito a que lo sigas con honestidad y con un corazón dispuesto a recibir la libertad y sanidad que Jesús te desea dar.
- Toma la decisión de perdonar
- Pide al Espiritu Santo que te recuerde a quiénes necesitas perdonar
- Haz una lista de todas las personas que te han herido (incluye papá, mamá, abuelos, cónyuge, ex-novios, maestros y todas las personas a las que guardes resentimiento, inclusive si ya murieron)
- Se específico a quien perdonas
- Perdónate a ti mismo también
- Se específico en cuanto a qué es lo que perdonas
- Menciona cada una de las ofensas que te haya hecho cada persona de la lista
- Enfrenta todo el dolor, odio, resentimiento, amargura, tristeza, ira, minusvalía, rechazo y cualquier otra emoción o sentimiento que experimentes en relación con estas personas y sus ofensas
- Recuerda que no es pecado reconocer la realidad de tus emociones
- Si escondes tus sentimientos, no habrá sanidad ni posibilidad de perdón; recuerda tienes que perdonar de corazón
- Decide llevar la carga del pecado de otros, como Jesús llevó la carga de tu pecado
- Lleva tu lista delante de Dios y ora así por cada uno:
“Señor, yo perdono a__________por_________________________________y saco de mi corazón todo el dolor, amargura, resentimiento, tristeza, etc. que esta herida me causó…”
- Destruye la lista
- No lo comentes con los que te han ofendido
- Es algo entre tú y Dios
- No esperes que tu decisión de perdonar produzca cambios en las otras personas
- Espera resultados positivos en ti
- Asegúrate de aceptar tu parte de la responsabilidad (cuando así sea) (Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad I Juan. 1:9)
- Cuida que no se reinfecte la herida
- No admitas pensamientos negativos en contra de la persona que has perdonado, ni estés recordando lo pasado, si viene a tu mente, di: “Yo ya perdoné a esta persona, por lo tanto, saco de mi mente este pensamiento negativo (“Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” II Cor. 10:5)
- Si no lo haces así, te volverás a llenar de amargura…
- Ora por las personas que se te haya hecho más difícil perdonar
- Aunque se te haga difícil al principio
- Hasta que fluya la oración de corazón…¡Esto será la mejor prueba de que Dios ya ha sanado tu corazón!
Recuerda: ¡El Perdón es una decisión pero la Sanidad es un Proceso!