La Raíz del Rechazo
Por Phil Hobizal
Dentro de cada uno de nosotros existe una necesidad creada de relacionarse.
Dios puso esa necesidad dentro de cada persona como una necesidad básica que se debe suplir. Así como el hambre, la seguridad, y la necesidad de descansar se deben satisfacer, la necesidad de relacionarse pulsa por nuestros cuerpos con frecuencia. Ya que ésta es una necesidad legítima, si experimentamos rechazo y esa necesidad queda sin ser suplida, nos impulsará a buscar algo que llene ese hueco. En un intento desesperado para asegurar nuestro bienestar, a veces tomamos malas decisiones en cuanto a nuestras relaciones. Exigimos demasiado de nuestros amigos o de nuestros seres queridos, o nos alejamos por temor a un rechazo inminente de parte de ellos. Pero Dios tiene algo mejor.
Consideremos la amenaza del rechazo, y cómo nos lleva a construir una fuerte defensa. Examinemos como nuestras percepciones distorsionadas de otros nos han conducido al miedo de a ser rechazados. Si podemos aprender a ver a otros apropiadamente, y entender que muchas veces “no” no quiere decir que estamos siendo rechazados, podemos comenzar a bajar algunas de esas murallas altas y aprender a confiar en los demás. A pesar de nuestra forma de pensar errónea, Dios desea cubrirnos con Su gracia y equiparnos con un sistema de defensa divino. Si rendimos nuestros temores a Él, descubriremos que comentarios que nos destruyeron anteriormente, o que nos hicieron alejarnos de otros, ahora se caen de nuestros hombros y llegan a ser oportunidades para crecer.
Una necesidad creada de relacionarse
Después dijo Jehová Dios: “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él.” Génesis 2:18
Aunque Adán tuvo la compañía del Dios Vivo y de todos los animales con los cuales pudo pasar tiempo, todavía sintió la necesidad de contacto humano. Esa fue la intención de Dios – que aprendiéramos y creciéramos en el contexto de las relaciones.
Rechazo
A causa de nuestra necesidad de relacionarnos, ser aceptados y encontrados aceptables es clave para un sentido de bienestar. La realidad es que todos experimentamos algo de rechazo. Todos llegamos a ser ofendidos, y eso nunca se acaba. Dios nunca prometió que para que pudiéramos vivir en paz y ser cristianos exitosos las pruebas tendrían que acabarse. En lugar de eso, nos equipó para poder manejar esas pruebas y rechazos de manera diferente, una manera que permitirá que nos mantengamos firmes sin importar lo que pase. La clave está en cómo respondemos a las pruebas.
El rechazo puede provenir de cualquier lado, pero hay algunos lugares donde está casi garantizado que sucederá:
- Nuestros padres (del mismo sexo/del sexo opuesto).
- Aquellos en autoridad (como profesores, pastores, etc.).
- Nuestros hermanos.
- Nuestros semejantes del mismo sexo.
- Personas del sexo opuesto.
- Alguna persona modelo significativa.
“Recuerdo cuando tenía 6 años. Anhelaba tanto la atención de mis padres y saber que valía, que fingía estar deprimido. Cada minuto que estaba en casa yo andaba con una actitud de abatimiento y me aislaba. Mis padres no parecían responder. Me acuerdo de me miraba en el espejo para verificar que mi cara luciera sobremanera que algo estaba mal. Lo único que quería era saber que mis padres, especialmente mi padre, me amaban, que yo valía, y que si me dolía algo, eso interrumpiría su mundo. Quería que me buscaran, que me abrazaran, que me dijeran que me amaban y que valía. No pasó nada. Después de tres semanas me di por vencido y decidí que yo no importaba”. Chris S.
Edificando una defensa
“Mientras crecemos se nos presentan numerosas ideas falsas acerca de qué satisfará nuestras necesidades básicas de afecto, identidad, poder, amor, valor, o competencia. Como consecuencia, algunos cristianos caen ante diversas tentaciones, porque ciertos patrones de desarrollo tienden a producir debilidades distintas en personas distintas. Por ejemplo, el proceso de rechazo que produce una orientación homosexual deja a la persona afectada abierta a tentaciones particulares que otros quizás no encuentren difícil de resistir”.
Michael Saia, Counseling the Homosexual (Aconsejando al Homosexual), p. 141-142.
La forma como respondemos a las experiencias de rechazo determina su efecto sobre nosotros. Todo rechazo duele. Es muy válido sentir dolor cuando alguien te rechaza, y a veces es necesario lamentarse por esa perdida. Pero ese dolor puede causar que establezcamos defensas para evitar la posibilidad de ser heridos en el futuro.
Algunas de esas defensas son:
- Miedo: respondemos alejándonos.
- Buscando aceptación: Nos hacemos complacientes.
- Rebeldía: Haciendo las cosas a nuestra manera.
- Un espíritu herido: Sumergiéndonos en auto-compasión.
Del miedo al rechazo inminente, puede que nos alejemos de las relaciones e impidamos que las personas se acerquen lo suficiente como para hacernos daño. Pero esa respuesta nos separa de otros, e impide que nuestra necesidad de conexión sea suplida. Si nos cansamos del rechazo, pero nuestro deseo de aceptación queda intacto, puede que nos encontremos intentando complacer a otros sólo para que las personas queden contentas con nosotros. Eso crea un sentido falso de relación (ya que no estamos siendo nosotros mismos), y nuestro deseo por conexión verdadera está siendo sustituido por algo barato. Esto también nos deja sintiéndonos insatisfechos y queriendo más. Si nuestra respuesta al rechazo es enojo, puede que nos volvamos rebeldes y que nos deje de importar lo que otros sienten y esquivemos nuestras responsabilidades. Esa actitud hace la conexión imposible, ya que el enfoque se concentra en uno mismo. Por último, si nos encontramos heridos por el rechazo y rehusamos a sanar de ello, puede que lleguemos a estar inmersos en auto-compasión. El enfoque de nuevo se pone en nosotros mismos, mientras nos quedamos en el mal cometido contra nosotros en vez de seguir adelante y dejar que nuevas relaciones llenen esa brecha.
Percepciones distorsionadas
Muchas de nuestras heridas de la niñez se basan en nuestra percepción de situaciones. Podemos desarrollar un punto de vista con información limitada o falsa. Incidentes no resueltos de rechazo producen un sentido acentuado para rechazo en el futuro. Puede que percibamos que estamos siendo rechazados sin que sea cierto. De cierta manera, llegamos a esperarlo, y aun cuando no lo recibimos, llegamos a convencernos de que el rechazo es lo que vamos a recibir. Esto puede causar que actuemos en maneras inapropiadas. Si no estamos siendo rechazados, pero actuamos como si fuera así, esto es una respuesta equivocada, e impedirá que nos relacionemos.
Quizás nos encontremos andando por ciclos que solamente perpetúan nuestras respuestas inapropiadas.
Estos ciclos puede parecerse a:
Cuando nos encontramos rechazados, nos hace cuestionar nuestro valor. Si no tenemos nada con que combatir el rechazo, lo creemos y empezamos a rechazarnos a nosotros mismos. Si no nos aprobamos a nosotros mismos, entonces no desearemos buscar intimidad con otros. Nuestro sentido acentuado de rechazo nos conduce a encontrar fallas en otros. Y hay una cierta cantidad de elevación personal que experimentamos cuando identificamos y desaprobamos las fallas de otros. A menos que podamos tratar con la raíz y perdonar a aquellos que nos hirieron por rechazo, somos destinados a seguir el patrón de auto-rechazo y eventualmente el rechazo de otros.
Jesús conoce el rechazo
Jesús experimentaba rechazo a través de su ministerio. Su propósito fue malentendido; no satisfizo las expectativas de la comunidad dirigente judaica. Aun su propia familia no reconoció el llamado sobre su vida. Él enfrentaba el rechazo desde todos lados, en casi todo lo que hacía – siempre había alguien que no estaba de acuerdo.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Isaías 53:3
Por causa de eso Él es el mediador perfecto (Ver Hebreos 5).
Adán y Eva experimentaron una ruptura en relacionarse después de la caída. Su relación llegó a ser oscurecida por su naturaleza pecaminosa.
Cuando buscamos culpar a otro por nuestras circunstancias, esto da entrada a la manipulación. Aprendemos a manipular a las personas para conseguir lo que queremos o necesitamos en vez de dar y tomar libremente. Una vez que la manipulación sea entendida como el método de interacción, la desconfianza brota. Si no estamos tratando al otro con honestidad, no podemos confiar unos a otros. Si no podemos confiar, el rechazo sigue naturalmente.
La cobertura de la gracia
La intención de Dios fue cubrir nuestra naturaleza pecaminosa con Su gracia, capacitándonos a relacionarnos correctamente. Al venir a Él para el perdón de nuestras propias maneras pecaminosas de responder a como otros nos han decepcionado, tenemos acceso a la gracia para perdonarlos.
Si has tratado de perdonar a personas que te hirieron anteriormente, entenderías que es una cosa dura de hacer. Es casi imposible perdonar en nuestras propias fuerzas – necesitamos la intervención de la gracia y la paz de Dios para poder rendir las heridas que hemos acumulado. Él quiere que su pueblo viva vidas libres del daño y amargura constante. Si le pides, Él te ayudará a soltar esas heridas.
Nuestra defensa divina
Al crecer en Cristo, Él nos da la habilidad de desviar los comentarios que, en el pasado, nos hubieran devastado. Tenemos la armadura de Dios como una defensa contra los dardos de fuego intencionados a herirnos (Ver Efesios 6).
En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en tu Tabernáculo a cubierto de contención de lenguas. Salmo 31:20
A través de examinarse el corazón con frecuencia, podemos crecer en relaciones saludables que nos edifican en Cristo, realizando nuestra necesidad dada por Dios de relacionarnos.
Relacionarse de forma saludable es posible, y tenemos acceso al poder de Dios para poder lograrlo.
Tomado del libro “Recuperando lo que nos pertenece” por Phil Hobizal, del ministerio “Portland Fellowship”, en Portland, Oregon.