Una respuesta bíblica a las iglesias que apoyan la homosexualidad 

Por Dan Hitz 

Al analizar el tema de la homosexualidad y el cristianismo, debemos darnos cuenta de que no todas las personas que se identifican como cristianas ven la Biblia como el escrito divinamente inspirado de la Palabra inmutable de Dios, que es nuestra autoridad final en todos los asuntos de fe y conducta.  

Muchos ven la Biblia como un conjunto de buenos principios que han evolucionado con el tiempo y que es posible que, cuando lo escribieron, no se hayan considerado ciertos temas sobre cuestiones culturales, incluida la homosexualidad. Algunos intentarán interpretarla de una manera en la que, le dan cierta autoridad a la Biblia como la Palabra de Dios, pero que, según su entendimiento, también les permite abrazar el estilo de vida homosexual. Nosotros, como cristianos, debemos tener un estándar específico e inmutable para basar nuestras convicciones y aferrarnos al verdadero significado de las Escrituras. 

Muchos en la comunidad LGBT dirán que la homosexualidad es aceptable porque Jesús no la mencionó específicamente para condenarla. Sin embargo, Jesús tampoco dijo nada sobre la pedofilia o el bestialismo, temas que incluso la mayoría de los no cristianos condenan también enérgicamente. Jesús describió específicamente el propósito de Dios para el matrimonio desde el principio de la creación. Cuando los fariseos estaban tratando de poner trampas a Jesús con sus preguntas sobre el divorcio, Jesús respondió en Marcos 10:6-9 (NVI): “Pero al principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que ya no son dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Jesús dio una referencia directa al relato de la creación en Génesis 2:18-24 cuando Dios formó a Eva de Adán como ayuda idónea para él. 

Algunos cristianos señalarán que Dios condenó específicamente el comportamiento homosexual en el Antiguo Testamento en Levítico 18 y 20. Aquellos en las iglesias con una teología progay les preguntarán por qué se aferran a las leyes del Antiguo Testamento contra la homosexualidad cuando se detienen en McDonalds y comen un McMuffin de jamón, huevo y queso. Como muchos de nosotros reaccionamos con una mirada perpleja, sin saber qué responder, continuarán haciendo referencia a Hechos 10:9-48, donde el Señor le encargó a Pedro que le hablara a Cornelio mostrándole la sábana de los animales y mandándole comer. En Hechos 10:15 el Señor le dice a Pedro: “No llames impuro a lo que Dios ha limpiado”. Trazarán un paralelismo entre Dios, llamando a los gentiles, —un grupo de personas anteriormente rechazado—, limpios ante Dios, mientras que también estarán llamando limpios a los integrantes de la comunidad homosexual.  

Nuestra respuesta a esto puede ser citar las decisiones del consejo en Jerusalén, como se detalla en Hechos 15:1-31. Ante este consejo, los líderes de la iglesia se reunieron en Jerusalén para determinar si los nuevos creyentes gentiles debían guardar la ley de Moisés. No había duda de que la oferta de salvación estaba abierta a todos los que la aceptaran. La cuestión era sobre la ley y el comportamiento. El consejo llegó a la decisión de que los gentiles eran responsables de guardar solo cuatro leyes de comportamiento, una de ellas era específicamente abstenerse de la inmoralidad sexual. Muchas de estas leyes están claramente expresadas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Quienes luchan con la homosexualidad son bienvenidos al Reino de Dios, sin embargo, se espera que se abstengan de la inmoralidad sexual y se arrepientan de sus pecados, tal como también esperaríamos de cualquier persona heterosexual. 

Muchos cristianos bien intencionados han utilizado Romanos 1:25-29 para proclamar con fuerza su oposición a la homosexualidad. Desafortunadamente, también han desencadenado muchas defensas a esta sección de las Escrituras. Cuando hablemos con alguien que cree que la homosexualidad es aceptable, debemos recordar decir la verdad con amabilidad, con mansedumbre, y darnos cuenta de que este pasaje también puede producir algunas reacciones emocionales intensas. Los que aceptan la homosexualidad a menudo dicen que los encuentros entre personas del mismo sexo son naturales para las personas que “nacen” siendo homosexuales, (algo que científicamente no está comprobado), y que esta sección de las Escrituras se refiere a las personas que nacen heterosexuales, que han abandonado su heterosexualidad por la homosexualidad. Podemos responder que nuestros deseos pecaminosos siempre nos parecen naturales.  

Cuando abracé mis sentimientos y atracciones homosexuales, me pareció muy natural actuar en consecuencia. Cuando abracé la bulimia, me pareció natural comer cinco veces la cantidad de alimentos que harían, que una persona no bulímica, se sintiera llena. La verdad es que la bulimia no es un comportamiento aceptable a los ojos de Dios. Tan natural como pudiera sentirse, no nací siendo bulímico. De la misma manera, la homosexualidad tampoco es un comportamiento aceptable para Dios. Ambos son dañinos y autodestructivos. Hay muchos estudios seculares que indican mayores tasas de enfermedad, depresión, abuso de sustancias y violencia doméstica entre los homosexuales en comparación con los heterosexuales. Estos mayores riesgos también están presentes en aquellos países y culturas donde la homosexualidad es incluso más aceptada que en los Estados Unidos. 

Muchos en la comunidad homosexual también creen que David y Jonathan, y Ruth y Noemí eran parejas homosexuales. Para ello citan 1 Samuel 18:1-3 “Y aconteció que cuando terminó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se unió al alma de David, y amó a Jonatán como a su propia alma. Y Saúl lo tomó aquel día, y no lo dejó volver más a casa de su padre. Entonces Jonatán y David hicieron un pacto, porque él lo amaba como a su propia alma”. Me resulta fácil ver cómo las personas quebrantadas pueden confundir el amor con las relaciones sexuales. No es lo mismo. Puedes tener un amor profundo por alguien sin tener relaciones sexuales con esa persona. También es posible tener relaciones sexuales con alguien sin que haya amor de por medio. David y Jonathan realmente se amaban profundamente, pero no era un amor sexual ni romántico. Dios no se avergüenza del sexo, Él lo diseñó.  

Hay muchas menciones sobre las relaciones sexuales en las Escrituras, incluido el Cantar de los Cantares y el pecado de David con Betsabé. Si David y Jonatán hubieran tenido una relación romántica y sexual, y esa relación fuera aceptable a los ojos de Dios, lo más probable es que se hubiera incluido al menos una referencia a su unión en la Palabra de Dios. Sí, David y Jonatán hicieron un pacto, pero también lo hicieron Abraham y el Señor en Génesis 15. Según el Diccionario Bíblico de Thayer, ¡se usa la misma palabra hebrea, para pacto, en ambos pasajes! El pacto de Dios con Abraham no era sexual, como tampoco lo era el de David y Jonatán. 

Aquellos que creen que Rut y Noemí tenían una relación homosexual citan la respuesta de Rut a Noemí cuando le dijo a Rut que se quedara en su tierra natal y con su gente cuando Noemí regresara a Israel. Esta sección de las Escrituras incluso se cita en las bodas cuando la pareja intercambia sus votos. “…No me pidas que te deje y me aparte de ti. Iré a donde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré sepultado. ¡Que el Señor me castigue severamente si permito que algo que no sea la muerte nos separe!” Rut 1:16-17 (NTV). Esto muestra, a todas luces, un amor profundo y comprometido entre Rut y Noemí, pero no implica un vínculo sexual lésbico. De hecho, Noemí ayuda a Rut a casarse con Booz, un pariente de su esposo, en el capítulo 3 de Rut e instruye a Rut sobre cómo ganarse el corazón de Booz. 

Te animo a compartir, con quienes tienen esa postura errónea, desde tu corazón con misericordia, no con ira, ni ofendiendo. Como exhomosexual, puedo entender cuan poderosa puede ser la atracción hacia personas del mismo sexo y la profunda batalla interna que tiene un cristiano que lucha con esta atracción, para lidiar con esos sentimientos y someterlos al contexto de santidad de nuestro caminar con Dios. En el interior, la culpa puede ser intensa. Nuestros propios deseos son confrontados por Dios.  

Recuerdo haber escuchado acerca de una de las pocas iglesias que apoyaban la homosexualidad en la década de los ochenta. Aunque yo estaba apartado de Dios, algo muy dentro de mí anhelaba que pudiera conciliar ambas cosas, una relación con Dios y la práctica homosexual. Nunca hice tal conexión. Sabía en el fondo que ambas cosas eran irreconciliables. Ahora, veinte años después, me alegro de que lo sean. Vine al Señor quebrantado, herido y necesitado. Ha sido una jornada larga, pero sigo caminando y avanzando en la sanidad emocional y espiritual que Jesucristo nos ofrece. Ya no intento llenar los profundos vacíos de mi corazón con fantasías o uniones con otros hombres. Ahora puedo vivir como un hombre temeroso de Dios, como esposo y padre heterosexual, emocionalmente sano, por la gracia de Dios. Sólo Jesucristo puede sanar las heridas y llenar los vacíos en nuestro interior. Fue necesario ser confrontado con la verdad por cristianos afectuosos y por nuestro amoroso Padre, a fin de traer la sanidad que tanto necesitaba. Cuando te encuentres con aquellos que creen que abrazar la homosexualidad y seguir a Cristo son compatibles, recuerda hablarles la verdad con misericordia. Eres embajador de Cristo para llevar un mensaje de sanidad y reconciliación.