La educación sexual es un tema que preocupa a padres, pastores y educadores. La familia es el lugar privilegiado para enseñar y formar integralmente a los niños y adolescentes e incluso en la comprensión del don de la sexualidad y del correcto ejercicio de ella. Son los padres y educadores, los que conocen personal y profundamente a cada niño, los que pueden acompañarle y guiarle en la tarea de transformarse en adultos, con criterios sanos y convicciones cristrocéntricas.
Educar en la sexualidad a los niños no es tomar una posición reduccionista enseñando sólo la anatomía y fisiología del cuerpo –especialmente de los órganos sexuales, o hablar sólo de los métodos anticonceptivos, de la prevención de enfermedades de transmisión sexual, de cómo evitar embarazos no deseados, ni mucho menos enfocarse a la tolerancia y permisibilidad en la sexualización y genitalidad.