Por Sue Bohlin
La cosmovisión del feminismo ha penetrado prácticamente todos los aspectos de la vida, la educación y la cultura de Estados Unidos. Lo vemos en la forma en que se muestra a los hombres como bufones agradables pero tontos en las series de televisión. Lo vemos en la forma en que se castiga y marginaliza a los niños varones en la escuela por no parecerse más a las niñas. Lo vemos en el lenguaje “políticamente correcta” que intenta cambiar la manera de pensar de las personas hostigándolas por las palabras que eligen usar.
La ira y la frustración que dieron impulso a la historia del feminismo son legítimas; desde la caída del hombre, las mujeres sufrieron desvalorización y deshonra. Era necesario encontrar una solución para las desigualdades muy reales y muy dañinas, y es importante reconocer parte del éxito logrado por las activistas feministas. Pero al mismo tiempo es necesario examinar y revelar la cosmovisión que alimenta buena parte del pensamiento feminista.
El feminismo moderno cobró auge cuando Betty Friedan escribió un libro que sería un hito, The Feminine Mystique [La mística de lo femenino], donde acuñó la frase ‘The Housewife Blahs’ [las amas de casa sin estímulo] para describir a millones de mujeres insatisfechas. Hay muchas razones por las que las mujeres se pueden sentir insatisfechas y desvalorizadas, pero desde la perspectiva cristiana yo sugeriría que esto es lo que se siente en la vida cuando no estamos en sintonía con Dios y no intentamos realizar Sus propósitos en nuestra vida. Como dijo Pascal, “No tenemos descanso, Señor, hasta encontrar nuestro descanso en ti”.
Betty Friedan observó a las mujeres desdichadas e insatisfechas, y su diagnóstico del problema fue “el patriarcado”, o sea una sociedad dominada por los hombres. Si las mujeres no son felices, es porque los hombres están a cargo.
Las primeras feministas decidieron que las mujeres están oprimidas porque el hecho de dar a luz y criar niños es una severa limitación e impedimento. Lo que hace que las mujeres sean diferentes de los hombres equivale a debilidad. El paso siguiente fue eliminar esa diferencia para que las mujeres pudieran ser exactamente iguales a los hombres. La creación de las pastillas anticonceptivas ayudó a alimentar esa fantasía.
De los grupos de concientización de la década del 70 surgió un cambio en la forma de ver las diferencias de las mujeres. En lugar de considerar que estas diferencias eran debilidades, ahora se veían como una fuente de orgullo y convicción. Ahora era bueno ser mujer.
El paso siguiente en el pensamiento feminista fue que las mujeres no sólo eran iguales a los hombres, sino que eran mejores que ellos. Esto dio origen a citas famosas como la de Gloria Steinem: “Una mujer sin un hombre es como un pez sin una bicicleta”.{1} Los ataques a los hombres se convirtieron en el deporte de la década del 90.
El feminismo dice: “El problema es el patriarcado: una sociedad dominada por los hombres”. En realidad, el problema es el pecado de las personas dentro de una jerarquía establecida por Dios. En un mundo caído, habrá problemas entre hombres y mujeres, y especialmente abuso de poder. Pero no debemos confundir los abusos de la estructura con la estructura en sí.{2}
El feminismo y la iglesia
De tal manera se arraigó el feminismo en nuestra cultura que no es de sorprender que haya tenido impacto también en la iglesia. Las feministas religiosas descubrieron a las “mujeres de la iglesia sin estímulo”. Las personas se dieron cuenta de que, en su gran mayoría, las mujeres quedaban relegadas a posiciones de servicio, como hacer café y arrullar a los bebés. Si alguna mujer tenía dones en las áreas de enseñanza, pastoreo, administración o evangelización, mala suerte.
La Carta Magna de las feministas cristianas es Gálatas 3:28: “[En Cristo] no hay hombre ni mujer”. Sin embargo, el contexto de este versículo no gira en torno a la igualdad de derechos, sino que todos los creyentes tienen la misma posición de humildad al pie de la Cruz. El tema en cuestión no es la capacidad, sino las posiciones establecidas por Dios en una estructura de autoridad también establecida por Dios, donde el liderazgo es del hombre. Otros pasajes bíblicos que detallan funciones que dependen del sexo de la persona confirman que Gálatas 3:28 no puede referirse a la exclusión total de estos roles.
Existen dos áreas principales en las que las feministas religiosas buscan cambiar el rol de la mujer: en la iglesia y en el matrimonio. El debate llevó a la formación de dos campos enfrentados: igualitarias y complementarias. Las igualitarias constituyen el grupo feminista que recalca la igualdad de los roles, y no simplemente del valor. Creen que las diferencias jerárquicas llevan a la desigualdad, y que “distinto” significa “desigual”. La solución, entonces, es eliminar las diferencias entre los roles del hombre y de la mujer. Las mujeres deben ser ordenadas, y se les debe permitir ocupar la función de pastora y anciana, y ejercer autoridad sobre otros dentro de la iglesia.
En lugar de las diferencias entre los roles de marido y mujer, cada uno de los cónyuges debe someterse al otro. Las igualitarias están reaccionando contra un problema muy real en la iglesia. Pero el problema de los hombres autoritarios y las mujeres relegadas a posiciones de servicio menores se debe a un abuso y distorsión de la jerarquía diseñada por Dios. Las igualitarias rechazan la estructura de autoridad masculina junto con el abuso de esa estructura. Las complementarias creen que Dios estableció una jerarquía de autoridad en la iglesia y en la familia que refleja la jerarquía de autoridad en la Trinidad. Y, así como existe la igualdad entre las distintas personas de la Trinidad, hay igualdad dentro de la iglesia y del matrimonio, porque todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Las mujeres están tan dotadas de dones como los hombres, pero existen restricciones bíblicas para el ejercicio de algunos de esos dones, como no enseñar a los hombres desde una posición de autoridad, y no ocupar el cargo de pastor o anciano. En el matrimonio, las mujeres deben someterse a sus maridos. Que cada uno de los cónyuges se someta al otro no es más apropiado que el hecho de que los padres se sometan a los hijos. Las feministas cristianas no evaluaron si las estructuras o jerarquías del liderazgo estaban allí porque Dios las diseñó de esa manera. Simplemente exigieron un cambio rotundo. ¡Pero hay cosas que vale la pena mantener!
El feminismo en las universidades
Al igual que en la familia y la iglesia, el feminismo tuvo un impacto sobre nuestras universidades. Abraham Lincoln alguna vez advirtió: “La filosofía del aula de una generación será la filosofía del gobierno en la siguiente”. Lo que sucede en las universidades a la larga afecta el resto de la cultura, y es en nuestras universidades donde se hace más evidente la presencia del feminismo.
En muchas universidades existe hoy una nueva disciplina denominada Estudios de la Mujer. Estos cursos por lo general hacen hincapié en la literatura de mujeres, al tiempo que desprecian todo lo escrito por “hombres blancos europeos muertos”. Con frecuencia incorporan religiones femeninas en los programas de estudio, en particular el culto de la Wicca en las universidades. El principio básico de esta religión pagana es que el adorador esté en armonía con la Madre Tierra y con la vida en general. Adoran a la Diosa, a quien describen como ‘la fuerza vital inmanente. . . la Madre Naturaleza, la Tierra, el Cosmos, y la interconexión de todo lo vivo’.{3} Muchas brujas (seguidoras de la Wicca, no satanistas) y paganos participan en los programas de estudios de la mujer porque, tal como lo definió un sitio Web dedicado a la Wicca: “Muchas feministas se han volcado a la Wicca y el rol de sacerdotisa en busca de sanación y fortaleza ante la opresión patriarcal y la falta de una voz a favor de las mujeres en las principales religiones del mundo”.{4}
En las universidades, y particularmente en los programas de estudios de la mujer, con frecuencia se representa al cristianismo como una religión abusadora. Existen varias razones. En primer lugar, porque el cristianismo es jerárquico, y enseña la diferenciación de roles y que hay personas que deben someterse y seguir a otras. En segundo lugar, su visión distorsionada de la Biblia es que el cristianismo enseña que las mujeres son inferiores a los hombres. En tercer lugar, Cristo era hombre, por lo que es un modelo insuficiente para las mujeres y de ninguna manera puede comprender lo que implica ser mujer. Y, en cuarto lugar, como el lenguaje de la Biblia es patriarcal y orientado a los hombres (y ambas cosas son malas), la Biblia debe ser descartada o cambiada.
El feminismo afecta las relaciones entre las parejas en la universidad. Una relación heterosexual con frecuencia se ve teñida de un intento por persuadir a las mujeres de que todos los hombres son violadores potenciales, y que no se puede confiar en ellos. Incluso lo que un hombre puede decir como cumplido se interpreta como sexista e inaceptable. Una mujer vestida de minifalda en la universidad oyó que alguien silbaba con aprecio. Furiosa, irrumpió en el centro de estudios de la mujer protestando: “¡Me acaban de violar!”. Las feministas airadas comunican el odio y el temor de los hombres como parte de la ideología feminista. Con respecto al tema de las parejas, para muchas feministas la única opción adecuada es una relación lesbiana. Si los hombres son brutos e idiotas, ¿por qué alguien querría tener una relación íntima con uno de ellos? De hecho, se está usando una nueva sigla en las universidades, GUG: “Gay Until Graduation” (Gay hasta la graduación). Pero lo cierto es que a la mayoría de las mujeres realmente les gustan los hombres; éste ha sido siempre un problema para las feministas. Consideremos ahora otros problemas que produce el feminismo.
El legado problemático del feminismo
Las feministas partieron de un punto razonable al reconocer un aspecto poco feliz de la vida en un mundo caído: las mujeres tienden a sufrir deshonra, falta de respeto y desvalorización de parte de muchos hombres. Esto es igualmente cierto en sistemas religiosos, en la sociedad y en los sistemas políticos. Las feministas comenzaron por intentar remediar este problema tratando de probar que las mujeres eran tan buenas como los hombres. Luego decidieron que las mujeres eran mejores que los hombres. Terminaron por tratar de borrar por completo los límites que distinguen a los hombres de las mujeres. El resultado fue una enorme confusión con respecto a lo que implica ser mujer, además de lo que implica ser hombre. Y obviamente, también llevó a mucha confusión en las relaciones.
Esta confusión se percibe en una variedad de situaciones, desde hombres que no se animan a abrir la puerta para una mujer por temor a recibir una respuesta áspera, hasta las mujeres que se sienten desorientadas en el trabajo porque los hombres con los que compiten a nivel laboral no quieren invitarlas a salir. El pensamiento feminista radical menospreció buena parte de lo que implica ser mujer: el ser receptiva, comprensiva y orientada hacia las relaciones, valorando el matrimonio y la familia. Se consideró que sólo las características, conductas y trabajos netamente masculinos tenían valor. No obstante, hay muchas jóvenes que se sienten confusas con los mensajes que reciben de la cultura: que la educación y el empleo son las únicas ocupaciones que valen la pena, y que el capital social de matrimonio y familia ya no se valoran. Sin embargo, estas mismas mujeres se sienten culpables y desorientadas al ver que aún ansían el matrimonio y la familia cuando teóricamente deberían sentirse satisfechas sin ellos.
Una estudiante universitaria dijo: “Hice todos los cursos de estudios de la mujer, y ya sé que el matrimonio y la maternidad son trampas, pero igualmente quiero las dos cosas”.{5} El legado del feminismo es el rechazo del rol establecido por Dios en el cual es el hombre quien toma la iniciativa, quien protege y abastece. Y el rol establecido por Dios para la mujer, el rol de responder a las necesidades de los demás, cuidar y ayudar queda igualmente despreciado. La consecuencia de esta rebelión es una confusión en los vínculos, particularmente dentro de los hogares. Los padres ya no comunican a sus hijos la razón por la que es una bendición ser hombre, porque francamente ya no están tan seguros de que sea así. El mensaje del feminismo es que ser hombre es una broma o una maldición. Las madres ya no enseñan a sus hijas las destrezas básicas que requiere alguien que desea construir un hogar, porque están demasiado ocupadas con su trabajo y, además, ¿no nos enseñaron que ser un ama de casa es algo degradante? Como madre mentora (Mentoring Mum) para mamás de niños en preescolar, veo cuántas jóvenes están totalmente desorientadas con respecto a cómo ser madres y esposas, porque sus madres no consideraban que estas destrezas esenciales fueran importantes. El feminismo radical detesta a la familia y a las familias, y todos sufrimos a raíz de eso.
El legado del feminismo (continuación)
El feminismo dice: “El problema es el patriarcado, la sociedad dominada por los hombres”. El problema en realidad radica en el pecado de las personas dentro de una jerarquía ordenada por Dios. La médula misma del feminismo es una rebelión contra los abusos de esta jerarquía ordenada por Dios, pero es además una rebelión contra el plan de Dios mismo. Este es un ejemplo perfecto de “tirar al bebé con el agua de la bañera”. Las feministas creen que tienen el derecho de reinventar la realidad y de cambiar las reglas para que se adapten a ellas.
Este sistema de creencias rebelde ocasionó efectos desastrosos en nuestra cultura y nuestra sociedad. Por ejemplo, uno de mayores logros del feminismo fue la legalización del aborto. Lograr mantenerlo legal es una de las metas más destacadas del feminismo porque, claro, si las mujeres realmente han de ser libres, entonces deben poder decidir si van a llevar a término un embarazo. Se considera que la capacidad de la mujer de concebir, dar a luz, alimentar y cuidar bebés las hace débiles, vulnerables, porque se puede obligar a una mujer a concebir y tener un bebé que no desea. La eliminación de la consecuencia de la actividad sexual y el deshacerse de un embarazo no deseado para desterrar esa llamada “debilidad” es importante para muchas feministas. La consecuencia es que, desde 1973, hubo más de 40 millones de abortos en Estados Unidos {6}. Y eso es sólo una parte de la historia; “si bien algunas mujeres indican no haber sufrido el aborto como una experiencia muy traumática, para muchas es una experiencia devastadora, que les ocasiona un prolongado trauma emocional, psicológico y espiritual”.{7} Yo tengo el privilegio de ayudar a mujeres durante la etapa posterior al aborto, para que puedan llorar la pérdida de su bebé y recibir el perdón de Dios por su pecado.
Ellas saben que la insistencia del feminismo en que el aborto es el derecho de toda mujer es una gran mentira. Vemos otro impacto del feminismo en la feminización de las escuelas estadounidenses. La falta de respeto que muestra el feminismo hacia hombres y varones lleva a que las escuelas y las políticas de educación se armen en torno a valores y métodos que favorecen a las niñas y no a los varones. La competencia, una condición natural para muchos varones, se considera nociva y mala, algo que debe ser reemplazado por actividades colaborativas y orientadas hacia las relaciones, que son atrayentes para las niñas. “Las escuelas están negando las conductas mismas que hacen que los niños sean varones. En el sur de California, una madre se quedó pasmada al descubrir que su hijo había recibido una sanción disciplinaria por haber saltado por encima de un banco durante el recreo”.{8} Mi colega Don Closson escribió: “Las cruzadas del género creen que, si pueden influenciar a los varones desde una edad suficientemente temprana, podrán hacer que se parezcan más a las niñas”.{9}
Despreciar la gloria de la masculinidad es rechazar la imagen misma de Dios. Despreciar el tesoro de la feminidad es rechazar lo que la Biblia denomina la gloria del hombre.{10} Ese es el problema del feminismo: es el rechazo de lo que Dios llamó bueno. Ha ido demasiado lejos en sus esfuerzos por solucionar las inequidades de vivir en un mundo caído. Es una rebelión contra el derecho de Dios de ser Dios y nuestra responsabilidad de someternos a él con gozo.
Notas
1. En realidad, descubrí que esto no fue original de la Sra. /Sta. Steinem. En una carta que envió a la revista Time en el otoño de 2000 dijo: “En su artículo sobre mi nueva y feliz asociación marital con David Bale, me atribuyen la frase ingeniosa ‘La mujer necesita al hombre tanto como un pez necesita una bicicleta’. En realidad, fue Irina Dunn, una distinguida educadora, periodista y política australiana, quien acuñó la frase allá por el año1970, cuando era estudiante en la Universidad de Sydney”. Irina Dunn confirmó esta versión en un e-mail del 28 de enero de 2002: “Si, es verdad, fui yo la persona que menciona Gloria. Hice una paráfrasis de una frase que leí en un texto filosófico que estaba leyendo para el último año de Lengua y Literatura Inglesa en 1970: “Un hombre necesita a Dios tanto como un pez necesita una bicicleta”. Mi inspiración surgió de mi participación en el renaciente movimiento feminista del momento, y porque me creía muy lista. Escribí la frase en la puerta de dos baños (¿lo pueden creer?), una en la Universidad de Sydney donde estudiaba, y otra en Soren’s Wine Bar en Woolloomooloo, un suburbio decadente en la zona sur de Sydney. Quisiera dejar constancia de que las puertas ya contaban con una buena cuota de grafiti, antes de mi contribución”.
2. Le debo esto a la sabiduría y perspicacia de Mary Kassian tal como lo expresó en su excelente libro The Feminist Gospel [El evangelio feminista] (Wheaton, IL: Crossway Books, 1992).
3. http://www.cog.org/general/iabout.html
4. Ídem.
5. Citado por Barbara DeFoe Whitehead, Mars Hill Audio Journal No. 61, Mar. /Abr. 2003.
6. http://www.nrlc.org/abortion/aboramt.html
7. http://www.hopeafterabortion.com/hope.cfm?sel=A31Q
8. William Pollack, Real Boys: Rescuing Our Sons from the Myths of Boyhood, (New York: Henry Holt and Company, 1998), 94. La cita entera es de Don Closson, “The Feminization of American Schools”, fem- schools.html
9. Ídem.
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Traducción: Elizabeth Birks
Acerca de la Autora
Sue Bohlin es una conferencista asociada en Probe Ministries. Cursó en University of Illinois y ha sido una profesora de la Biblia y conferencista cristiana por más de 25 años. Además de ser una calígrafa profesional, también mantiene el sitio de Probe en Internet.
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