Si alguno de tus hijos tuviera luchas homosexuales, ¿te lo diría?
Por Maricela Alers
Uno de los retos más grandes que los padres cristianos jóvenes están enfrentando el día de hoy es criar a sus hijos en la fe, santidad y amor al Señor. Los niños actualmente tienen al alcance infinidad de información gracias a las redes sociales y al internet, información que puede ser detonante para que ellos vayan formando sus valores que influirán en sus decisiones futuras. Ellos pueden encontrar fácilmente desde pornografía hasta páginas donde afirman la homosexualidad como algo natural y bueno. Dibujos animados, películas, novelas están llenas de sensualidad inculcando en nuestros hijos, aun en los más pequeños, que en el amor y el sexo todo es permitido.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” Proverbios 22:6
Es por eso que hoy más que nunca debemos fomentar el valor de la confianza en nuestros niños; si nuestros hijos pequeños nos tienen confianza, podrán venir y contar sus más íntimos deseos, miedos y luchas. Pero ¿qué pasa si esa confianza no existe? Ellos recurrirán en busca de respuestas a sus amigos o a nuestro amigo en común “google”, quien no siempre muestra una información veraz y correcta.
Imaginemos por un momento esta escena: Un chico de 10 años está teniendo atracción hacia sus compañeros del mismo sexo, y no puede hablarlo con sus padres porque son cristianos, van a la iglesia cada domingo, participan en todas las actividades, llevan a sus hijos a la escuela dominical, y le han dicho que la homosexualidad es un pecado. De vez en cuando sus padres hacen comentarios hirientes y puede que hasta condenatorios hacia las personas que practican un estilo de vida homosexual, sin explicar a su hijo cuáles pueden ser las causas por las que una persona presenta esa conducta, sentimientos y deseos; y más importante aún, sin afirmar el amor que se le tiene al pequeño solo por el hecho de ser su hijo. Este niño acude a su mejor amiga para revelar su secreto, él sabe que sus padres lo condenarían si supieran ese secreto. La niña a su vez le cuenta a su mama el dilema de su amiguito; le pregunta qué puede hacer por su gran amigo. Esta madre le dice a su hija que ella debe de apoyarlo, amarlo y aceptarlo como es, debe decirle que si no encuentra apoyo en sus padres hay organizaciones LGBTQ que pueden orientarlo, porque sus padres son personas evangélicas que son cerradas de cabeza y lo único que harán es condenarlo y lastimarlo más, así que debe animarlo a seguir guardando ese secreto.
Por desgracia esta historia es real, este pequeño existe. Si tienes un niño de 10 años esta podría ser la historia de tu hijo o de algún amigo de tu hijo.
La realidad es que nuestros hijos tienen secretos; nosotros cuando fuimos niños los tuvimos, y es allí, en la obscuridad, donde el enemigo logra hacer su mejor trabajo. Una de nuestras responsabilidades como padres es protegerlos, pero si desconocemos que ellos están pasando por estas tentaciones no podremos hacer nada. Cuando yo me enteré de que mi hija sentía atracción hacia su mismo sexo fue cuando se encontraba cursando la preparatoria (high school), y ya era tarde; ella ya había investigado y obtenido respuestas en los sitios web del lobby gay, no hubo la suficiente confianza para contarme sus luchas.
¿Qué podemos hacer para ganarnos la confianza de nuestros hijos de tal manera que nos cuenten esos secretos? Yo no tengo una receta exitosa para esto, pero sí puedo decir qué haría de forma diferente ahora que he vivido la experiencia con mi hija.
En primer lugar, me informaría sobre el tema de la sexualidad y los retos que hoy día están enfrentando los niños y jóvenes; ellos están recibiendo información de sexualidad e identidad de género en sus escuelas, cine, televisión, internet, y amigos; es por eso por lo que debemos adelantarnos; leer, educarnos sobre el tema y hablar con nuestros niños sobre la sexualidad creada y diseñada por Dios no es una opción hoy día, es una urgencia que no deberíamos ignorar. Informarnos sobre los factores que influyen para que una persona luche con la homosexualidad, para poder darles información adecuada al respecto, sin caer en el juicio o rechazo hacia ellos y dejarles en claro que Dios los ama (y nosotros también) y desea su salvación, así como con cualquier otra persona.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” Gálatas 6:1
Algo que es trascendental para ganarnos la confianza de nuestros hijos es ser transparentes ante ellos, pedir perdón, reconocer ante ellos cuando nos equivocamos, que puedan ver nuestra vulnerabilidad y humildad. Que puedan ver menos juicios y más amor cuando hablamos de los demás.
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”
Jugar con ellos es una herramienta que produce intimidad, crea lazos, nutre su espíritu. Desafortunadamente los padres de hoy en día se encuentran tan ocupados que no tienen tiempo ni siquiera para hablar con sus hijos.
Hay un elemento de humildad en la paternidad cuando los padres condescienden con los hijos pequeños para jugar con ellos, para poder entenderlos a nivel del piso, donde gatean o están jugando. Ese ejemplo nos lo da Jesucristo, quien no considerando ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, tomó forma humana, para entendernos plenamente, y conectarse más eficazmente con nosotros.
“Al contrario, él se quitó ese honor, aceptó hacerse un siervo y nacer como un ser humano. Al vivir como hombre, se humilló a sí mismo y fue obediente hasta el extremo de morir en la cruz”
Filipenses 2:7-8 (PDT)
Debemos expresar nuestro amor de manera verbal y física diariamente. Los amamos porque son nuestros hijos, no por lo que hacen, este mensaje debe ser claro y expresado correctamente. Muchos padres crean un sistema de disciplina basado en recompensas, que, si bien es eficaz, podría estar mandando un mensaje incorrecto y peligroso a nuestros hijos: Si me porto bien, saco buenas calificaciones o no doy problemas mis padres me amarán, si no lo hago, no soy digno de su amor. Es por eso que es importante dejarles saber que nuestro amor es incondicional, no está basado en sus notas de calificaciones o comportamiento. Al momento de aplicar disciplina debemos ser cuidadosos de enviar el mensaje correcto, que los amamos y estamos comprometidos con su madurez, crecimiento y desarrollo adecuados, por eso corregimos en amor y verdad, y que también muchos personajes de la Biblia fallaron en alcanzar las normas de Dios; sin embargo, Dios les siguió amando y les brindó otra oportunidad. Esa gracia les permitió corresponder al amor de Dios y servirle con amor, cumpliendo así el llamado de Dios. De la misma forma, cada uno de nosotros ha fallado, y eso no quiere decir que Dios tampoco nos ame, Él nos perdona cuando le buscamos con una actitud de arrepentimiento, nos limpia y nos usa como instrumentos para Su gloria. Las palabras pueden ser como medicina, que no sólo cura, sino también es profiláctica, previniendo conductas de riesgo, ya que los hijos no buscarán fuera del hogar el amor, aceptación y nutrición emocional que ya tienen.
“Hay quienes hablan como dando estocadas de espada, pero la lengua de los sabios es medicina” Proverbios 12:18 (RVA)
Al fomentar esa confianza en nuestros hijos, y que ellos puedan saber que también pueden equivocarse y aun así les seguiremos amando, los vínculos afectivos serán reforzados, las relaciones interpersonales serán más estrechas, y también su relación y confianza con Dios se verá fortalecida.
Maricela es una madre que se enteró de las luchas de su hija hace varios años atrás; desde entonces ha estado peleando en oración por ella y ha aprendido a descansar en Dios. Actualmente dirige un grupo de apoyo para ayudar a padres que están lidiando con hijos pródigos que han decidido dejar su fe, y dejar sus hogares para vivir un estilo de vida homosexual. Puede ser contactada a través de Facebook: Ministerio Fe, Esperanza y Amor, o por email: maricelaalers@gmail.com