La pureza sexual en el Nuevo Testamento
En un estudio reciente, altamente controversial, el escritor William Countryman concluyó que “el sexo no es de interés primario en los escritos del Nuevo Testamento y que la pureza física no es principio aceptado en el mismo”.1 ¿De veras? Si eso es cierto, entonces los cristianos de hoy están justificados al negar que el Nuevo Testamento prescribe una norma preferida para la conducta sexual.
Por otra parte, si la Biblia provee “principios aceptados” para la conducta sexual y conecta esa conducta con la pureza sexual del creyente, entonces cada cristiano está obligado a aplicar esas normas del Nuevo Testamento a sus vidas. Desde el primer capítulo, la Biblia aclara que el ser hombre o mujer, y la sexualidad que es parte de ese hecho, es un don creado por Dios y afirmado como bueno (Gen. 1:27-28). Pero al igual que todos los aspectos de la vida humana, la sexualidad se corrompió con la caída. Aunque el ideal de Dios para la sexualidad ha permanecido intacto, los seres humanos tienden a una forma corrompida de ese ideal. A través de toda la Biblia esa tendencia a la perversión es considerada una seria amenaza al compañerismo con Dios.
Por eso la Biblia habla con frecuencia de la obligación de los creyentes de adherirse a normas de conducta sexual apropiadas, llamándonos a un estilo de vida de pureza personal para que nuestra relación con Dios no sea impedida por la inmoralidad sexual. Las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la pureza sexual apoyan esta perspectiva y representan tanto un enfoque superior a los puntos de vista judíos sobre la pureza sexual y un alejamiento de los conceptos paganos de sexualidad de la cultura gentil.
Pureza sexual en el judaísmo
El concepto predominante de las culturas antiguas fue que el mundo estaba dividido entre lo puro y lo impuro. Lo que era religioso y aprobado por un dios o diosa era considerado limpio y puro, y lo demás era impuro. Este concepto influyó en el desarrollo de los ritos religiosos que fueron diseñados para purificar a los adoradores antes de que tuvieran contacto con su deidad.
Los judíos aprendieron de la ley de Moisés que Yahweh era santo y solamente aquello que era puro y santo podía tener contacto con Él. El cumplir las directrices rituales resultaba en la purificación, haciendo a una persona “santa” y por tanto aceptable a “Dios.2 Dentro de ese marco, la ley del Antiguo Testamento incluyó normas para proteger de la impureza que resultó de las conductas sexuales desviadas (Lev. 18-20). Además, cualquier actividad sexual se entendía que requería limpieza para tener pureza religiosa, incluso la relación sexual entre marido y mujer, la masturbación, u otra condición que se asociara con la impureza sexual, como la menstruación (Lev. 15).
Pureza sexual en el Nuevo Testamento
En el siglo primero de nuestra era los judíos todavía se mantenían aferrados al ritual de la limpieza como una forma de alcanzar pureza espiritual. De hecho, al practicar su religión dentro de la atmósfera liberal del imperio romano, ellos enfatizaron las leyes de la purificación con más vigor.
Los gentiles gravitaron hacia dos extremos en sus esfuerzos por relacionar la sexualidad y la religión: o practicaron la conducta sexual desviada abiertamente y frecuentemente igualaron esa conducta con las actividades religiosas, o se retiraron de la sociedad por completo por temor a que toda conducta sexual fuera perversa.3 Irónicamente, sin embargo, los judíos se diferenciaban muy poco de sus vecinos gentiles en su comprensión básica de la consagración y la pureza.
Ambos igualaron los ritos externos con la pureza, pero en la mentalidad de los griegos la consagración a un dios o diosa podía incluir un acto sexual con una prostituta como un tipo de limpieza ritual.4 Para describir tal rito o pureza cultista, los griegos emplearon el término hagnos (literalmente “puro”) que en el sentido más general se refería a la pureza asociada con una deidad. Otra palabra, katharos (de la cual tomamos la palabra catarsis), fue usada, tanto por los griegos como por los judíos como una forma adicional de describir la pureza ritual. Frecuentemente, ambos términos se ampliaron para incluir la pureza que pudiera derivarse de la limpieza ritual. 5 Por otra parte, los judíos previnieron contra el cometer zanah, en griego porneia, que es inmoralidad sexual (Porneia es la palabra de donde sale nuestra palabra pornografía).
Para los griegos, porneia no era necesariamente un término negativo. Se aplicaba principalmente a la prostitución de varias clases, incluyendo la prostitución en el templo y el sexo fuera del matrimonio.
Para los judíos, el término se aplicaba a la prostitución, el adulterio, la fornicación, es decir a una variedad de actividades sexuales que hacían que una persona fuera impura delante de Dios.6 Sin embargo, ellos se mantenían más preocupados de que el individuo alcanzara la pureza ritual más de que alcanzara la pureza moral.
Enseñanzas de Jesús
Jesús tuvo encuentros con los fariseos sobre los ritos de purificación de la ley, pero algunos eruditos afirman que Jesús ignoró la cuestión de la pureza sexual o que la denunciara como una aspiración irreal que Dios esperaba de personas falibles.7 Por el contrario, Jesús no desechó la obligación de los creyentes en cuanto a la pureza. Más bien Él adelantó la idea más allá de los límites de la pureza ritual prescrita por los fariseos hacia una comprensión más completa de la santidad de la persona delante de Dios.
Por ejemplo, Jesús enseñó que los “puros (katharoi) de corazón” verían a Dios (Mt 5.8); es decir, no solamente aquellos que son puros exterior o ritualmente, sino aquellos cuyos corazones han experimentado la limpieza verdadera son los que experimentan una relación genuina con Dios. Además, Él enseñó que el pecado de la inmoralidad (porneia) no fue tanto un pecado contra la impureza ritual como un pecado contra la relación matrimonial y el ideal de Dios para esa relación (Mt. 5.32).
Para Jesús, una relación de fe con Dios se evidenciaba en la conducta del creyente, que lo separaba de sus vecinos, especialmente los gentiles (Mt. 5.46-47; 6.32). Por tanto, con las enseñanzas de Cristo como base, los cristianos primitivos progresaron en su comprensión del significado y la importancia de la pureza sexual en la vida del creyente, que iba más allá de la estricta ley judía y los separaba de la cultura griega.
En lugar de tener la pureza cultista o ritual como la meta, la pureza moral e interior vino a ser la meta, porque Cristo mismo era hagnos o sea puro. Esto fue especialmente cierto en las regiones fuera de Jerusalén, donde la religión ritualista judía no tenía control de los creyentes jóvenes.8 Como tal, las enseñanzas de Pablo, que combinaban su conocimiento de las leyes judías de la pureza con su deseo de evangelizar a los gentiles, expresaron la importancia de la pureza sexual en la vida espiritual de los seguidores de Cristo.
Enseñanzas de Pablo
A Pablo se le acusa de oponerse a la actividad sexual de cualquier clase. En realidad, como un antiguo rabino él honró la sexualidad como un don de Dios para la cual la pureza era la única forma de expresarla. En sus escritos a los creyentes gentiles de Tesalónica, Pablo enseñó claramente que la verdadera pureza (hagnos) no resultó de un mero rito religioso externo (1 Tes. 4.3-7). La verdadera consagración a Dios resultó de nada menos que la santificación interior.
Como se usa en este pasaje, la palabra santificación se refiere al proceso de “ser santificado” y es la palabra sustituta que usa Pablo para la idea griega de la consagración a los dioses y diosas del templo. Esta consagración a Jesucristo es interior e incluye el desarrollo del carácter con el propósito de alcanzar una conducta santa.
Por tanto, Pablo no se limitó a la simple prohibición de porneia, sino que firmemente prohibió todo tipo de actividad sexual como no fuera un matrimonio heterosexual monógamo. Él clasificó todas las demás actividades sexuales como porneia.
La santificación interior, dijo, él, es la explícita voluntad de Dios y menos que eso es actuar como 3 los paganos que no conocen a Dios. Pablo insistió en que la impureza sexual podía esperarse de personas que fueran ignorantes de las leyes de Dios y que desconocieran las normas a las cuales Dios había llamado a los creyentes (por ejemplo: Gálatas 5.19-25).9 Pero al igual que Jesús, Pablo argumentó que la conducta de los creyentes les debe distinguir de sus vecinos. Ellos no solamente conocen la verdad sino que pueden vivir mejor.
En la medida en que su carácter se santifica, su conducta debe evidenciarlo. Los creyentes no solamente deben abstenerse de la inmoralidad sexual sino que deben vivir vidas moralmente puras, evidenciándose principalmente por la fidelidad en la relación matrimonial. Pablo enseñó a los creyentes que deben vivir bajo la admonición de que la relación espiritual con Dios es un llamado, no a una vida de impureza sexual, sino a una vida santa en una comunidad espiritual con valores más altos que los de sus vecinos no creyentes (ver Efesios 5.3).10 De acuerdo con las enseñanzas de Pablo, la verdadera santidad comienza en la vida interior.
La santidad y la pureza sexual no son accidentes sino el resultado de un carácter a semejanza del de Cristo, cultivado intencionalmente en la vida del creyente. Además, en este proceso de cultivo está la atención del creyente a la mente, donde comienza la inmoralidad sexual cuando se da lugar a pensamientos impuros. Pablo consideró que la protección de la mente era de tanta seriedad que en 2 Corintios 10:5 él la compara a su defensa en una batalla militar.
Pablo describió para los corintos la protección de la imaginación a una campaña militar en la cual cada pensamiento debe ser capturado y hecho prisionero de guerra y puesto bajo el control del Maestro, Jesucristo.11 También en Filipenses 4:8, más bien que dejar que el corazón y la mente vaguen sin protección, Pablo enseñó que el creyente debe dirigir la mente hacia aquellos pensamientos que promueven la conducta correcta, incluyendo los pensamientos puros (hagnos).
En conclusión, ¿provee la Biblia “principios aceptados” para la conducta sexual? ¡Claro que sí! Es más, la Biblia llama al creyente a una vida de pureza moral y sexual basada en su deseo de ser santificado o conformado a la imagen de Jesucristo (Ro 8:29). Esta comienza con la vida de fe que distingue al creyente de los legalistas estrictos y de los legalistas sin moral. La pureza sexual en la vida del cristiano demuestra que su carácter está creciendo a la imagen de Cristo.
1. L. William Countryman, Dirt, Greed and Sex: Sexual Ethics in the New Testament and their Implications for Today (Philadelphia; Fortress Press, 1988). 141
2. Balsteinweiler, (“hagnos” en New International Dictionary of New Testament Theology, Colin Brown, ed., vol. 3 (Grand Rapids, Zondervan, 1978) 101-02.
3. William Graham Cole, Sex and Love in the Bible (New York: Association Press, 1959), 229.
4. A.T. Robertson, The Epistles of Paul, vol. IV in World Pictures in the New Testament (Nashville; Broadman Press, 1931), 28.
5. Balsteinweiler, “hagnos” 100-01; H.G. Link and J. Schaltenmann, “katharos” in New International Dictionary of New Testament Theology, Colin Brown, ed. Vol. 3 (Grand Rapids, Zondervan, 1978), 102-108.
6. H. Reisser, “porneia” in New International Dictonary of New Testament Theology, Colin Brown, ed. Vol. 1 (Grand Rapids; Zondervan, 1975), 497-501.
7. Such as Countryman, 143.
8. Balsteinweiler, “hagnos”, 103-04.
9. Robert L. Thomas, “1 Thessalonians” in The Expositor’s Bible Commentary, vol. 11 (Grandn Rapids: Zondervan, 1978), 271-72; F.F. Bruce, “1 and 2 Thessalonians” in Word Biblical Commentary, vol. 45 (Waco: Word Books, 1982),82; Robertson, World Pictures in the New Testament 4:28.
10. Thomas, 271-72. Translator and commentators disagree about the meaning of Paul’s command in 1 Thessalonians 4:4. See F. F. Bruce, 83.
11. A.T. Robertson, World Pictures in the New Testament, 4:252-253. (Material tomado de Biblical Illustrator. Ó Copyright, 2000, LifeWay Christian Resourcesof the Southern Baptist Convention. All rights reserved.)
Se concede permiso para sacar copias solamente para el uso de la iglesia, no para vender.