Cómo brindar a los niños una formación y educación sexual más efectiva – Parte 1/2
La educación sexual es un tema que preocupa a padres, pastores y educadores. La familia es el lugar privilegiado para enseñar y formar integralmente a los niños y adolescentes e incluso en la comprensión del don de la sexualidad y del correcto ejercicio de ella. Son los padres y educadores, los que conocen personal y profundamente a cada niño, los que pueden acompañarle y guiarle en la tarea de transformarse en adultos, con criterios sanos y convicciones cristrocéntricas.
Educar en la sexualidad a los niños no es tomar una posición reduccionista enseñando sólo la anatomía y fisiología del cuerpo –especialmente de los órganos sexuales, o hablar sólo de los métodos anticonceptivos, de la prevención de enfermedades de transmisión sexual, de cómo evitar embarazos no deseados, ni mucho menos enfocarse a la tolerancia y permisibilidad en la sexualización y genitalidad.
En realidad, implica trabajar en desarrollar una identidad integral adecuada en el niño, que pueda definirse en el “quién soy, qué quiero, qué siento, cómo me expreso, qué decisiones tomo, qué acciones realizo, con quién me identifico y cómo armonizo en mi identidad con los propósitos soberanos de Dios para mi vida”. Todo ello, basado en los criterios establecidos por el diseñador de la sexualidad: Dios, los cuales podemos encontrar en la Biblia.
Hablar de sexualidad es necesario. Hacerlo sin principios, ni valores bíblicos es peligroso. Quizá nuestro error ha sido la polarización de criterios, en décadas anteriores la información estaba restringida, reprimida, posteriormente se optó por sólo informar al respecto, dejando dudas y áreas de mucha confusión sin desarrollar una relación de credibilidad, confianza y confidencialidad que permitiera verter las dudas y ser orientado. El propósito correcto es educar en el desarrollo de la afectividad, dominio propio, valores, convicciones e integridad sexual.
Génesis 2.24 nos dice : Por tanto, dejará el hombre a su padre y su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
La Biblia nos enseña que la sexualidad ha sido diseñada por Dios:
- No es sucia, pecaminosa o morbosa, siempre y cuando se viva dentro del vínculo del matrimonio.
- Dios creó un hombre y una mujer, la sexualidad es heterosexual.
- Un hombre y una mujer, física, emocional e intelectualmente diferentes pero complementarios.
- La relación sexual debe ser monogámica.
- Hemos sido diseñados por Dios.
- Nuestra vida le pertenece a Él.
- Debemos cuidar integralmente nuestra vida.
- Daremos cuenta a Él del uso que hacemos de nuestro espíritu, alma y cuerpo.
Esto quiere decir, que la forma en la que cada quien decide ejercer su sexualidad, no es una decisión libre, convencional y libertina. Sino que implica rendición de cuentas a quien es el Autor de la vida y de la sexualidad.
- Debemos responsabilizarnos de nuestras acciones, ser cuidadosos con lo que se ve, piensa, cree y se ejerce.
- Debemos educar hacia la concepción y aceptación corporal. Educar según la edad y nivel de comprensión:
- Conocer cada parte del cuerpo por su nombre.
- Identificar partes del cuerpo, generales e íntimas.
- Cuidar y proteger partes íntimas del cuerpo.
- Aprender a diferenciar entre lo bueno, lo malo, lo que dicen los demás y lo que dice Dios. Formando así, criterios apegados a la voluntad de Dios y no excusas y justificaciones para ejercer la vida sexual desde etapas tempranas, sin límites y de manera desordenada.
El manejo y transmisión de la información debe ser con respeto, seriedad e incluso, admiración ante el hermoso hecho de que somos hombres y mujeres y podemos dar vida a otro ser humano.
La forma en que eduquemos a nuestros niños dependerá de las características de cada edad. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que vivimos en una cultura saturada y obsesionada con el sexo; trayendo como consecuencia que nuestros hijos estén recibiendo información de otras fuentes, como medios de comunicación, televisión, Internet, escuelas, de otras partes de la sociedad e incluso de otros niños.
Primera infancia: De los 3 a los 7 años
La enseñanza verbal acerca del sexo tiene que comenzar tan pronto como lleguen a los 3 ó 4 años. En esta etapa hay una mayor adquisición y comprensión del lenguaje y asociación de palabras con objetos, hechos, normas y principios bíblicos.
A partir de los 3 años y hasta los 5 años, aproximadamente, tanto el niño como la niña empiezan a adquirir conciencia sobre su identidad sexual y a formar su identidad personal e integral. Es en las edades de los 3 a los 5 años, rango de edad que conocemos como “la etapa del ¿por qué?” donde comienzan las primeras preguntas como: las diferencias entre niño y niña o entre papá y mamá, ¿cómo se hacen los bebés? ¿cómo nacen los bebés? Ante estas preguntas debemos hablar con la verdad y dar una respuesta adecuada. El niño en esta etapa percibe la información más fácilmente de manera visual, y con un lenguaje sencillo, por lo que será de gran ayuda, contar con materiales didácticos especialmente diseñados para este rango de edad facilitando la comprensión y formación de convicciones bíblicas.
En esta etapa aparecerá la curiosidad y en algunos casos, la morbosidad. Sobre todo, en aquellos niños que están más expuestos a la información sexual a través de los medios masivos de información o las redes sociales. Los niños que de manera más directa sea por eventos de abuso sexual, exposición a la pornografía o porque comparten el mismo espacio de vivienda con los padres y presencian las relaciones sexuales entre ellos, o porque es común el lenguaje vulgar y prosaico en la familia, estos niños, tienen una mayor posibilidad de empezar a desarrollar su concepto sobre la sexualidad de manera morbosa y precoz.
Durante la primera infancia los niños descubren que hay niños y niñas y que son diferentes. En esta edad es muy importante que los padres digan a sus hijos lo felices que se sintieron cuando supieron que era él o ella en el momento de nacer o en un ultrasonido. El niño está desarrollando las bases de su seguridad personal y de su propia personalidad y necesita mucho el saberse amado y aceptado como es, por aquellos que más ama: sus padres. El niño tiene una gran necesidad de satisfacer su deseo de ser aceptado, reafirmado y valorado, elementos que repercutirán en su autoestima y tipificación sexual. Lo importante es no adelantarlos ni atrasarlos, sino educar y abordar lo que sucede a su alrededor. Será de primordial importancia enseñarle a pensar, reflexionar, sobre qué criterios se pueden aceptar o rechazar, y a tomar decisiones de acuerdo con los principios bíblicos.
En esta edad se deberá hablar directamente del conocimiento del cuerpo, del respeto al propio y hacia los otros, de la reproducción, de la identidad, de las relaciones interpersonales, de los mandatos sociales sobre nuestro comportamiento, del placer y del poder. Sin embargo, para poder abordar estos temas, hay que afirmar en ellos valores y principios bíblicos que rijan sus vidas en su vida adulta.
Es también muy importante que los niños observen una clara distinción en los papeles, roles y funciones de papá y mamá. En el vestir, formas de comportarse, y en las actitudes y valores propios de un hombre y de una mujer. Es recomendable que los niños conozcan que hay funciones y tareas propias de un hombre, o de una mujer y actividades compartidas.
El ejemplo y testimonio de cómo se vive de manera heterosexual en el matrimonio y en la familia, se grabará y reproducirá de manera sana y natural, mucho más que si sólo se habla de ello. No se necesita pensar en un tiempo para “tener una charla sobre sexo”, es un proceso educativo, y dependiendo de las vivencias, inquietudes e intereses personales se puede reflexionar e ir formando criterios sanos.
Por esta razón, será fundamental desarrollar una relación de confianza con los hijos. El niño debe sentirse siempre seguro de que sus palabras son escuchadas, creídas y aceptadas; obviamente esto implica estar atentos a las pequeñas mentiras o fantasías normales y ayudarle al niño a reconocer entre la realidad y sus sueños y a asimilar que es mejor siempre decir la verdad. Esto facilitará la comunicación, y que sean sus padres a quienes consulte sus dudas respecto a su sexualidad, y disminuirá el riesgo de ser objeto de abuso o de ser confundido sobre la autoaceptación de su identidad sexual. Un niño bien atendido, que confía en sus padres y está advertido de los extraños y de los conceptos erróneos sobre la sexualidad, podrá ser más adaptativo y vivirá los principios bíblicos sobre la sexualidad.
Objetivos en la educación sexual a esta edad:
- Que el niño desarrolle una sana afectividad y respeto por sí mismo y por los demás.
- Que el niño conozca progresivamente las diferencias sexuales entre hombres y mujeres.
- Que adquiera un vocabulario adecuado para cada parte de su cuerpo y sus funciones.
- Que acepte su identidad de género, su cuerpo, apreciación física y cognitiva, las funciones, roles y papeles propios de su edad.
- Que valore la comunicación con sus padres en un vínculo de confianza para externar sus dudas y dejarse guiar en la toma de decisiones.
- Que comprenda que los niños tienen padre y madre y los propósitos de ello.
- Que comprenda que el desarrollo y madurez implican responsabilidades y convicciones.
Medios que pueden utilizar padres y educadores:
- Expresión afectiva de acuerdo con su lenguaje de amor y su temperamento.
- Ser claros y veraces ante las preguntas de los niños, adecuando la cantidad de información, nivel de lenguaje y la capacidad de comprensión del niño.
- Estar atentos a la información que los niños están recibiendo en la escuela, en sus libros de texto, conversaciones con sus maestros, o con sus coetáneos, información que ven por televisión u otros medios. Debemos estar preparados para mostrar lo que es normal y aceptable bíblicamente y que hay personas que realizan conductas diferentes no adecuadas. Aprovechar todo momento, como una oportunidad de aprendizaje y formación de criterios y convicciones.
- Si sorprenden a los niños en juegos o comportamientos inadecuados, distraerlos y buscar que se interesen en otros. Si insisten o preguntan por qué no pueden jugar a eso, dar una explicación con argumentos y reforzar o validar su obediencia.
Segunda Infancia (7 a 9 años)
Esta es una edad relativamente tranquila en la que el niño madura intelectual y moralmente. Acostumbra a ser llamada la edad de la obediencia porque los niños suelen ser dóciles a las indicaciones de los mayores, y podrá vivirse como tal, si los Padres han procurado relacionarse amorosamente, han formado hábitos, valores, han puesto límites y han disciplinado de manera adecuada, moldeando así, su conducta sana y adaptativa. Si, contrario a ello, los padres han herido o no han sido dignos modelos a imitar, el niño no establecerá un vínculo sano de apego y esto generará probable rebeldía y la búsqueda de información en otras fuentes o personas. Si los padres están ausentes física y emocionalmente, sus criterios de comportamiento serán moldeados de manera inadecuada, potencializando mayormente la influencia sobre sus instintos, su relativo derecho al placer (hedonismo), su búsqueda por las experiencias adrenalínicas, e ir en contra de lo establecido, no importando si en ello pone en riesgo su vida e integridad.
En esta edad la sexualidad se relaciona con un sentido de pudor, y los niños manifiestan tareas de mayor desarrollo de independencia y autosuficiencia. Por ejemplo, ya no desean que sus madres les ayuden a bañarse. Es una señal del inicio del sentido de expresión del pudor, integridad y dignidad. Demuestran interés por el papel y características sexuales de ambos sexos. Hay mayor curiosidad por el embarazo y el papel del padre en la procreación, sobre todo, una mayor inquietud sobre lo que son las relaciones sexuales. Su búsqueda de información es genuina, y debe ser resuelta de manera sana, clara y veraz, sin morbo y sin fomentar precocidad o promiscuidad.
En general el niño o la niña harán preguntas, si no las hacen, será adecuado adelantarse y plantear el tema. Su interés es intelectual, su curiosidad sana por comprender algo que pertenece a la vida cotidiana. Será mejor que reciba la información de sus padres, o de un adulto experto y centrado bíblicamente en el tema.
Es muy importante en esta edad continuar formando integralmente a los niños, en los valores bíblicos, morales, en el ejercicio de la voluntad, en la docilidad a la propia conciencia y en el desarrollo del dominio propio. A esta edad comienzan a ser capaces de entender por qué, ciertas acciones no se hacen, porqué sus padres les prohíben algunas compañías o ir a ciertos lugares; pero para entender necesitan saber, los padres deben dialogar con sus hijos y llevarlos a interiorizar normas y principios de conducta.
Algunos elementos prácticos que pueden ayudar:
- Fomentar los momentos de conversación confidencial, en privado con cada hijo.
- Informarse sobre lo que ven sus hijos en televisión, revistas, Internet, redes sociales, la influencia de los amigos u otras fuentes.
Los objetivos más específicos de la educación sexual a esta edad están en una situación intermedia entre los de la primera infancia y de la prepubertad. Y dependerá de la madurez de cada niño, de la situación de la familia, de la realidad que lo circunda y por lo tanto, es importante para padres y educadores comprender que cada niño es diferente y que necesita ser formado integralmente. La Biblia dice que debemos mostrar la verdad con amor e implica que quien enseña tiene la verdad y es un modelo de vida.
Medios que pueden utilizar padres y formadores:
- Demostrar el amor y aceptación.
- Mantener el clima de confianza, que los niños se sientan escuchados, comprendidos y dirigidos.
- Estar atentos a cambios de comportamiento, hablarlo y resolverlo bíblicamente.
- A esta edad los niños son capaces de comprender, en menor o mayor medida, normas e indicaciones, dar argumentos fidedignos y marcar límites.