¿Dónde está papá? Reflexión sobre la paternidad

Por Víctor T

Las personas con quebrantamiento mencionan a menudo que una de las cosas que más dolor les causó en los primeros años de vida, y que se prolongó a la adultez, fue la relación con su padre. El anhelo de vivir en plenitud y libertad se ha visto interrumpido dramáticamente por la ausencia de una de las personas más importantes en el desarrollo, nuestro padre.

La escasa o nula presencia, o la equívoca participación e involucramiento en los años formativos puede causar mucho daño. A través de los años Éxodus Latinoamérica y muchos otros involucrados en los temas de quebranto sexual y relacional, han planteado que la figura paterna es un eslabón importante en la cadena de la formación de identidad.

La paternidad y su papel en la vida de los seres humanos es un tema muy importante para Dios, lo cual se expresa en las Escrituras.

Dios, el Padre, es de quien proceden todas las cosas, haciéndonos a nosotros para Él y quien nos da la plena existencia. (1 Co. 8:3). Esto precisamente es el papel que Dios asignó al padre de familia, para que como un imitador fiel de Dios y en su asignación de papá, construya vínculos, identidad y pertenencia. Un papá provee, transfiere deseo de hacer lazos firmes a través de la comunión, el diálogo y el amor, y por último afirma a sus hijos en sus roles.

Muchos testifican que tales cosas nunca existieron en sus relaciones con papá. En el mejor de los casos sólo era proveedor, pero eran distantes en la vida cotidiana; las oportunidades para relacionarse sanamente, detalles comunes que unen a los hijos con papá, y la afirmación, por supuesto no existieron. Hemos escuchado de labios de hombres y mujeres con atracción al mismo sexo, historias donde la ausencia de papá y el dolor de sanar sus corazones heridos por su silencio, son algo común.

“Nunca me dijo que me amaba”, “nunca me abrazó”, “de su boca sólo salían insultos y comparaciones”, etc. son frases que se repiten constantemente, y generan al final de cuentas rencor y rebeldía.

La primera y mejor defensa para prevenir quebranto sexual se encuentra en casa, con papá.

Recordemos Isaías 64:8, “mas ahora, oh Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra de tus manos somos todos nosotros”. Guardando las correctas proporciones y enfatizando que no quiero descontextualizar, resulta claro y evidente que el texto nos enseña la lógica sana de la paternidad; está el padre como alfarero, el barro como esa preciosa materia prima -los hijos-, y el resultado de la manufactura, obra de tus manos. Si tan sólo aquellos que hemos sido llamados a ser padres entendiéramos la responsabilidad y el privilegio tan grande que tenemos de moldear a nuestros hijos, pensaríamos dos veces y nos arrepentiríamos cuando renunciamos a hacer la labor más importante de ser padres: formar integralmente, a través de vincularnos con amor y construir la identidad de nuestros hijos.

Hace un par de años, durante una conferencia en un evento de Exodus Latinoamérica, el ponente pidió a algunos consejeros que representáramos el abrazo del padre que nunca se dio, y dijéramos las palabras que nunca se dijeron: te amo hijo, y que aquéllos que se sintieran vacíos, heridos y huérfanos se acercaran a cualquiera de nosotros y nos abrazaran, no niego la carga emotiva del momento, pero lo importante se logró, y en un abrir y cerrar de ojos frente a mi había mujeres y hombres con sus rostros llenos de lágrimas aferrándose al abrazo y las palabras que fluyeron de Dios hacia ellos.

¿Dónde estás papá? Es la pregunta que muchos se hicieron cuando por negligencia o descuido paterno fueron abusados por otros. Ese quebranto puede ser sanado, “más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda” (Jer. 30:17).

En una sociedad tan alejada de Dios y tan desorientada, muchos con un vacío de la figura paterna se enfrentarán tarde o temprano al deseo de satisfacer ese afecto ausente con sustitutos pecaminosos.

Brad Sargent escribió: “Papitos, abracen a sus hijos hoy, mientras puedan, porque si no, tal vez, crezcan y busquen los brazos de otro hombre”.

Allí está el reto: caminemos junto a otros papás para ocupar el lugar como padres frente a nuestros hijos, ellos nos lo van a agradecer por siempre, y descansemos confiadamente en los brazos de nuestro Dios, de quien hemos “recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Ro. 8:15).

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