Depresión pastoral: Consejos prácticos para prevenirla

Por Leo Chain

Mientras estudiaba en la facultad, una profesora dijo en clase: “todas las enfermedades mentales son primas hermanas, todas se apellidan ansiedad”. Mientras me recuperaba de la impresión, pensé en lo que Dios nos dice a través del apóstol Pedro “Echen sobre Él toda su ansiedad porque Él tiene cuidado de ustedes” (1 Pedro 5:7, RVA).

A menudo se define ansiedad como “exceso de futuro”, nos preocupamos por cosas que aún no suceden, aunque también nos preocupamos por asuntos que simplemente no podemos sobrellevar solos. La Biblia dice que “mejor son dos que uno… porque si cayeren, el uno levantará a su compañero” (Eclesiastés 4:9-10), así que hay tentaciones, luchas, crisis y tormentas, que no deberíamos pasar solos, sino más bien buscar gente que pudiera brindarnos apoyo.

Jesucristo mismo pasó por un tiempo de gran angustia emocional. Leemos en Marcos 14:33-35 que Jesús “tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen. Pasando un poco adelante, se postró en tierra, y oró…” La Escritura nos dice que Jesús se conectó con Dios, pero antes de eso pudo apoyarse en sus amigos.

Recuerdo hace muchos años cuando pasé por un tiempo de crisis, de luchas que no quería hablar con nadie. No saben cuántas lágrimas había derramado en ese tiempo, cuántas oraciones elevé y cuánto dolor había soportado. A lo largo de los meses me desahogué con mi diario:

“Empecé a dañar mi cuerpo, me hice algunas heridas…

 Es una prisión que se va haciendo cada vez más poderosa, y de la que es más difícil escapar…

 No quiero seguir así, por ahora me resisto, pero no sé si podré aguantar más…

 Por favor, ¡Que alguien me ayude!”

Hubo días en los que la ansiedad y la melancolía me invadían y las emociones me jugaban una mala pasada. Me sentía distante de otros, rechazado, ni siquiera me reconocía. Ante otros tenía que fingir que todo iba bien, pero en la soledad de mi habitación sabía que no era así, que todo parecía gris y nublado.

En su misericordia, Dios permitió que, al pasar el tiempo, personas cercanas me alentaran para no volver atrás. Aparte de confesarlo a mi pastor, tuve que considerar la posibilidad de que mis padres y amigos más cercanos supieran las cosas contra las cuales estaba luchando en ese entonces, sabía que no podría lograr salir adelante si permanecía solo en esta jornada, así que tuve que ser valiente. Mis amigos y hermanos en Cristo se convirtieron en el abrazo del Padre hecho carne; estaban conmigo aun en los peores momentos, me abrazaron, oraron conmigo y por mí.

Cuando las cosas se ponían difíciles, además de la presencia de mis amigos, me aferré a Dios y su Palabra escrita; encontré una promesa que Dios me estaba dando en Isaías 41:10:

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”

Ese versículo bíblico me ha acompañado desde entonces; cuando he sentido temor, cuando he querido desmayar, siempre recuerdo la fidelidad de Dios. Él siempre ha estado ahí para ayudarme; no me ha dado todo lo que le he pedido, pero sí me ha dado lo que he necesitado.

Jamás pensé que, aun sin darme cuenta, pequeños cambios se habían estado operando en mi vida, en mi mente y en mi corazón. La presencia de mis amigos, quienes conocían mis luchas y me seguían amando, y el alimentarme de Dios y Su Palabra escrita me ayudaron a no estar más en total oscuridad; ahora había una luz al final del túnel, sobre todo, ¡tenía esperanza! y eso es algo que nadie podría quitarme.

Si usted es pastor y está pasando por un tiempo difícil, ¡por favor pida ayuda! ¡busque a sus amigos!

Es un periodo para cuidar el templo del Espíritu Santo, así que le comparto algunos consejos prácticos que le pueden ayudar a cambiar los pensamientos negativos y mejorar las relaciones interpersonales, lo que nos permitirá mantener el rumbo y saber que no estamos solos en nuestra lucha.

  1. Ajuste sus metas y expectativas. Revise aquellas que son irreales y que quizá están causando desánimo por no alcanzarlas. Jesucristo dijo en Lucas 14:28 que hay que hacer una pausa, sentarnos y calcular los costos y riesgos de un proyecto.
  2. Esfuércese en tener una actitud de agradecimiento. La gratitud es donde comenzamos a experimentar a Dios de una forma maravillosa. Todo lo que tenemos es un regalo, y también un préstamo, así que necesitamos agradecer a Dios cada día, porque hemos recibido tanto de su mano (1 Crónicas 29:14).
  3. Delegue. Ningún pastor puede hacerlo todo solo; la Biblia nos muestra en 1 Corintios 12 que Dios une al cuerpo y sabe el rol que cada cristiano debe desempeñar, por lo que es muy importante delegar ciertas responsabilidades para concentrarse en la enseñanza de la Palabra de Dios y el cuidado de las personas.
  4. Rodéese de amigos sabios que amen a Dios, y que le amen a usted, que sepan sus luchas, con quienes pueda ser transparente y rendir cuentas, Salmos 32:3, RVC “Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”.
  5. Busque ayuda profesional, a un consejero capacitado, a un psicólogo cristiano confiable o a un pastor con quien pueda abrir su corazón, a fin de tratar y resolver aquellos asuntos o heridas del pasado que han quedado relegados. Tenga presente que la Biblia dice en Isaías 53 que, en la cruz, Cristo pagó por nuestras enfermedades (cuerpo), dolencias (alma) y pecados (espíritu), así que usted necesita ayuda integral, y en Jeremías 33:6 dice que Dios ha enviado “sanidad y medicina” para nuestro cuidado.
  6. Mantenga una rutina de oración, aparte un tiempo para hablar con Dios todos los días (1 Tesalonicenses 5:17), para alimentar su espíritu y su alma, para que usted pueda tener la convicción interna de ser amado por Dios, de estar contenido en él y de pertenecer al Padre. Es interesante que, mientras usted ora, el lóbulo frontal, el cual es responsable del pensamiento creativo, se activa, por lo tanto, la oración nos ayudará a encontrar la mejor solución a los problemas, y a tomar mejores decisiones. Orar también reduce la presión sanguínea, elimina la depresión y la ansiedad, reduce el pulso del corazón, proporciona bienestar emocional, alivia dolores, y provee una sensación de paz y tranquilidad. Se ha comprobado que orar al menos doce minutos al día, retrasa enfermedades relacionadas con el envejecimiento, reduce el estrés y la ansiedad, tal como dice en Santiago 5:13Si alguno está afligido, haga oración”, y el versículo 15 agrega que la oración de fe trae sanidad, y Dios obra para la recuperación.
  7. Tenga pensamientos de esperanza. Hay estudios que demuestran que los pensamientos de desesperanza después de un periodo de estrés, generan hiperactividad, agresividad, impulsividad, fluctuaciones del humor, irritabilidad, ansiedad, insomnio, depresión, migraña, dependencia emocional y algunas alteraciones en el apetito; mientras que tener pensamientos justos, buenos, honestos, puros y amables, como dice Filipenses 4:8, y al mostrar actitudes positivas y de esperanza, nos ayuda a generar calma, paciencia, dominio propio, sociabilidad, adaptabilidad y un humor más estable.
  8. Hidrátese, tome líquidos en abundancia, evite bebidas estimulantes como café, refresco o té. Una ligera deshidratación puede causar efectos en el sistema metabólico y anticipar la aparición de fatiga, dificultad para concentrarse y hasta dolor de cabeza. Pudiera parecer algo simplista, sin embargo, hasta la Biblia menciona en Juan 4:15 que “el agua sacia la sed”, y en Juan 7:37 que “si alguno tiene sed, beba”. Dios quiere que tengamos cuidado del templo del Espíritu Santo.
  9. Respire. La respiración abdominal tiene por sí sola la capacidad de producir cambios en el cerebro. Favorece la secreción de endorfinas, por lo que debemos aprender a respirar y relajarnos. La Biblia menciona en el Salmo 150:6 que “todo lo que respira alabe a Jehová”, por lo que cuando respiramos adecuadamente podemos relajarnos y, como dice 1 Pedro 5:7echar sobre Él toda nuestra ansiedad, porque Dios tiene cuidado de nosotros”.
  10. Haga ejercicio. Las personas físicamente activas tienen menores índices de ansiedad y depresión que las personas sedentarias. 1 Timoteo 4:8 dice que “…el ejercicio físico trae algún provecho”, por lo tanto, el ejercicio ligero, como caminar o trotar, puede brindarnos grandes beneficios al aumentar nuestra capacidad y nivel de respuesta, siendo más eficaces para responder y hacer frente a las sustancias químicas cerebrales asociadas con el estrés, la ansiedad y la depresión. Hacer caminatas de oración, puede ser muy benéfico, en todo sentido.
  11. Duerma bien. Eclesiastés 4:6 dice que “más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu”. La privación del sueño hace que el sistema inmunológico entre en acción, estresándolo y reduciendo las defensas, por lo que debemos buscar descansar y tener un buen tiempo para dormir. Recordemos que Génesis 2:2 menciona que Dios reposó de toda la obra que había hecho y en Éxodo 16 instituyó el día de reposo como mandamiento, así que defina al menos un día de la semana para descansar.

Estimado pastor, espero que estos consejos prácticos puedan ayudarle para prevenir la depresión en su vida y que, como 2ª de Juan 8 nos recuerda, “miremos por nosotros mismos, para que no perdamos el fruto de nuestro trabajo, sino que recibamos galardón completo”.

No hay como los amigos y la Palabra de Dios, para infundir a nuestra alma y espíritu pensamientos de sanidad y esperanza.

“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Salmos 34:18).