Por Frank Worthen

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano” Salmo 32:3, 4

En algún momento Martín parecía tenerlo todo. Pero esa fase de su vida se había esfumado. Ahora se encontraba en medio de una severa depresión.

“No sé qué es lo que pasa conmigo”, me dijo en una sesión de consejería. “¡Parece como si me fuera a romper en pedazos!” Aunque no había practicado la homosexualidad, Martín tenía un gran interés en el estilo de vida homosexual. Se encontraba a una corta distancia de sus límites, como una mariposa revoloteando alrededor de la flama.

Por Leonor M.

Hay una historia muy peculiar:
Una mañana muy fría, un hombre iba de prisa hacia su trabajo. Al doblar una esquina en su carro, vio a un niño que apretaba su nariz contra la vitrina de una panadería. Allí dentro, el panadero amasaba una mezcla fragante para una nueva horneada de pan.
El niño huérfano, hambriento, observaba cada movimiento del panadero. El hombre detuvo su vehículo, descendió y fue hasta donde estaba aquel pequeño.
Hijo, ¿te gustaría comer alguno de esos panes? El niño quedó asombrado.
-¡oh! sí… me gustaría mucho.
Entonces el hombre entró y compró una docena; los puso dentro de una bolsa y  volvió donde estaba el niño afuera, de pie.
-Aquí están -ofreció el hombre, extendiendo la bolsa al niño.
Al irse, sintió que tiraban de su camisa. Miró hacia atrás y oyó cuando el niño le dijo: -¡Señor!… ¿usted es Dios?