Una rendición que trae vida – Kevin Oshiro
Una rendición que trae vida – Kevin Oshiro
Cuando tenía cuatro años de edad, fui acosado sexualmente por un amigo de ocho años. Ese mismo año, me cerré emocionalmente a mi padre. La actividad sexual con mi amigo continuó hasta la adolecencia. Estos factores me dejaron con un anhelo de afecto masculino, y la creencia de que el sexo era una muestra de afecto.
Mis experiencias sexuales empezaron a incluir a otros compañeros de escuela en el tercer grado. Incluso en aquel entonces recuerdo que las sensaciones físicas eran placenteras, acompañadas con una excitación de hacer algo instintivamente prohibido.
En algún momento de edad escolar, emepecé a sentirme “diferente” de los demás muchachos. Anteriormente había sido amistoso y expresivo; ahora era solitario y retraído. Durante la secundaria, comencé a hacer amigos pero aún me sentía fuera de lugar. Anhelaba un amigo especial que me hiciera sentir seguro y valioso. Mi búsqueda me llevó a caer en varias relaciones intensas de dependencia emocional. Estaba demasiado asustado como para acercarme a otros chicos buscando tener sexo porque mi deseo estaba vinculado a un horrible nombre: “homosexualidad”.
Creo que sabía cuál era mi problema, pero no podia encararlo llamándolo por su nombre. El buscar ayuda ni siquiera se me ocurrió; la vergüenza y el temor al rídiculo eran muy profundos.
Después de la universidad, me mudé a los Angeles. Una noche me emborraché en una fiesta de oficina, fui a una librería pornográfica y tuve un encuentro homosexual. Me fui a casa sobresaltado, disgustado conmigo mismo. -¡Oh Dios mío-, gemí. -¿Qué es lo que hice?- El hecho de que estaba excitado por la experiencia era algo que más me horrorizaba.
Luché con mis deseos sexuales durante otro año, luego finalmente confié en mi única amiga en ese entonces -una lesbiana bebedora-. Ella me introdujo a los bares gay en los Angeles. Era enero de 1982.
Les decía a los demás que yo había nacido gay, aunque realmente nunca creí en mis propias palabras. Aceptar una mentira era menos doloroso, que creer que había una solución -una que no había encontrado, y pensaba, nunca encontraría. Así que simplemente decidí sacar el mejor provecho de la situación.
Conscientemente, me sentía más feliz. Rindiéndome a mis deseos había terminado el conflicto interno. Ahora puedo ser mi misma verdad, pensé. Pero el ciclo de beber, bailar, y tener sexo me impedía ver lo que la homosexualidad estaba haciendo en mi vida. La ausencia de lucha me dio sólo una ilusión de la libertad.
Pensé que la excitación de buscar y ser buscado era algo satisfactorio para mí. En verdad, el correr de la adrenalina aumentaba mi creciente soledad y silenciosa desesperación de hallar a alguien que realmente amara.
Llegué a ser adicto a la excitación de los bares, librerías de pornograría y baños publicos. El sexo proveía un deforme sentido de aventura. Conscientemente evitaba aprender sobre el SIDA.
Algo estaba faltando en mi vida, algo que no podía identificar. Me aventuré a buscar una iglesia, pero desistí de la idea poniéndola en la lista de pendientes.
Más tarde en 1984, era lo suficientemente miserable como para tratar de orar. No había un reconocimiento de Jesús en mi mente; pensé que un nuevo trabajo resolvería todos mis problemas. Dios, en su misericordia, estaba conduciéndome hacia Él. Empezó trayendome algunos nuevos amigos a mi vida. Pronto descubrí que eran cristianos.
¡Qué raro! Pensé. ¿No es el cristianismo sólo para gente echada a perder que necesitan una muleta? Y aún así estos amigos no estaban ni abatidos ni mudos. En cambio, tenían algo que no había visto antes: paz.
Cuatro meses más tarde, era tan infeliz que finalmente me rendi: -Muy bien Dios, he tratado de hacer que mi vida funcione. No está funcionando. Déjame intentar ahora a tu manera-. El siguiente mes le pedí a Jesucristo que fuera el Señor y Salvador de mi vida.
En vez de experimentar el gozo de mi salvación, estaba miserablemente convicto por mi homosexualidad. Los siguientes meses, persistí en asistir a la iglesia, a menudo cabeceando de cansancio debido a mis encuentros sexuales de la noche anterior.
Durante este período, estaba confundido sobre la homosexualidad. -Señor-, oré, -Tu Palabra dice que está mal, pero mis sentimientos son tan fuertes. Por favor, muéstrame qué es lo correcto y te obedeceré-. Unos días más tarde, fui aun servicio entre semana. Un joven audazmente habló de cómo Dios lo había sacado de una vida de prostitución masculina. Impresionado por su valor, hablé con él después del servicio.
-Soy gay-, le confesé. -Pero no puedo hacer nada sobre ello porque así nací-.
Martín me mostró algunos pasajes de las Escrituras sobre la homosexualidad. “Y eso eran algunos de ustedes”, leyó en 1 Corintios 6:11 ¿Estás familiarizado con la conversión del Apóstol Pablo? me preguntó. Si Dios puede cambiar a alguien tan ruin como Pablo, ¿No crees que también puede hacer algo en tu vida?
Supe que Dios estaba contestando mi oración en la que le pedía dirección. Esta no era la respuesta que esperaba, pensé. Pero Señor, te voy a obedecer.
El siguiente mes fue horrible. A pesar de mi resolución de mantenerme alejado de librerías para adultos, continué entregándome a mis deseos. Finalmente le reñí a Dios frustrado. – No puedo soportar esto. ¿Qué se supone que debo hacer? ¡Estoy tratando de cambiar pero sencillamente no puedo hacerlo!-
-Exactamente-, me contestó calladamente.- Oh, mmmmh ¿podrías ayudarme?- La promesa de Dios de completar la obra que había comenzado en mi vida (Filipenses 1:6) comenzó a penetrar.
Poco después, descurí el libro Coming Out (Saliendo) por Pat Boone, en una librería cristiana. Encontré el nombre de un ministerio ex gay en la parte final, y me alentaron a contactar un grupo local llamado Desert Stream (Arroyo en el Desierto).
La reunión proveía un sntuario, un lugar en el cual me sentía seguro de hablar honestamente sobre mis luchas. Dios usó a los otros hombres para proveer un sentido de seguridad y pertenencia. La sanidad había empezado.
Después de uno o dos meses de abstinencia sexual, pensé que estaba listo para un liderazgo ministerial. Cuando los líderes de Desert Strean gentilmente trataron de señalarme que no estaba listo, me convencí de que ya no necesitaba su ayuda, y dejé de ir a las reuniones. Un mes más tarde caí de bruces. Después de caer repetidamente en pecado sexual, regresé cojeando a Desert Stream y me uní a su programa de 20 semanas de “Aguas Vivas”.
Dios usó el programa en una forma más allá de cualquier cosa por la que yo hubiera orado o esperado, mientras El empezaba sanar los problemas relacionales que formaban la médula de me homosexualidad.
Empecé a ver en donde mis padres había fallado -pero también donde yo había albergado expectativas injustas y amargura contra ellos. El perdón estableció el fundamento para una restauración en nuestra relación. Dios también me recordó de un voto de infancia -Nunca seré como mi papá- eso me estaba bloqueando e impidiendo que aceptara mi identidad masculina. Comencé a saber de cuán dañinos habían sido los años de actividad sexual.
Renuncié a esos pecados pasados, y empecé a experimentar a Dios de una nueva forma, como un Padre amoroso. También fui capaz de dar y recibir calor genuino y cuidado por medio de mi pequeño grupo en “Living Waters”. A través de la camadería y progresando con la comprensión de las cosas que me había conducido, recibí la fortaleza para detener las relaciones sexuales.
Un día, sin embargo, expresé mi temor de caer otra vez en pecado sexual a mi líder de grupo. -¿En quién vas a poner tu confianza, en tu pecado, o en Jesús?- me preguntó. Esa observación realmente me liberó; me di cuenta de que ya no era esclavo de mis impulsos. Hubo muchas llamadas cercanas ese año, pero las tentaciones ya no fueron un preludio automático para el pecado.
Muchas heridas ocultas salieron a la luz ese año. Pero el dolor estaba siendo quitado. Muchas heridas aparecieron al encarar la realidad, sabiendo que tenía que abandonar todas las formas pecaminosas que había utilizado para manipular el amor y la aceptación de los demás.
Me di cuenta que tenía un interés en aconsejar, y finalmente reuní los requisitos como obrero voluntario de Desert Stream.
En 1987, me dijeron que Amor en Acción, cerca de San Francisco, estaba solicitando un miembro para su personal. Todo esto me pareció una aventura. ¡Es lo que siempre había querido!
El Señor era furtivo. Él sabía que necesitaba el tipo de madurez que Love in Action me proporcionaría, pero también sabía que era demasiado orgulloso (y miedoso) para realmente ser aceptado para su programa.
Durante los siguientes cinco años, mi involucramiento en el liderazgo con LIA me dio una extraordinaria educación. Tenía que luchar usando aplicaciones tangibles de las Escrituras en la vida real, un lento comienzo para comunicar la verdad en amor, para servir cuando preferiría dormir. Tenía que ver la luz avanzar a los ojos de la gente mientras se conectaban con Jesús. También creo que compartí un poco el dolor del Señor cuando vi amigos rendirse y abandonar la verdad por mentiras.
Sin embargo, ver a gente retomar la homosexualidad tenía un beneficio. Ver el dolor que su egoísmo causaba a amigos y familiares me daba una pausa extra cuando era tentado. La etiqueta del precio del pecado llegaba a mi mente; no quería herir a toda la gente que había cuidado de mí.
En 1992, llegué a la conclusión más significativa. Me había estrellado duro emocionalmente por una serie de desilusiones. Estaba furioso con Dios y con la gente, y de esa forma contemplé la idea de rebelarme. Examiné mentalmente si la homosexualidad tenía algo que ofrecerme.
¿Demasiado antiespriritual como para considerarlo? Quizá sí, pero al mismo tiempo no me importaba. Ahora, mirando atrás estoy agradecido de que Jesús no me haya limpiado inmediatamente de mis problemas y mi dolor.
Y esa es la causa de que haya llegado a conclusiones críticas; aún con heridas, incapacidad y enojo, como los había sentido estando en el Señor; la vida con El era mejor que los mejores días de mi antigua vida. A través de este período de “etapas oscuras”, también tuve que empezar a encarar mi inmadurez, las demandas de un pequeño niño hambriento de atención, y sin creer aún que el mejor, más puro y fiable lugar para encontrar amog es con su Padre.
Dios me había librado de adicción sexual, incluyendo una larga lucha de toda la vida con la masturbación. Me está ayudando a abandonar las fantasías sexuales, ayudándome a ver la realidad que, aunque hay tentación, realmente no quiero seguir lo que sé que es destructivo – así que por qué avivarlos hablando extensamente de ellos?
Estoy descubriendo lo que tengo en común con otros hombres sobre fuerzas y luchas. Es un alivio encontrar que la mayoría de mis problemas son asuntos comunes de otras personas e individuos.
Una vez acepté la homosexualidad a causa de una resignación sin esperanza. Ahora acepto la realidad de que el deseo puede o no desaparecer por completo de este lado del cielo. ¿Pero rendirme a ello? No, gracias -no cuando el Señor continúa enseñándome la sanidad que viene a través de la rendición a El.
Kevin actualmente trabaja para Exodus International como director de conferencias.