Por Verónica Izaguirre

“Después dijo Jehová Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él‘”

Génesis 2:18

Dentro de cada uno de nosotros existe una necesidad para relacionarnos con otros. Dios puso esa necesidad dentro de cada persona como una necesidad básica que debe suplirse. Así como el hambre, la seguridad, y la necesidad de descansar se deben satisfacer; la necesidad de relacionarse pulsa por nuestros cuerpos con frecuencia.  Ya que esta es una necesidad legítima, pero si experimentamos rechazo y esa necesidad queda sin ser suplida, nos impulsará a buscar algo que llene ese hueco.

Cómo Dios quiere sanar las heridas dejadas por tu padre terrenal

¿Existe un vacío en tu corazón que tiene la figura de tu papá?

Toda hija sabe lo importante que es la palabra “papi”. Y cuando un padre nos decepciona, eso nos puede afectar por el resto de nuestras vidas. Ya sea que tu padre abusó de ti, te ignoró o te abandonó, el resultado es un vacío que desea llenarse.

Manual de primeros pasos para ayudar en la recuperación del quebrantamiento sexual

Intimidad Quebrantada es un manual práctico para aquellos pastores y consejeros que están iniciando un proceso para acompañar a personas batallando con quebrantamiento sexual. Es un esfuerzo para contribuir al tratamiento y la recuperación de esas víctimas que ahora pueden romper el silencio y el ciclo de adicción.

En este manual se podrán aprender algunas herramientas para disminuir la ansiedad y que el aconsejado pueda hablar, confrontar y cambiar ideas, creencias y patrones inadecuados sobre sí mismo, sobre otros y sobre la vida.

También encontrarán formas adecuadas para tratar con la adicción, las etiquetas, el abandono, el sufrimiento y las relaciones interpersonales.

INTIMIDAD QUEBRANTADA

Autor: Eduardo Cadena

81 Páginas

$150 MXP

$ 8 USD

Las personas heridas hieren a otras personas

Algunas formas de abuso son más devastadoras de lo que uno se puede imaginar. Y tristemente, la devastación rara vez se detiene en la víctima. Las ondas del primer acontecimiento se extienden mucho más allá de la persona abusada y de la familia de él o ella. A veces esto se llama el ciclo del abuso, y en varias formas esto puede continuar a través de la vida de la víctima. Como dice el dicho, las personas heridas hieren a otras personas. Un periódico local en California, el Lodi Sentinel, informó recientemente de un estudio realizado por el Departamento de Justicia que “pinta retratos de vidas rotas y da claves de por qué el año pasado más de medio millón de personas estuvieron chocando con las autoridades locales”.

Don Schmierer
Adaptado del libro “Sanando Heridas del Pasado”

El hermano de Ricardo, Juan, quien también tiene un tipo de personalidad sensible / orientada a las relaciones interpersonales, cuenta una historia algo diferente. Él ha luchado con atracciones hacia el mismo sexo desde la adolescencia, y está confusión cuidadosamente escondida le ha producido un tremendo sentimiento de culpa y vergüenza. Y aunque se casó y tuvo hijos, nunca fue realmente capaz de relacionarse con sus hijos. Para hacer las cosas peores, él reaccionó a la disciplina dura de su padre yendo en la dirección opuesta con su propia familia. Él no disciplinó ni puso límites con sus hijos. Era su esperanza que siendo un padre amoroso formaría niños amorosos y cooperadores.

En sus estudios con mil adictos al sexo, Pat Carnes encontró que el 97% habían sido víctimas de violencia emocional, el 74% habían sido maltratados físicamente, y el 81% habían sido víctimas de abuso sexual.  Esto revela que la violencia desempeña un papel importante en el desarrollo de la adicción sexual. Para que el adicto al sexo pueda sanarse es vital que entienda la violencia que sufrió y cómo lo ha afectado.

Veamos cómo opera la violencia en la adicción sexual:

José y su esposa, María, han tenido discusiones respecto al sexo desde hace años. Desde la luna de miel, José lo exige y María suele negarse. Entonces José se siente rechazado, herido y muy enojado, mientras que María se siente denigrada, manipulada y también muy enojada. Sus discusiones son violentas y destructivas. Ambos se sienten culpables porque no pueden complacerse. Piensan que tienen un horrible matrimonio porque su vida sexual está vacía. José es también un adicto al sexo: se masturba, mira pornografía, y frecuenta prostitutas.

La intensidad de sus discusiones obedece a viejas heridas originadas en sus respectivas familias. La madre de José lo abandonó emocionalmente: ella nunca tenía tiempo para él. María fue violada varias veces por su padre cuando tenía entre 12 y 16 años. Cuando José desea tener relaciones sexuales, María recuerda el trauma del incesto. Cuando María lo rechaza, José recuerda cómo su madre lo rechazaba. José no tiene sexo con las prostitutas porque lo necesite y no pueda tener relaciones sexuales con María. En realidad, quiere encontrar el amor, cuidado y afecto que nunca recibió de su familia.

La violencia doméstica es cualquier acto cometido por un miembro de la familia que dañe o lesione a otro familiar. Estas heridas afectan negativamente y por el resto de su vida a quien la sufre, a no ser que él o ella las entiendan y se recuperen.

El ciclo de violencia es vicioso: la mayoría de las personas agresoras a su vez fueron víctimas de maltrato. Muchas familias tienen una larga historia de violencia que se remonta a varias generaciones. La violencia es un medio por el que ¨los pecados de los padres¨ se transmiten de generación en generación (Éxodo 20:5), y de cómo los pecados del padre y la madre no se olvidarán (Salmo 109:14). El pecado sexual de David con Betsabé dejó una herencia de problemas sexuales, incluyendo incesto y el asesinato.

Ahora bien, describimos la violencia con el fin de comprenderla, no con el propósito de culpar, el entendimiento posibilita la sanidad, la culpa implica un juicio. Para entender la violencia y poder sanarse, la víctima necesitará enojarse. La víctima necesitará eventualmente  enfrentar al padre o al agresor. Tanto la ira como el enfrentamiento son medios para sanar a la víctima, no para culpar al agresor, y constituyen elementos vitales en la recuperación de la adicción sexual.

Tipos de violencia

En la identificación de las heridas y la violencia doméstica es importante considerar cuatro aspectos de la experiencia humana que pueden ser afectados por la violencia: el emocional, el físico, el sexual y el espiritual.

Hay dos tipos de violencia: la invasión y el abandono.

Si la familia tenía límites muy inciertos, es posible que no se hayan respetado los límites emocionales físicos, sexuales o espirituales, se trataría de una invasión. Si los límites eran demasiado rígidos, los miembros de la familia no recibieron el amor, la atención, el cuidado, o la información que necesitaban para prosperar, sería un caso de abandono.

A continuación se  presenta un esquema de los ocho tipos de violencia, se detallan los dos tipos de abuso: invasión y abandono, y cómo se pueden presentar en los cuatro aspectos de la experiencia humana mencionados, conformando cuatro columnas. El esquema nos ilustra cómo una persona puede sufrir una invasión y/o abandono emocional, físico, sexual, o espiritual. Al revisarlo,  quizá identifique el tipo de violencia de que fue víctima y desee hacer su propio esquema en una hoja de papel.

El Abuso

Pídale al Espíritu Santo que le ayude a  entender y a aceptar cualquier experiencia dolorosa que haya tenido en la vida para poder sanarse. Pida a Dios su protección y fuerzas mientras reflexione en las heridas familiares y la posible violencia sufrida. No se trata de estar ¨escarbando¨ en busca de experiencias, sino en permitir que el Espíritu Santo traiga a luz lo que Él desea sanar, trátese con cariño, y si siente que su dolor se vuelve insoportable, busque ayuda de un consejero o persona madura en Cristo que pueda apoyarle.

El maltrato y la vergüenza

Cuando se maltrata a los niños, éstos se lastiman desde el punto de vista emocional, sexual, espiritual, e incluso físico. Ellos son demasiado pequeños e indefensos para protegerse solos de estas heridas. ¿Qué pueden pensar los niños de sí mismos cuando se les invade o se les abandona?  Llegan a una conclusión muy lógica: ¨Si me está pasando esto, debo ser malo; porque se castiga a las personas malas¨. ¨Si nadie me ama debe ser porque soy malo, porque todos aman a las personas buenas¨.

Estas heridas producen un sentimiento muy intenso de vergüenza. Es posible experimentar la vergüenza de manera sana o enferma. La vergüenza sana reconoce que todos tenemos habilidades y limitaciones, es parte de la condición humana y lleva a una persona a depender de forma sana de otros y de Dios. La vergüenza sana nos confirma que como seres humanos no podemos ganarnos la salvación y de que dependemos de Dios.

Las víctimas de violencia, sin embargo, han interiorizado este sentido de vergüenza y creen que no sirven para nada. La vergüenza morbosa quiere hacernos creer que no merecemos la salvación de Dios y que ni siquiera podríamos aceptarla. Éste tipo de vergüenza convence a las personas de que tiene una naturaleza mala. La Dra. Sandra Wilson, diferencia la vergüenza de la culpa: ¨Sentimos culpa cuando sabemos que hemos cometido un error. Sentimos vergüenza cuando sentimos que somos un error¨.

La vergüenza morbosa impide que los individuos reconozcan lo que valen como personas, y es el principal sentimiento en el niño maltratado y herido. Junto con este sentimiento central hay otros sentimientos: el niño abandonado se siente solo y triste, el niño maltratado siente ansiedad y temor.

El enojo suele acompañar a la vergüenza. Aunque las víctimas de violencia creen que merecen el maltrato, hay otra parte de ellas que está tremendamente enojada con la agresión. No obstante bloquean este sentimiento y ni siquiera se permiten experimentarlo. El sentimiento subyacente infecta todo, y a veces se revela como un comportamiento adictivo. El enojo se filtrará de alguna manera a pesar de todos los intentos que la persona haga por reprimirlo.

Los adictos al sexo pueden estar irritados con Dios y piensan: ¨¿Porqué dejó Dios que me sucediera esto?¨. Puesto que Dios no previno el abuso, el enojo puede hacer que el adicto al sexo concluya, justificándose: ¨No me importa lo que piense Dios. Él no me ayudó, me tendré que ayudar yo mismo¨.

Cuando se maltrata los niños y a los adolescentes en su lógica piensan: ¨Si fuera una buena persona, esto no me sucedería¨, o ¨Si fuera una buena persona, alguien supliría mis necesidades¨. La conclusión lógica es que deben ser personas malas que no sirven para nada.
Este razonamiento triste, desesperado, inducido por el enojo y la rebelión, convence a los adictos al sexo de cuatro opiniones sobre su persona:

1. Soy una persona mala y no sirvo para nada.

2. Nadie me amará como yo me amo.

3. Nadie puede satisfacer mis necesidades excepto yo.

4. El sexo es mi necesidad más importante.

El adicto al sexo cree que la actividad sexual es la única manera de satisfacer su necesidad de amor, cuidado y afecto. Para muchos de ellos el sexo fue la única atención y el único contacto físico que recibieron. Aprendieron a asociar el amor, el cuidado, el contacto físico y el sexo. El sexo se convirtió en una necesidad imperiosa porque era la única necesidad que podían satisfacer.

Los adictos al sexo para satisfacer sus necesidades profundas de amor y para sobrellevar el sentimiento de vergüenza que los agobia, utilizan en términos generales dos grandes mecanismos de defensa: el escapismo a través de diversas adicciones y la codependencia.

Lo anterior se ilustra en la gráfica siguiente:

El niño abusado o herido

El inicio de la recuperación

Ser víctima de una agresión cometida por uno de los padres o un miembro de la familia puede ser una experiencia muy fuerte. Provoca sentimientos intensos, de confusión, terribles, los que a su vez pueden generar mecanismos de defensa que sean pecaminosos y autodestructivos. Las personas que pecan y se apartan de Dios a menudo se han sentido privadas del amor de sus padres. Para cambiar, además de la violencia, deben aceptar que hicieron lo mejor que podían: sobrevivieron. Ahora sin embargo, tienen otra alternativa, y pueden decidir aceptar el amor de Dios, que no es como el de su familia.

Cuando se comprende la violencia sufrida, la víctima puede darse cuenta de lo que sucedió y decidir cómo hará para convivir con su dolor mientras se recupera de la adicción. De esa manera entenderán lo doloroso que fue la violencia, cuánto temor, soledad y enojo sintieron. Admitir estos sentimientos y encontrar maneras saludables de expresarlos y soportarlos contribuirá a su recuperación.

Al enfrentar la violencia, la víctima acepta la gravedad de su experiencia y procura evitar que el comportamiento se repita en el futuro. Las víctimas de violencia necesitar estar en guardia para no reiterar los errores de sus familias. Todos tendemos a reproducir lo que aprendimos en la niñez. A pesar de lo agresivas que pudieron haber sido las conductas familiares, nos criamos en un medio que considerábamos normal, podemos llegar a repetir los patrones violentos sin pensarlo.

Los adictos al sexo deben reflexionar sobre lo que le sucedió, comprenderlo, permitirse aceptar el dolor en vez de eludirlo con una adicción, y enfrentarlo como señal de que saben que estuvo mal. Se trata de un proceso que puede ser largo, pero que es vital para tomar decisiones beneficiosas en el futuro. Con la toma de estas nuevas decisiones, los adictos al sexo rompen el ciclo de comportamiento violento y de pecado, y entonces los pecados de los padres no se transmiten a las futuras generaciones.

Esta conciencia constructiva servirá para honrar a nuestra familia conforme a los mandamientos de Dios. Cuando Natán confrontó a David por su adulterio con Betsabé, honró a David para procurar su restauración. Cuando los adictos al sexo buscan que sus familiares reconozcan su culpa, los están honrando porque procuran su restauración y la reconciliación. La restauración sólo es posible cuando se dejan de repetir las conductas pasadas y es posible expresar los sentimientos y discutirlos con franqueza.

Tomado y adaptado del Libro “Cómo sanar las heridas de la adicción sexual” del Dr. Mark R. Laaser, fundador del Ministerio Leal y Confiable.

Por Don Schmierer

He estado con una madre que estaba muriendo de cáncer, tenía su corazón destrozado porque dejaba atrás a  una familia joven para ser criada por el padre. No hace mucho tiempo, mi esposa y yo nos sentamos con una madre despojada, quien quedó sola para criar a sus niños después de que su esposo fue asesinado por un conductor ebrio. He visto la devastación de la vida y la propiedad ocasionada por lo que las compañías de seguros llaman “actos de Dios o desastres naturales”. Mi corazón se ha dolido sobremanera en la medida en que he llegado a conocer a las víctimas entre mis prójimos –almas desechas, con carne y sentimientos humanos y sueños, así como los suyos y los míos. Podría escribir una obra de libros acerca de las heridas y dolores que he encontrado.

Si, la vida es injusta. La vida lastima. La vida deja atrás al herido, al quebrantado y al perdido Y eventualmente se hace la pregunta, “¿Así que dónde estaba Dios? ¿Cómo pudo permitir Él que esto aconteciera?” Tristemente, a causa del enojo dirigido a Él, mujeres y hombres heridos, a menudo rehúsan ir a la misma Fuente de curación y esperanza que ellos necesitan tan desesperadamente. ¿Es Dios, en realidad, responsable? A mí me gustan las palabras de Phillip Yancey en Tratando de Alcanzar al Dios Invisible,

“Cuando la Princesa Diana murió en un choque de automóvil, yo recibí una llamada telefónica de un productor de televisión ¿puede usted aparecer en nuestro programa? Preguntó él. Queremos que usted explique cómo pudo Dios permitir que un accidente tan terrible sucediera.” Sin pensarlo yo le contesté, ¿pudo eso haber tenido algo que ver con un conductor borracho que iba a noventa millas por hora en un túnel estrecho? ¿Exactamente, cómo estuvo Dios implicado?

 Jesús se afligió acerca de muchas cosas que sucedían en este planeta, una señal segura de que Dios las lamenta mucho más que nosotros… la Biblia no nos suministra respuestas sistemáticas a las preguntas de los “¿por qué?”, y a menudo las evita enteramente. La providencia divina es un misterio que sólo Dios entiende. … Ningún humano amarrado al tiempo, viviendo en un planeta rebelde, ciego a las realidades del mundo que no se ve, tiene la habilidad de comprender tales respuestas…”

 Tú puedes estar enojado con Dios. Puedes no creer aún en Dios. Y aunque creas puedes preguntarte si Él está interesado personalmente en ti, y si puedes confiar en Él.

Este Dios de quien te voy a hablar no es un campo de energía separado y desinteresado ni una fuerza cósmica. Él no es un amable abuelo que quiere que nosotros seamos simplemente “felices” y Él no es una palabra mágica que podemos decir para obtener cualquier cosa que queramos. También estarás contento de saber que Él no se parece a ningún padre áspero y disciplinador que has conocido en la tierra. De hecho, Su deseo es hacer inmensurablemente más que todo lo que pudieras pedir o imaginarte, (Efesios 3:20). Y esto es lo que tu Dios Padre dijo a su pueblo en tiempos antiguos, y todavía lo dice a su pueblo hoy:

“Porque Yo sé los planes que tengo para vosotros,” declara el Señor, “planes para darles prosperidad y no dañarlos, planes para darles esperanza y un futuro. Entonces me invocareis y vendréis y orareis a mí, y yo os oiré. Me buscareis y me hallareis porque me buscareis de todo vuestro corazón.” (Jeremías 29:11-13).

 Tomado con permiso del libro “Sanando heridas del pasado” De Don Schmierer, disponible en la librería de Exodus Latinoamérica, ventas@exoduslatinoamerica.org. Derechos Reservados.

Don Schmierer ha dedicado cuatro décadas de su vida al ministerio cristiano y la consejería. En 1958, mientras se encontraba al servicio de la armada de su país, se vinculó al ministerio Los Navegantes, el cual estaba dirigido a militares y estudiantes universitarios. Fundó “His Sevants” en 1958, continuando así su trabajo entre estudiantes, profesionales y líderes de iglesias. Él y su esposa Diana también han colaborado en varios programas cristianos para la recuperación de adictos. Don y Diana han estado casados por más de 40 años. Su trabajo incluye la administración de proyectos y propiedades. Viven en una granja en el norte de Carolina.

Todos los seres humanos pasamos por diferentes tipos de crisis. Entendemos por crisis las circunstancias adversas internas o externas que amenazan o rompen con nuestra estabilidad y seguridad. Las crisis pueden ser físicas, económicas, morales, emocionales, sociales o espirituales. Las crisis producen dolor y sufrimiento. Las crisis son dolorosas porque en ellas normalmente vivimos pérdidas, de confianza, credibilidad, paz, en algunas ocasiones de salud, o de cosas materiales, afectos, o personas a las que amamos.