Relaciones dependientes
Por Bill Hernández
Desde la caída del ser humano, nuestra seguridad interna perdió tamaño debido al pecado y por nuestra separación de Dios. La culpa y la alienación que resultó de este hecho continúa hoy día socavando nuestras vidas y se refleja en nuestra imposibilidad de desarrollar relaciones apropiadas con los demás. El motivo interno que nos hace relacionarnos con otros, sean estas relaciones de hombre y mujer, homosexuales o heterosexuales, puede ser el deseo de tener una seguridad interna, y es esto mismo lo que hace peligrar la relación. El deseo de sentirnos seguros emana de nuestra necesidad de sentirnos aprobados y aceptados, además de nuestra necesidad de sentirnos como seres libres. Entramos en una relación dependiente en espera de que esta relación supla la necesidad de estimación y aceptación propias. (Con esto no estoy sugiriendo que nos convirtamos en solitarios independientes. En Cristo, nosotros somos uno y somos interdependientes.) El problema al que me refiero es el de fijarnos en otra persona en busca de nuestra seguridad propia.
Los motivos egoístas son la base
En esencia, hacemos a otra persona responsable por nuestra seguridad al decir: “Deseo su vida para yo poder vivir”. Esto incapacita la relación resultando solamente en la posesividad la cual ilumina la libertad que es la base del verdadero amor piadoso. Ponemos nuestra esperanza en la otra persona, sólo para descubrir que la otra persona está haciendo lo mismo con nosotros. Es semejante a dos personas que están abrogándose y tratan de aferrarse una de la otra para salir a la superficie. Es un ciclo interminable de continuo conflicto. Los elementos destructivos en una relación como esta son la amargura, la ira y el odio que llega cuando la necesidad profunda de seguridad personal no es satisfecha. Esta situación se resuelve cuando dejamos ir la relación dependiente y encontramos algo verdaderamente seguro: el verdadero Salvador, Jesucristo.
La dependencia en las relaciones homosexuales
La dependencia es la verdadera causa que rompe las relaciones homosexuales. Algunos podrán discutir que algunas relaciones homosexuales son estables, pero yo digo que los amantes homosexuales permanecen juntos no por sentirse satisfechos, sino por un miedo mutuo de estar solos. Esta es una característica de la relación dependiente en general, y no sólo de la homosexual. Conformarnos con el segundo lugar es otra característica de esta relación: comprometemos nuestros valores personales y forzamos a la otra persona a comprometerse, todo para mantener nuestra seguridad personal.
En la relación con mi ex-amante, yo comprometía mis valores morales y mi expresión personal para mantener mi seguridad. Mi manera de relacionarme con esta persona era superficial y pasiva, y no expresaba mis verdaderos sentimientos. Yo no era temeroso, mediocre y dominado. Me sentía solo ya que no sentía seguridad dentro de mí. Me sentía deprimido y ansioso. Sabía que debía correr, pero tenía miedo de abandonar esta réplica razonable de la seguridad.
Dentro de esta relación de falsa seguridad, me sentía frustrado. Traté de que esta otra persona se abriera, pero nada de lo que él hacía era suficiente para mí. Cuando nuestra relación se hizo sexual, no puedo decir que esto me ayudó en ninguna forma, y sólo sirvió para crear más lujuria. Siempre deseaba más abrazos y halagos; siempre quería más, y entre más mejor. No podía aceptar lo que ya había logrado hasta ahí. Me sentía rabioso y amargado contra mi ex-amante, pero ocultaba estos sentimientos dentro de mí, y por fuera era sólo sonrisas y camaradería. Cerca del fin de nuestra relación, mi contrariedad y resentimiento comenzó a afectar mi salud emocional y entonces comencé a darme cuenta que pasaría vacío el resto de mi vida. No importa con quién estuviera, los otros me arrebatarían mi existencia, y yo haría algo similar con ellos.
El abrazo del ahogado
Esta clase de relación aquí descrita es conocida comúnmente como “el abrazo del ahogado”, que logra destruir las personalidades de los participantes ya que uno al otro se imponen condiciones; y si uno de ellos no las cumple, la relación se pone en peligro. La relación dependiente encasilla a las personas. No existe libertad para crecer o para ser uno mismo. La identidad personal se hace cada vez más borrosa. Es una relación de amor y de odio en la que los participantes se oprimen y suprimen mutuamente. Las condiciones impuestas por uno y otro, son cada vez más exigentes que las anteriores (que generalmente no fueron cumplidas) y si lo fueron, se imponen nuevas condiciones que nunca serán alcanzadas. Cada uno se considera superior al otro.
La esclavitud propia
En cuanto más progresé en relaciones dependientes, más me esclavicé a mis propias necesidades. Me estaba perdiendo a mí mismo en un esfuerzo por salvar mi vida. Nunca puede escapar al hecho de que mi inseguridad comenzó con mi pecaminosidad y mi separación de Dios. Lo primero que hace la persona separada de Dios es buscar un sustituto para Dios, y yo lo creí encontrar en las relaciones homosexuales. El fracaso que experimenté al buscar mi seguridad en otra persona me enseñó lo inútil que es tratar de llenar mi vacío interior con otra cosa que no sea Dios. Desde que regresé al Señor, he aprendido a satisfacer mis necesidades de seguridad en Dios, y he ido ganando victoria sobre mi conducta dependiente.
Pasos para superarse
Al dejar a mi ex-amante para regresar al Señor Jesús, aprendí algunos pasos para resolver la relación dependiente. El primer paso es determinar si su estimación propia y aceptación propia se basan en la actitud de otros hacia usted. Si esto es así, usted se sentirá culpable y se condenará a sí mismo por no llenar las expectativas de otros. Habrá también frustración y sentimientos de ira y amargura hacia la otra persona, pues la necesidad de seguridad no se ha llenado.
El próximo paso es examinarse a uno mismo y nuestra relación con los demás. A veces fallamos al no ser sinceros acerca de lo que sentimos, nos hace falta firmeza y nos volvemos pasivos. Debemos reconocer que la pasividad, a menudo, enmascara sentimientos negativos y puede ser una forma de mentir, engañar y manipular. Si podemos reconocer que nuestra necesidad más profunda de seguridad no podrá ser satisfecha a nivel humano, el arrepentimiento y el compromiso con Cristo traerá la solución al problema de la seguridad. Él es el único que puede salvarnos de nuestra soledad y nuestra separación.
Si nos apoyamos en Cristo, encontraremos que el dejar ir a la otra persona, aunque es doloroso, estaremos ungidos de la fuerza y la gracia de Dios para hacerlo. Nuestra habilidad de ser honestos y genuinos con otra persona no dependerá de su reacción hacia nosotros, sino en el amor y la aceptación de Dios. La relación incorrecta tendrá su fin y aquella que esté tensa experimentará la reconciliación, Nuestra relación con otros se hará creativa y no destructiva conforme propagamos el amor y el perdón que recibimos de Dios. “Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). El elemento destructivo en la relación dependiente es el hacer a otra persona responsable por la forma en que nosotros nos sentimos. Solamente Jesús aceptó voluntariamente la culpa por nuestros pecados, aliviando así nuestra inseguridad. Él es el único camino hacia una seguridad absoluta y profunda en el Padre.
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en la gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19)
Bill Hernández nació en San José, California, se graduó de la Universidad de California en Berkeley. Bill estuvo en el ambiente homosexual desde 1974 hasta que llegó a nuestro ministerio “Amor en Acción” en abril de 1978. Él ahora está encargado de la correspondencia de este ministerio y participa también en la consejería y da charlas sobre el tema homosexual.