El matrimonio y el Ex-Gay
El Gozo de la Heterosexualidad
Poco tiempo después de yo haber “nacido de nuevo” le dije a Dios que yo estaría dispuesto a ir a cualquier sitio y hacer cualquier cosa que Él deseara excepto, desde luego, casarme.
Tras una década de intenso envolvimiento homosexual, el concepto de ser heterosexual era algo extraño para mí. Cuando surgía la idea del matrimonio yo no estaba en contra de ello, siempre y cuando no fuera yo el que se iba a casar. Según los planes de Dios, yo conocí a una agradable muchacha cristiana (en realidad una mujer hecha y derecha), y con el tiempo nos enamoramos, luego nos casamos. Ahora estamos en el proceso de vivir felizmente día a día. Nuestro matrimonio es maravilloso, aunque no siempre todo ha sido felicidad.
Estoy agradecido porque no permití que mi pasado homosexual pudiera impedirme disfrutar de esta gratificante relación con mi mejor amiga terrenal, compañera y amante: mi esposa. Como sabemos, el matrimonio no es una panacea para la homosexualidad, ni tampoco es prueba de que la homosexualidad ha sido vencida, pero es una de las muchas evidencias de la nueva vida que Jesús ofrece. El matrimonio no es una obligación, y yo no creo que fuera la intención de Dios que todas las personas se casaran. El matrimonio no es en verdad la única senda para la bendición de Dios, después de todo, Jesús nunca se casó (ni siquiera tuvo citas amorosas). Yo no creo que todo aquel que ha sido liberado de la homosexualidad tenga que casarse. La identidad heterosexual no depende del matrimonio. A pesar de ello, hay muchos ex-homosexuales que desean encontrar su identidad heterosexual al grado de contraer matrimonio y tener hijos. No hay nada malo en esto. De hecho, es bastante normal ponerse a tono con la vida. Sin embargo, existen ciertas consideraciones que merecen ser mencionadas.
En base a mi propia experiencia, me gustaría compartir con ustedes algunos puntos prácticos que descubrí mientras yo iba creciendo en una feliz heterosexualidad:
La base o fundamento comprende tu nueva identidad
Después de mi experiencia del “nuevo nacimiento” yo tuve que decidir entre ser homosexual célibe o un heterosexual no practicante. Yo me decidí por lo último que es, en mi opinión, la verdadera identidad, de acuerdo a las Escrituras, que Dios intentaba para mí. Como un cristiano nuevo, yo comprendí que ahora yo tenía el potencial para convertirme en esposo y padre.
Espera la tentación
Sí. Yo tuve que luchar con las tentaciones homosexuales, escenas anteriores y fantasías. Al principio yo temía que no estaba realmente libre. Me preguntaba a mí mismo si yo era una “nueva criatura” ¿por qué seguía siendo tentado de ese modo? Descubrí que la tentación era parte de la experiencia de todo ser humano, sin importar sus antecedentes. Las personas que han estado envueltas en la inmoralidad están más expuestas a la tentación sexual, pero la tentación es cosa común para todos nosotros. El mismo Jesús fue tentado, al igual que nosotros, en todo, pero El nunca cedió. Cuando yo me di cuenta de que Él vive en mí, descubrí que yo tenía el poder para resistir toda influencia maligna que se me presentara.
Cuando yo era atacado por malos deseos, yo contraatacaba con la Escritura, con alabanzas y mediante la limpieza y renovación de mi mente con la Palabra de Dios. Aprendí a dejar que mi vieja naturaleza muriera de hambre diciendo NO a mis impulsos pecaminosos, sin importar cómo me sintiera. Satanás usa las tentaciones para explotar nuestras debilidades. Desea que nosotros cubramos nuestras verdaderas necesidades por medios erróneos, medios que nos hacen pecar y romper la comunión con Dios. ¡NO LO HAGAS! ¡Nadie es merecedor de ello! Nadie te puede obligar a pecar. Tú eliges actuar como tú quieres y sientes. Cuando seas tentado, no desmayes, Dios sabe que tú ibas a tener luchas. A El eso no le sorprende. Cuando seas tentado, acude a Dios. Recuerda que Él está a tu lado. Permite que Él use esas pruebas para fortalecerte y refinarte.
No esperes una inmediata pasión por el sexo opuesto
En mi experiencia personal, yo me mantuve esperando que Dios me transformara enseguida en un ardiente Don Juan. Eso no sucedió. ¿Por qué mis hormonas no ardían cuando pasaba por mi lado una muchacha atractiva? ¿Dónde estaba el fuego? Por alguna razón pensaba que yo estaba negociando todas mis pasiones homosexuales por una serie de codicias heterosexuales. Yo estaba equivocado. Eso no era lo que Dios quería. Tenía mucho que desprender y mucho que aprender de nuevo para poder vencer. Los caminos de Dios y las normas del mundo difieren completamente. El mundo te dice que obtengas todos los deseos de la carne que puedas conseguir. En él la gratificación y la satisfacción ocupan el primer lugar, el lema es: Sé duro, indiferente, hazte rico y ten mucha relación sexual. Pero las normas de Dios para nosotros se reflejan perfectamente en su hijo Jesús: el hombre por excelencia.
Nunca se nos dice cuan “macho” era Jesús, pero sí sabemos que todo lo que Él hizo agradaba al Padre. ¿Cuál es entonces la verdadera hombría? De acuerdo con el ejemplo que Jesús nos dejó, la verdadera regla de masculinidad se refleja en amar a Dios con todo tu ser y amar a otros como a ti mismo. La verdadera hombría se expresa a través de un celo por Dios, control propio, obediencia a la verdad y autoridad, compasión, humildad y espíritu de servicio. Las normas que Dios tiene para el “verdadero hombre” son las mismas que Él tiene para la “verdadera mujer”. Contrariamente a las metas irrealistas del mundo, las metas de Dios se pueden alcanzar con su ayuda. Esto incluye el casarse si esa es su voluntad. Dios siempre nos habilita para hacer su voluntad, si estamos dispuestos a tratar.
Desarrollando relaciones puras
Esto fue extremadamente importante en mi proceso de sanidad. Como un cristiano nuevo, yo estaba en una buena posición con Dios, y empecé a desarrollar una relación con El. Del mismo modo, comencé a desarrollar buenas relaciones con otros cristianos, especialmente con los del mismo sexo. Estas relaciones no estaban basadas en similares antecedentes de pecado, o motivadas por deseos sexuales u otros motivos impuros. Mientras yo establecía sanas y puras amistades con hombres, encontré que mi intensa atracción sexual por los del mismo sexo se disolvía.
Por muchos años yo ansiaba tener relaciones cercanas y afectivas con hombres. Y por muchos años use el sexo como medio de satisfacer esas ansias. Para mi asombro, descubrí que mi subyacente o fundamental atracción por los hombres no era sexual por cierto. Lo que yo buscaba era afirmación de parte de los miembros de mi propio sexo. Yo deseaba y necesitaba ser aprobado y aceptado por los demás como uno de los otros hombres, algo que yo nunca experimenté cuando crecía. Mientras esta necesidad era satisfecha en relaciones puras con otros hermanos cristianos, mis anhelos hacia el mismo sexo desaparecieron. Mis emociones cayeron en balance. ¡Por fin fui aceptado y afirmado por mi propia clase! Aunque me sentía tan bien siendo hombre, creía en verdad que uno no puede entregarse completamente al sexo opuesto, hasta que este proceso de afirmación tenga lugar. ¡Qué maravilloso es que Dios nos dé amistades del mismo sexo para traer sanidad a identidades rotas!
Enfréntate a tus temores
Uno de los más grandes impedimentos a mi potencial para el matrimonio era el miedo. Miedo del sexo, miedo de las responsabilidades, miedo de convertirme en padre, miedo de que yo pudiera reincidir. Desde luego, todo el mundo experimenta miedo en cierto grado, pero mis temores dominaban mi vida. La verdadera raíz de todos mis miedos era el miedo al fracaso. Toda mi vida fue repetidamente programada en una variedad de formas a que yo era un fracaso como hombre. Especialmente mis iguales sembraron esto en mi corazón rechazándome y tildándome de raro, homosexual, afeminado, etc.
Como un nuevo cristiano empecé a establecer una identidad heterosexual sabiendo que eso incluía el potencial para el matrimonio. Pero yo aún necesitaba sanarme del arraigado miedo al matrimonio. El pensar que yo fuera a fracasar en esta área de mi vida era casi insoportable. Yo no deseaba arriesgarme a fracasar en el matrimonio. Como soltero, yo no tenía que enfrentarme de inmediato a ese miedo. Al darme cuenta de que mi relación con Karen iba destinada al altar, no tuve otra alternativa que afrontar la lucha. El Señor entendió mi necesidad. Luego de mucha oración intensiva, experimenté la sanidad interior que tanto necesitaba. El punto decisivo de mi sanidad envolvía el perdón; perdonar a quienes me lastimaron, me fallaron y me rechazaron. Perdonar, no simplemente con palabras de complacencia, sino en actitud y acción. Y tuve que perdonar también a Dios por haber permitido los dolorosos acontecimientos en mi vida. Yo no puedo compartir en este artículo todos los detalles de mi experiencia de sanidad interior, pero la sanidad fue real y cambió mi vida. Con mis mayores temores ya conquistados, yo estaba mejor preparado para hacer frente a los temores normales asociados con el matrimonio. Temores tales como: ¿Tendremos un buen matrimonio? ¿Actuaré torpemente en nuestra noche de bodas? ¿Me aceptarán los familiares de mi esposa?
Mirando retrospectivamente, puedo ver que esos temores eran reales, pero también son muy comunes en la mayoría de las parejas comprometidas. Mis temores eran también mayormente infundados. El matrimonio es un riesgo sin garantías tangibles. Es un territorio desconocido para la persona soltera, y eso es algo que asusta. Sin embargo, yo sabía que si Dios quería que Karen y yo nos casáramos -y ambos sabíamos que así era- entonces podíamos enfrentarnos a nuestro futuro juntos con confianza en El.
Espera para hacer citas amorosas
Si tú estás considerando guiar tus pasos hacia el matrimonio, no te apresures a hacer citas amorosas. En primer lugar desarrolla una relación firme con Dios, cimiéntate bien en su Palabra y en una sólida comunión cristiana. Busca una continua sanidad y restauración de tu identidad. Consigue una base sólida de modo que puedas construir sobre ella. No te precipites a una relación de citas para probar que estás sanado. No establezcas una relación a la fuerza, eso no funciona. Permite que Dios traiga a tu vida la persona que te conviene. Él lo hará. El conoce la necesidad que tú tienes de confraternidad y compañerismo. Él tiene más interés en tu futura pareja que tú mismo. Confía en que El prepare para ti y tu futura pareja su camino en su tiempo. Mientras tanto, aprende a depender en que El cubra tus anhelos y deseos.
Examina tus motivos
¿Por qué deseas casarte? ¿Te sientes solo? ¿Tienes miedo de estar solo mientras vas envejeciendo? ¿Se debe a presión de tus iguales o a presión familiar? ¿O estás teniendo dificultad en bregar con tus deseos sexuales? Muchas personas dicen que Dios les ha dirigido a casarse, y Dios sí hace esto. Sin embargo, muchas personas dicen “Dios me dijo…” cuando lo que quieren decir es “yo lo deseo…”. No hay nada malo en desear casarse. Pero ese no debe ser el objetivo número uno de tu vida. Lo importante es estar dispuesto a servir al Señor bien sea siendo soltero o casado.
Sé honesto
Las relaciones que duran son las que se construyen sobre bases de honesta comunicación y confianza. Si quieres casarte entonces tu futura pareja necesita conocer tu pasado (no en impuros detalles). ¿Por qué? Para que no vivas en el temor de que tu cónyuge pueda descubrirlo. Imagínate la reacción de tu pareja si tu pasado es descubierto después del matrimonio. Además, tú necesitas compartir de modo que tu futura esposa pueda ajustarse y verdaderamente se convierta en una compañera comprensiva. Claro que hay riesgo en la confesión, pero no dejes que el miedo al rechazo te impida ser honesto.
Pide consejo
En primer lugar, busca el consejo de Dios. Busca lo que Él tenga que decir acerca del matrimonio: ¿Cuáles son sus normas y qué espera de ti como pareja y padre potencial? ¿Cuáles son las bases escriturales para contraer matrimonio? El matrimonio conlleva grandes recompensas y privilegios, así como riesgos y responsabilidades. Además del consejo de Dios en su Palabra, consigue también el consejo de tu pastor o consejero cristiano. Hay seguridad en una multitud de sabios consejos. Todo el mundo, no importa su vida pasada, puede acudir a los consejos antes de decidir hacer un compromiso matrimonial que trae un cambio de vida.
Disfruta el ser soltero
Esta es una singular época en tu vida, la cual termina una vez que te hayas casado. Yo no echo de menos la vida de soltero, pero agradezco que aproveché ese período de tiempo para el Señor y para mí. Ser soltero te permite la oportunidad de servir a Dios sin las responsabilidades y obligaciones que conlleva el matrimonio. Inclusive, las Escrituras dicen que uno puede servir al Señor con mayor dedicación siendo soltero. Ser soltero tiene muchas bendiciones, pero también cargas (el celibato). Pero es tal vez la mejor época para que uno se establezca bien en su relación con Dios. Es un tiempo maravilloso para alejarte del pasado y poner la base vital sobre la cual tú estarás construyendo el resto de tu vida. No te moleste la actitud de los bien intencionados cristianos que se dedican a buscar novias para otros. Ellos tratarán. Ese es uno de los riesgos rutinarios de ser soltero. Sólo recuerda que los pasos de los justos son ordenados por el Señor. Busca primero el reino de Dios y sus intereses. Haz de su voluntad tu prioridad y, a cambio de ello, El será fiel en cuidar de tus intereses y deseos. Para terminar, aunque este tratado esté muy lejos de ser uno a fondo, confío en que tú has sido estimulado y que algunas de tus preguntas han sido contestadas. Si deseas más información o ayuda, comunícate con nuestro ministerio.
Escrituras Alentadoras: Romanos 7:14-24, 8:1-3/ 1 Corintios 6:9-11/ 2 Corintios 5:17/ Efesios 2:1-10/ Hebreos 12:5-17/ 2 Pedro 1:3-11/ 1 Juan 1:9/ 2 Timoteo 4:18 y Judas 17-25.
Escrituras sobre tu nueva identidad: Salmos 17:8/ 1 Tesalonicenses 1:4/ Apocalipsis 1:6/ 1 Pedro 1:23/ Efesios 1:7/ Colosenses 1:13/ Efesios 1:4 y 6:10/ Romanos 6:2, 11 y 8:1/ Colosenses 2:10/ Filipenses 1:6/ Juan 6:47 y 14:12 y 1 Juan 5:4. Estas son sólo algunas de las muchas cosas buenas que Dios tiene que decirte acerca de aquellos que le pertenecen.
Escrituras acerca del matrimonio: Proverbios 12:4; 12:22; 9:14 y 31:10-31. Todo el Libro “Cantar de los Cantares”. 1 Corintios capítulos 7 y 13. Efesios 5:22-23/ 1 Pedro 3:1-7/ Hebreos 13:4.
Esto es sólo una muestra de todo lo que Dios tiene que decirte sobre el tema del matrimonio.
Traducido del inglés por Rafael M.