El llamado a seguir a Cristo es una llamada a la aventura, inconveniente, imperiosa e irresistible
El llamado a seguir a Cristo es una llamada a la aventura, inconveniente, imperiosa e irresistible
(del libro, “Encontrando a Dios en El Señor de los Anillos”)
Mi nombre es Lidia Gutiérrez de Baker. Nací en Guatemala, pero me criaron en El Salvador donde viví por muchos años. Recibí a Cristo cuando tenía 17 años. En ese tiempo, el saber que tenía vida eterna era suficiente para mí. Tenía planes para mi futuro y no quería que Dios los cambiara. Pero, un año mas tarde, cambié de opinión cuando Dios me permitió compartir el Evangelio a alguien y a consecuencia de ello, él recibió a Cristo. Eso impactó mi vida porque supe que Dios podría usarme en la vida de otros y hacer una diferencia. En ese preciso momento adquirí una visión de que había un propósito más grande en mi vida – Dios me estaba invitando a seguirle. Quise servir a Dios como misionera así que estudié en el Seminario Bautista de mi iglesia por 3 años y entonces fui enviada como misionera a Honduras. Luego fui a Guatemala y finalmente después de 11 años regresé a El Salvador, muy satistecha de mí misma, ya que había compartido con muchos acerca de Jesús y pude ver fruto en la obra. Pero, había olvidado quién me había enviado, quién merecía relamente la gloria por mis logros.
Al regresar a El Salvador, busqué nuevas oportunidades para servir en el ministerio pero en 1996, tuve que efrentar muchos problemas en mi vida: problemas económicos, ministeriales, mi madre fue diagnosticada con cáncer y eventualmente murió y el hombre con el que estaba de novia finalmente me confesó que era gay. Estaba totalmente sorprendida y tal fue mi conmoción por su revelación que trajo a mi mente la memoria de mi propio abuso sexual ocasionado por dos mujeres cuando tenía 5 años. Por 30 años ese recuerdo había sido bloqueado. Todos esos recuerdos me abrumaron y apenas si podía creerlo. Mi mundo tan perfecto hasta entonces, empezó a derrumbarse y no puede manejar tanto dolor y finamente caí presa de la depresión. Aunque traté de conseguir ayuda de mi pastor, parcía que nada funcionaba. Anteriormente, había enfrentado muchos problemas y dificultades en mi vida y fui capaz de sobrellevarlos. También había aconsejado a otros en sus problemas y obtuve buenos resultados. Pero en esta etapa de mi vida parecía que todo el conocimiento que teía de los principios bíblicos no funcionaba para mí. Llegué a deprimirme más y más y lo único que podía orar era “Dios ten misericordia de mi”. Después de varios meses de depresión y desesperanza decidí suicidarme. Tomé un bote entero de pastillas para dormir y estaba a punto de cortar mis venas. Pero Dios había escuchado mi clamor y envío a un amigo para consolarme. Me dijo “Lidia Dios me dijo que me necesitabas”. Lo ví como si fuera un ángel y lloré y lloré como nunca antes. Milagrosamente, las pastillas no hicieron su efecto. Alabado sea Dios porque El todavía tenía planes para mí.
Al siguiente día estaba bien y lista para empezar mi proceso de sanidad. Al final de esta crisis Dios me alcanzó con el mismo mensaje que había impactado mi vida cuando escuché el Evangelio: “Te amo”. Entendí que no tenía que hacer nada para complacer a Dios o ganar su amor. El ya me amaba y estaba abrazándome en ese mismo punto de quebrantamiento para restaurarme. Creo que esa fue la primera vez que pude apreciar cuán grande es la gracia de Dios. Era como una nueva creyente aprendiendo otra vez los puntos básicos de la fe, pero con un nuevo punto de vista – la gracia de Dios. Decidí buscar ayuda para superar mi abuso, Dios me guió a una pareja que aconsejaba personas que habían sido abusadas. Fue un proceso doloroso y algunas veces pensé que nunca superaría el dolor de mis recuerdos.
Recuerdo que un día, cuando estaba muy desanimada, Dios me dijo: “usaré tu dolor para sanar a otros”. Me preguntaba cómo El podía usar algo como esto y qué clase de ministerio me iba a dar. Después de superar mi abuso, Dios me envió a un viaje a Italia, con un grupo de americanos para compartir el Evangelio en Turín. Estaba tan entusiasmada con los resultados del viaje que quería ir de misionera otra vez. Pero Dios tenía otros planes para mí. Un día estaba sentada esperando a un amigo en un centro comercial muy popular en El Salvador. Entonces ví a un grupo de jóvenes entre 13 a 15 años de edad que eran obviamente homosexuales. Ore a Dios, “Dios envía a alguien a decirles que tú los amas”. Hice la misma oración, una semana después que me encontraba en el mismo lugar. Pero la tercera vez que sucedió esto, mi oración fue diferente. Le dije a Dios, “Dios envíame a mi a decirles que tú les amas”. Ese fue el comienzo de esta nueva aventura en mi vida. Una semana después, Dios empezó a enviarme hombres gay a mi vida para ministrarlos. Realmente no sabía mucho acerca de la homosexualidad, pero sabía que su necesidad básica era Jesucristo. Así que compartí el Evangelio con ellos y les hablaba del poder de Cristo para transformar sus vidas. Eso les daba esperanza. Sin embargo, sabía que tenía que saber más acerca de la homosexualidad y lesbianismo para poder ser más efectiva en el ministerio. Al buscar ayuda o información acerca de este asunto, me dí cuenta que no había muchos recursos.
Finalmente, averigué acerca de Exodus Latinoamérica y ellos empezaron a proveerme de literatura e información. Empezar un ministerio como este significaba luchar contra el prejuicio hacia los homosexuales, hacia los que trabajan en este ministerio, luchar contra los puntos de vista religiosos o ignorantes. Empecé a enfrentar en mi propia vida rechazo incluyo de algunos amigos que o entendían cómo podría estar involucrada con “este tipo de personas”. Pero también tuve la bendición de tener personas que aunque no querían involucrarse en el ministerio, me animaban a continuar. Trabajé en este ministerio por 3 años y al final del año 2000, tuve un grupo de 3 hombres y dos mujeres. Pero, al final de esos 3 años estaba exhausta física, mental y emocionalmente. Aunque en mi tiempo de interacción con personas homosexuales aprendí mucho por experiencia y los errores que cometía, estaba convencida que necesitaba un entrenamiento formar en este ministerio. También necesitaba un tiempo para recuperar mis fuerzas perdidas y descansar a los pies del Padre ya que con las muchas actividades y demanda sdel ministerio empecé a ser independiente de Dios otra vez. Pero Dios siempre ha sido tan paciente conmigo.
En el año 2001 hubo 2 terremotos en El Salvador y mucha gente fue afectada no sólo físicamente sino también económicamente y yo no fui la excepción. Trabajaba como traductora y mi salario disminuyó considerablemente y no pude encontrar otro tipo de trabajo. Estuve orando a Dios para que me guiara y El lo hizo. Me envió a Los Estados Unidos. Estaba dudosa de esto ya que eso significaba dejar a los que estaba ministrando, pero los líderes de mi Iglesia y los hermanos de EXLA me animaron a viajar a los Estados Unidos y recibir el entrenamiento que tanto necesitaba. Así que decidí tomar un paso de fe y Dios proveyó todo lo que necesitaba para mi viaje. Llegué a Los Estados Unidos el 18 de septiembre de 2001, con dos propósitos en mente: pagar mis deudas y recibir el entrenamiento que tanto necesitaba. No fue posible por un tiempo conseguir los papeles que necesitaba para trabajar legalmente en el país pero Dios usó ese tiempo para hacerme descansar y enfocarme en mi relación con El. Cuando miro atrás a ese tiempo, puedo decir que mi fe fue fortalecida a los pies del Maestro. Esperé hasta que Dios abrió las puertas de mí a su tiempo. Debo decir que Dios suplió cada necesidad que tuve durante esa etapa de mi vida y proveyó incluso para pagar mis deudas de maneras milagrosas a través de amigos que Dios me dio en el camino, aún a través de personas que no conocía.
Finalmente en junio de 2002, Pórtland Fellowship me aceptó en su programa de entrenamiento para ministrar personas que luchan con la homosexualidad. en ese tiempo estaba viviendo con una amiga y su familia en Illinois y ellos me ayudaron a viajar a Oregon donde se encuentra este ministerio. Terminé mi entrenamiento en PFy luego me mudé a Vancouver Washington. Para ese tiempo Dios me proveyó de mis papeles para que pudiera trabajar legalmente. Lo cual fue un milagro también. Mi deseo era regresar a El Salvador y empezar el ministerio otra vez. Pero Dios tenía otros planes y me permitió conocer a quien ahora es mi esposo, Walter. Nos casamos en febrero de 2004. Me mudé con él a Oregon y pasé 3 años aprendiendo a adaptarme a mi nueva vida de casada. Luego después de 3 años, Dios nos movió a Carolina del Norte, donde vivo ahora. Estando allí, me involucré con un ministerio llamado Beyond Imagination, que está asociado con Exodus Internacional. En todo ese tiempo nunca perdí contacto con mis amigos de EXLA con quienes estoy colaborando más activamente en la actualidad. Mi visión ahora es capacitar a pastores, líderes y otros que estén interesados en ministrar a aquellos que quieren ser libres de la homosexualidad y otros quebrantamientos sexuales en Centro América. Estoy convencida que la Iglesia tiene un papel muy importante en el proceso de restauración y sanidad y ha sido llamada a ministrar a aquellos quebrantados isn importar cuál sea el tipo de quebrantamiento. Sé que Dios me concederá realizar esta visión junto con otros que hemos experimentado la restauración de Jesús en nuestras vidas. Por favor oren para que Dios nos provea de los recursos necesarios para la realización de esta visión.