Por Daniel Schwartz

Siendo el hermano menor de ocho hijos, crecer en un pueblo tranquilo en el norte de California fue agitado y ruidoso. Mi papá tenía tres trabajos para ayudar a pagar las cuentas, y mi mamá se quedaba en casa la mayor parte del tiempo para asegurarse de que sus hijos estuviéramos bien cuidados. En general, la vida era normal: ir a la iglesia todos los domingos, asistir a eventos deportivos y cocinar en casa todos los días, porque salir a comer era terriblemente caro. Uno de mis pasatiempos favoritos eran mirar televisión, hacer caminatas por el bosque y jugar con nuestro perro mascota, Skipper. Sin embargo, una serie de eventos serviría para alterar mi vida en los años venideros.