Por Elsa Izaguirre

La mayoría conocemos que existen países del oriente donde prohíben la Navidad como: Corea del Norte, Somalia, Brunéi, Tayikistán, Arabia Saudita y China, entre otros.

Pero cuando hablamos de América latina, Aunque no parezca real, ya se da, que en algunos países se presenten proyectos que prohíben colocar representaciones de Jesucristo, y en general imágenes religiosas (incluyendo nacimientos y cruces), en espacios públicos, porque alegan que lastima la susceptibilidad de algunas personas que se sienten agraviadas viendo esas imágenes.

¿Hacia dónde avanzan estas leyes? A la eliminación del cristianismo; a omitir el milagro del nacimiento del Mesías Salvador.  No podemos dejar de celebrar la esperanza de un Dios que no perdió la fe en la humanidad; más bien se hizo carne, se humanizó y compartió nuestra historia, nuestro espacio, penas y alegrías, ilusiones y frustraciones. 

Seremos espectadores como los pastores e ir y ver lo que está sucediendo, lo que Dios está revelándonos. Jesús nace y con ello su incursión en la Historia, pues es un parteaguas significativo; hay un antes y un después de Jesucristo. Lo mismo que pasa en nuestra historia personal: hay un antes y un después de Cristo.

Katrina Kalinowski

Antes de entrar en materia, quiero aclarar un concepto erróneo común sobre la trata de personas. En los cuatro años que he trabajado con sobrevivientes y escuchado sus historias, nunca escuché a ninguno de ellos decir que fueron secuestrados. Cada mujer con la que he hablado ha tenido algún tipo de “relación” con su traficante. Las redes sociales suelen ser la plataforma que utiliza el traficante. Hoy en día, generalmente publicamos todo sobre nuestras vidas. Esto es lo que buscan los traficantes. Recorren y buscan a los vulnerables. Luego se harán amigos y se ganarán su confianza. Los traficantes son muy hábiles en lo que hacen. En cuestión de días se habrán ganado tu confianza, te habrán convencido de que tienen una vida mejor para ti y de que te quieren. Esta es una de las razones por las que la mayoría de las mujeres tienen dificultades para salir y sanar. Sienten que tomaron la decisión inicial de estar con su traficante, por lo que ahora se merecen lo que reciben.

Publicado por: Soldados de Jesucristo

Soy una mexicana, y si conoces un poco la cultura de mi país; debo decirte que las madres son una figura casi santa. Siempre tienen la razón, son apasionadas, intensas, representan fortaleza, son pilares de las familias. Incluso, hay una frase que probablemente, si eres de América Latina, la has escuchado también: “No hay amor más grande que el de una madre” ¿te suena familiar?

Publicado por: Setting Captives Free

¿Por qué los cristianos caen en pecado habitual? Pecados como pornografía, impureza sexual, alcoholismo, drogadicción, glotonería, falta de perdón, chismes, amargura, entre otros. La respuesta a ambas preguntas es la misma: porque no miran a la cruz.

Como creyentes en Cristo, entendemos el mensaje del Evangelio, pero muchos de nosotros no lo hemos invitado a las partes más profundas de nuestras luchas.

Cuando iniciamos el ministerio, éramos solo un grupo de visita, que nos reuníamos para compartir nuestras luchas. Conversábamos sobre temas relevantes y apreciábamos el escuchar a cada individuo. Desafortunadamente, a veces nuestro diálogo se desviaba hacia una conversación negativa e inútil. Se hizo evidente que primero teníamos que centrar nuestra atención en Dios. Entonces, añadimos un tiempo de adoración en nuestras reuniones y se ha convertido en una parte importante de nuestro tiempo juntos.

Por Fernando Garzón

Uno de los mayores problemas en la actualidad en temas de confusión de identidad sexual, está relacionado con la falta de entendimiento por parte de padres, maestros, sociedad, cultura, psicólogos y gobiernos, sobre la importancia de compartir y propiciar momentos significativos de intimidad, amistad, confianza entre padres e hijos como modelo e hilo conductor en la formación integral de seres humanos saludables, emocional y relacionalmente, capaces de amar y ser amados,  de dar y recibir amor sin temor a equivocarse. Es esta, además, una excelente manera de suplir las necesidades de amor, cariño y afirmación de nuestros hijos.

Por Charlie Hernández

Por años, muchos de nosotros hemos batallado con la atracción al mismo sexo y la hemos visto convertirse en un enemigo implacable y cruel, destruyendo nuestras relaciones familiares, haciéndonos personas amargadas, cínicas, inseguras y pedantes al mismo tiempo.

Yo fui alguien que decidió esconder su lucha con esta conducta, por muchos años, para encontrarme luego cosechando el fruto de mentiras y terrores, que me mantuvieron atado a la soledad y a la frustración.

Muchos optan por “salir del clóset” para restregarle en la cara al mundo, a la familia y a las instituciones culturales tradicionales, su ira por los años que trataron de esconder esta situación, por tratar de complacer y de intentar vivir a la altura de las expectativas de otros; y a la vez, como una manera de desquitarse por los apodos, las burlas y las calumnias infligidas por la misma gente que se supone, serían su apoyo.

La primera epístola de Juan, capítulo cuatro, versículo dieciocho, dice lo siguiente: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”.

Estos últimos años pareciera que el temor ha tomado la dirección de las decisiones del mundo y que todas sus acciones han sido condicionadas por el mismo. El ser humano, en particular, ha desarrollado un miedo incomprensible a hablar la verdad, prefiriendo resguardarse en un discurso políticamente correcto. Tememos al qué dirán, al “suicidio” social que conlleva hablar con honestidad y a sufrir por causa de ella. Y esta es una lamentable situación de la cual la iglesia, muchas veces, no está exenta.

Por Mike Cleveland

La palabra de Dios nos dice que si queremos liberarnos de la adicción de cualquier tipo, debemos venir a la cruz de Jesús y experimentar el poder del Espíritu Santo. En verdad, no hay esperanza de que ganemos la batalla contra el pecado habitual por nuestra propia cuenta. Por nosotros mismos, estamos indefensos contra la atracción del pecado habitual. Con nuestras fuerzas y ​​con las mejores intenciones, podríamos tratar de guardar las leyes de Dios, firmar promesas, hacer compromisos de cambio, etc., pero tarde o temprano surgirán dificultades, nos estresaremos o estaremos enojados, para finalmente fracasar. “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada…” (Juan 6:63 NVI).

Por Miguel Ángel Alcarria

El siglo XXI se caracteriza por un nuevo género de ingeniería, la ingeniería social. Jamás en la historia, la sociedad ha sido moldeada a la velocidad que lo ha hecho en las últimas dos décadas. Las modas, las subculturas y los diferentes movimientos sociales contemporáneos, lejos de ser fruto de la casualidad, responden a un proyecto de transformación social bien elaborado. A dicho plan social lo hemos denominado postmodernidad.

La postmodernidad busca la reestructuración de la cultura y, por ende, de la sociedad. Y, aunque el fenómeno lleva impulsándose desde hace unos 50 años, iniciándose con el movimiento de mayo de 1968 en París, la Iglesia no ha tomado conciencia de los efectos que podía tener las reivindicaciones sexuales y sociales de este movimiento hasta hace relativamente poco.

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