Paternidad, lo que un buen padre debe enseñar

            Por Leo Chain

El padre es el primer modelo de masculinidad que tiene un niño; si hay una vinculación adecuada, es más probable que el niño o niña desarrollen una sana masculinidad o femineidad, lo cual le ayudará a establecer mejores relaciones interpersonales conforme vaya creciendo.

Un buen padre contribuye de forma significativa a la autoestima en los niños, les ayuda a pulir sus habilidades y a sentirse más fuertes, más competentes y capaces. Cuando un padre interviene en la crianza de los hijos, les ayuda a fomentar mejores actitudes ante la resolución de conflictos y problemas cotidianos, lo cual los lleva a tener un mayor auto control y ajustarse de forma adecuada a las normas sociales, por lo que es menos probable que abusen de otros o que usen drogas o alcohol en la adolescencia.

La Biblia nos muestra que un buen padre primeramente tiene una relación personal con Dios; guarda sus estatutos y mandamientos, le teme y respeta y es un ejemplo a seguir para sus hijos. Un padre instruye, discipula, enseña los mandamientos de Dios, corrige cuando es necesario y construye junto a sus hijos una vida digna. Nutre a sus hijos, no solo con el pan necesario sino también emocionalmente y los prepara para la vida, ya que sabe que, como padre, su perspectiva será la puerta al mundo de los hombres e impactará las relaciones interpersonales de sus hijos.

Un buen padre sabe cómo invitar a su mundo y conquistar el corazón de su hijo para enseñarle acerca de su propio cuerpo, de su sexualidad e identidad. Dios desea que como padres podamos confortar a nuestros hijos, orar con ellos y por ellos.

Un padre no sólo es el encargado de propinar los castigos, sino el responsable, junto con la madre, de inculcar valores morales, brindar protección y cuidado a la familia. Él mismo es un ejemplo de dedicación y trabajo duro, que a la larga ayudará a moldear el carácter de sus hijos, ya que también sabe que, para ser un buen padre, primero tendrá que ser un buen hijo, y también un buen esposo, reflejando un trato respetuoso y formando las bases de las relaciones futuras.

Un buen padre tendrá tiempo de calidad para sus hijos, y además se comunicará adecuadamente con ellos, preguntando acerca de sus intereses y necesidades, para también enseñar acerca de Dios y cómo relacionarse adecuadamente con Él.

Muchos hombres no tuvieron la dicha de tener buenos ejemplos de padres, así que no saben cómo ejercer una sana paternidad, entrando en un círculo vicioso. Algunos otros hombres viven relaciones interpersonales tormentosas e incluso tienen confusión en su identidad sexual o ni siquiera saben cómo mantener a raya sus impulsos sexuales o sentirse a gusto con su sexualidad. Pero nunca es tarde para iniciar o corregir una buena relación con nuestro padre celestial. Quizá nuestro padre terrenal estuvo ausente, pero Dios siempre estará ahí para nosotros, incluso si ya somos adultos.

Jesucristo nos muestra que podemos ser amados y afirmados por Dios. Él mismo enseñó a un grupo de rudos pescadores que podían identificarse como varones en su identidad con el Dios de los cielos; a ellos les fue enseñada la oración modelo: “Padre nuestro…”.

Dios se muestra a lo largo de la Biblia como nuestro padre, quien nos conoce, está atento a nuestras necesidades, quien nos da gracia, misericordia y paz, nos amó, nos dio consolación eterna y buena esperanza, conforta nuestros corazones y nos confirma en toda buena palabra y obra.

Quizá no hemos tenido un buen modelo paterno o masculino; aun así, en medio de nuestra necesidad, podemos hallar descanso en el Padre, podemos acercarnos a Él con toda confianza, sabiendo que nos escucha y está atento a cada una de nuestras necesidades y de las de nuestra familia e hijos.

Referencias bíblicas: Dt. 6; Sal. 128; Pr. 1:8; 6:20; 29:17; Is. 63:16; 64:8; Lc. 11:2; Ro. 1:7; 1 Co. 1:3; 2 Co. 1:2; Ef. 1:2; 6:4;  Fil. 1:2; Col. 1:2; 1 Tes. 1:1; 2:11; 2 Tes. 1:2; 2:16-17; 1 Ti. 1:2; Fil. 1:3; He. 4:16.