Libre de la pornografía – Samuel

Libre de la pornografía – Samuel

Mi madre me concibió a la edad de 17 años. Esto fue un escándalo, pues una joven “cristiana” estaba esperando un bebé sin haberse casado. Ella comenzó a recibir muchos consejos. Algunos de ellos fueron recomendaciones de la gente de la iglesia sugiriéndole que abortara. Gracias a Dios que decidió no hacer caso de ellos y continuó adelante. ¡Para la Gloria de Dios aquí estoy!. Al ser una madre soltera, crecí sin la figura de un padre y esto creó en mí muchos complejos e inseguridades.

A la edad de nueve años, fui expuesto por primera vez a la pornografía. Esto despertó en mí algo que no debió haber sido despertado. No tenía la madurez ni la capacidad de poder codificar lo que mi mente estaba recibiendo. Lo cierto es que desde el primer momento en que vi la pornografía, quede atrapado por la curiosidad y quería ver más. Así comenzó mi adicción a la pornografía.  Como toda adicción, pase por un proceso:

El primer paso fue lo que los expertos en la conducta humana llaman el “enganche”. Es ese momento donde muerdes el anzuelo y quedas “enganchado” a la adicción. En otras palabras es el momento en que decides comenzar a hacer aquello que sabes que está mal.El segundo paso es la escalada. Es cuando comienzas a buscar aquellas cosas o experiencias que son más fuertes que las primeras, buscando esa sensación que se produjo la primera vez que se hizo o se consumió algo. Ya las fotos que yo había visto al principio, después de un tiempo, no me excitaban. Por ende, empecé a buscar imágenes más provocativas y más fuertes.

Con el segundo paso viene un tercero. Este es el de la desensibilizacion. Aquellas cosas que yo antes consideraba como bizarras y que nunca hubiese visto, ahora son las mismas cosas que busco para satisfacer mi adicción.

Hay un cuarto paso para aquellos que hemos luchado con la adicción a la pornografía. Este es el de la actividad sexual. No todos los adictos a la pornografía llegan a ejecutar este paso. Este cuarto paso consiste en desear el poder experimentar en carne propia lo que estamos viendo sea en la revista o la película. En otras palabras, se desea recrear las escenas pornográficas que por tiempo han alimentado nuestra imaginación y nuestras fantasías.

Yo vivía una doble vida. Mientras por un lado estaba sumido en mi adicción a la pornografía, también estaba activo en mi iglesia. Yo sabía que lo que yo estaba haciendo no estaba bien. Sabía que le estaba fallando a Dios, yo amaba a Dios, quería hacer Su voluntad. Muchas veces fueron las veces que en un altar le había prometido a Dios que nunca mas vería esa basura. Pero las promesas no duraban. Podía pasar una hora o tal vez varios días y volvía a ver la pornografía. Esto provocaba que me sintiera como el hombre más sucio y pensaba que Dios estaba enojado conmigo porque yo le había fallado una vez más. Me invadían sentimientos de culpa y vergüenza. Pensaba que Dios ya no me amaba porque no podía dejar este hábito tan destructivo. Me asaltaban pensamientos suicidas. El enemigo ponía pensamientos como que Dios estaba tan molesto conmigo que Su propósito para mi vida se había disipado y que nunca más Dios volvería a contar conmigo. Con este pensar me aparté de la iglesia. Mi adicción incrementó a niveles inimaginables. Así estuve por tres años.

Al pasar de estos tres años, Dios seguía enamorándome y dejándome saber que El no había dejado de amarme. Esta acción de Dios comenzó a hacer su marca en mi vida y a al pasar tres años, volví a la iglesia. No fue fácil ya que yo pensaba como el hijo prodigo. Pensaba que mi Padre Celestial estaba molesto conmigo y que nunca más iba a contar conmigo o me iba a usar. Pero Dios me demostró lo contrario. Y para ello me pasó por un proceso de sanidad interior. Fue un proceso doloroso y muy fuerte. Pero Dios estuvo conmigo. Algo que quisiera compartir con usted, amado lector, es el hecho de los procesos de Dios. Dios es el autor de los procesos en tu vida. Él es quien los comienza, El es quien te ve durante los procesos, y Él es quien determina el final del proceso. Los procesos de Dios no son para siempre. Cada proceso tiene un comienzo, tiene un periodo de duración y también tienen un fin. No luchas para siempre con tu conflicto. Mi proceso duró aproximadamente dos años. Y hoy, casi catorce años después, puedo decir: soy libre de la adicción de la pornografía. ¡A Dios sea la gloria!