El Señorío de Cristo

Por Lori Rentzel

Si has tratado de ser un cristiano, pero has estado cayendo en pecado, hay un paso importante que Dios quiere que tomes.Tenía 19 años cuando le pedí a Cristo que entrara en mi vida. Hice esto con gran aversión, más bien impulsada por el temor de que Jesús pudiera regresar pronto y que no estaría preparada para ir con Él.A pesar de mi negación en aceptarlo, Cristo vino a mi vida y vi algunos cambios. De pronto estuve consciente de la presencia de Dios. Descubrí que podía entender la Biblia por primera vez y empecé a disfrutar de cosas que anteriormente no podía, tales como ir a la iglesia y platicar con mis nuevos amigos cristianos. Era como si hubiera entrado a un mundo nuevo, uno del cual habla ignorando su existencia.Pero era miserable. Cada día era una lucha por permanecer con interés hacia Dios. Reunirme en el bar los viernes por la noche era mucho más gratificante para mí que asistir a una reunión de oración.

Cuando estaba con cristianos, su amor me abrumaba y me impresionaba la pureza de sus vidas. Pero si estaba con ellos más de unas horas, comenzaba a sentir pánico; necesitaba volver al “mundo real”.

Después de unos meses de tratar de seguir a Dios, volví al “mundo real” y traté de olvidar mi cristianismo.  Seis meses más tarde, me derrumbé física y emocionalmente en un montón de ruinas. Sintiéndome tan lejos de Dios, de cualquier forma, clamé a Él. Todo lo que pude decir fue: “¡Dios mío, ayúdame!”.

Finalmente, pude darme cuenta de que “tener a Cristo en mi vida” no iba a funcionar; lo que Dios realmente estaba pidiendo era que “estuviera mi vida en Cristo” (Romanos 6:11).

En ese momento fue cuando confronté ese concepto imponente del señorío de Cristo. Sabía demasiado de Dios como para negar su realidad y fracasaría intentando coexistir pacíficamente con Él.

Como C.S. Lewis dice: “El hombre caído no es simplemente una criatura imperfecta que necesita mejorar; es un rebelde que debe bajar su arma”. Así que tomé la decisión de venir a Dios en sus términos: rendición incondicional. Cualquier cosa que Dios quisiera hacer con mi vida era cosa suya. Mi responsabilidad radicaba en obedecer su voluntad conforme ésta me fuera mostrada.

Cada quien debe elegir, cada cristiano será confrontado con la decisión de aceptar o rechazar el señorío de Cristo. Sin embargo, quien viene de un trasfondo homosexual, es confrontado más pronto que la mayoría.

Una vez se le preguntó a nuestro personal, “¿Qué determina si un individuo tiene éxito en salir de la homosexualidad y permanecer fuera?”  Pensé sobre esa pregunta durante varios días, pensando en muchos que fueron homosexuales, a quienes conozco y que están teniendo una vida cristiana victoriosa, y muchos otros que no.

Me di cuenta de que un común denominador entre aquellos que están firmes es que han permitido que el señorío de Cristo sea establecido en sus vidas.  Tomaron la firme decisión de seguir a Cristo y hacer su voluntad a cualquier precio.

Conceptos equivocados

El significado de este señorío es frecuentemente mal comprendido. Algunos asumen que si han dado a Cristo el timón de sus vidas, deberían instantáneamente llegar a la perfección.  Claro que esto no es verdad.  Rendirse a Cristo significa:

1). Permitir a Dios hacer con tu vida lo que a Él le plazca, y
2) Tomar la decisión de someterte a cualquier situación por la que Él te lleve en ese proceso de conformarte a su imagen.

Similitud con el Matrimonio

Reconocer el señorío de Cristo es muy similar a un compromiso matrimonial. Todo comienza con una prenda inicial de compromiso, así como el matrimonio comienza con un intercambio de votos. Un matrimonio necesita reafirmar su compromiso diariamente, así como aquellos que están bajo el señorío de Cristo diariamente se someten a sus mandamientos.

Sin embargo, el matrimonio implica una confianza y convicción que es, en un sentido, tomado como un hecho.  Las parejas de casados no despiertan cada mañana y se preguntan “¿Todavía estamos casados?” Aquellos que han hecho esa rendición inicial no necesitan despertar cada día preguntándose, “¿Está mi vida aún en las manos de Dios?” Pueden relajarse y estar tranquilos de que su compromiso inicial aún está vigente.

Ese paso de rendición nos libra del miedo constante de alejarnos de Dios. El mismo acto de reconocer el señorío de Cristo es lo que libera la gracia de Dios en nuestras vidas. Cuando tomamos la decisión, Dios acepta nuestra rendición y entonces nos da de su poder, facultándonos para conservar el propósito del compromiso.

Ex-homosexuales

Esta verdad es crucial para los cristianos que están saliendo de la homosexualidad. El deseo de Dios para cada uno de nosotros es que llegamos a ser las personas que Él quiso que fuéramos antes que el pecado entrara en escena.

Salir de la homosexualidad hacia la plenitud requiere de una profunda sanidad y frecuentemente, de una reestructuración de toda nuestra identidad. Dios es nuestro Creador, Él es el único que conoce exactamente lo que hará falta para restaurar y recrear nuestra personalidad. Para que Él lleve a cabo este trabajo de sanidad necesita totalmente nuestra cooperación.

Dios como farmacéutico

Muchos de nosotros tratamos de usar a Dios como si fuera un boticario: “Sólo dame algunas pastillas para quitarme el dolor, para que así pueda ocuparme de mis asuntos”.  Pero nuestro Señor es el Gran Médico quien nos mira y nos dice, “lo siento, pero las píldoras no serán suficientes. Necesitas cirugía mayor. ¿Tengo tu permiso para operar?”.

Si vamos a ser hechos completos, debemos entregarnos plenamente a su cuidado y dirección. Debemos estar de acuerdo con la cirugía si es necesaria: necesitamos descansar cuando Él dice descanso, y obedecer cada indicación que nos prescriba.

Nuestro instinto es retorcernos en la mesa de operaciones, correr cuando deberíamos descansar y dejar de tomar la medicina tan pronto como nos sentimos bien. Se necesita gracia sobrenatural para resistir nuestros instintos, la cual viene sólo cuando nos rendimos incondicionalmente al Señor.

Hay ocasiones en las que las presiones en mi vida parecen intolerables y los premios no existen. A veces tengo conflictos de personalidad con gente que me deja preguntándome cómo es posible que dos personas tan diferentes entre sí pueden coexistir en el mismo planeta. Esas veces todo lo humano dentro de mí quiere escapar hacia alguna isla pacífica, preferiblemente inhabitada.

Pero esas son las veces en las que Dios permanece fiel al compromiso que hice cuando por primera vez le pedí que entrara a mi vida.  Él me guarda en una situación particular para mostrarme su poder para resolver situaciones imposibles y para darme su profundo y genuino amor por la gente con quien tengo problemas.

Esto no quiere decir que todos mis problemas están resueltos. Voy a atravesar por muchas luchas internas, pero finalmente sé que escogeré el camino que Dios estableció delante de mí. Tengo esta convicción porque le he pedido que me guarde con Él.

Como cualquier otra persona, pude rebelarme contra Dios y alejarme, pero conociéndolo y necesitándolo como lo hago, hace que esta opción parezca casi inconcebible.

Para aquellos que aún están luchando con la decisión de entregarse cien por ciento a Dios, mi oración es que seas capaz de hacer a un lado tus temores y de llevar a cabo esa rendición, si careces incluso del deseo de entregarte totalmente a Dios, entonces díselo.

Pídele que te dé ese deseo. El mundo puede parecerte aún un lugar excitante, pero finalmente, la vida sin Dios, en lo absoluto es vida.  El hecho de “tener a Cristo en tu vida” no lo hará.

Una relación a medias con Dios produce frustración y miseria. Sólo en una rendición total seremos capaces de descansar y recibir lo que necesitamos para llegar a ser la gente que Dios nos llama a ser.

Reproducido con permiso

Tradujo: Pedro Delgado

Lori Rentzel formó parte del personal de consejería y fue escritora en Love In Action (Amor en Acción) durante siete años. Derechos de propiedad literatura 1980 por Lori Thorkelson Rentzel. Distribuido por Love In Action Amor en Acción, P.O. Box 2655, San Rafael, CA 94912. Revisado Mayo de 2011.