El camino de la aflicción

Por Frank Worthen

Después que el Espíritu Santo trae convicción de pecado, debe seguir el arrepentimiento.  Antes de la gloriosa resurrección, Jesús tuvo que caminar el camino solitario de la Vía Dolorosa, el camino de aflicción.

La muerte de un sueño es algo triste.  Es duro para una persona que ha dejado una vida de pecado basada en el quebrantamiento relacional y sexual, hacer a un lado la fantasía de que algún día la persona correcta va a llegar y a traer la satisfacción que ha buscado durante tanto tiempo.  Pero mientras permanezca este sueño, el cambio estará bloqueado.

¿Cuál es el verdadero significado de arrepentimiento?  Significa un cambio de mente, un cambio de dirección y, en el análisis conclusivo, aflicción que inicia la acción.  No es suficiente estar afligido por la pérdida de un estilo de vida confortable, ni es suficiente tener buenos pensamientos sobre Jesús mientras continúas caminando en la oscuridad.  Uno debe tener un profundo dolor por afligir al Espíritu Santo y una resolución de que esto no continuará sucediendo.  Como dijo Juan el Bautista:

“Hagan pues, frutos dignos de arrepentimiento, esto es, tengan una conducta digna de un corazón transformado y que aborrece el pecado”.  (Lucas 3:8 Biblia amplificada versión en inglés)

La acción que el arrepentimiento inicia puede ser dejar una relación, separarse de amistades de muchos años, dejar un trabajo y cambiarse a uno nuevo.

Nadie escapa a la cruz

Si vamos a estar en una estrecha relación con Jesús y vamos a ser guiados por el Espíritu Santo, no podemos escapar de la cruz.

“Ustedes bien saben que, por medio del bautismo, nos hemos unido a Cristo en su muerte.  Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con Él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder”.  (Romanos 6:3-4 Traducción en Lenguaje Actual)

La nueva vida emerge del poder de la cruz.  En los tiempos que Jesús vivió, todos sabían lo que la expresión “toma tu cruz” significaba “estás en camino a tu muerte”.  Hay una finalidad sobre la muerte y debemos ver los viejos estilos de vida con la misma finalidad.  Cualquier remanente de nuestra antigua forma de vida impedirá que lo nuevo emerja.

La mayoría de los cristianos conocen la historia de Acán en Josué, capítulo siete.  Dios había instruido a los Israelitas para destruir completamente todas las cosas del enemigo.  Acán, sin embargo, tomó del botín algunas cosas que tenían gran valor terrenal y las escondió.  El resultado fue que Dios juzgó a toda la tribu de los Israelitas, trayendo derrota en la batalla y pérdida de vidas humanas.

Si escondemos cosas del antiguo estilo de vida, incluso si sentimos que tienen un gran valor, cosecharemos los efectos de este comportamiento.  Nuestro nuevo estilo de vida es dañado y otros a nuestro alrededor son afectados.

Como un cirujano busca cada rastro de cáncer de tal forma que ningún problema nuevo surja del antiguo, así también debemos remover todos los remanentes de nuestro pasado: toda pornografía, ropa que conlleve una respuesta sexual y recuerdos que hagan que la mente recuerde viejos tiempos.  Estas cosas deben ser completamente erradicadas.

Romper con una forma de vida confortable por aquella que es desconocida requiere un paso de fe en Jesús, sabiendo que Jesús iluminará el camino a la nueva vida abundante.  Las Escrituras nos dan una interesante comparación entre la vida de David y Saúl.

Saúl fue enviado a una misión de Dios con instrucciones implícitas similares a las que Acán recibió: destruir todo y no dejar nada que perteneciera al enemigo.  Sin embargo, él también conservó lo prohibido e intentó cubrir su mala acción.  Saúl nunca vino a una posición de total arrepentimiento.

David, durante un tiempo también se aferró a su pecado y no vino al arrepentimiento.  Estaba decidido a tener a Betsabé como compañera sexual sin importarle el hecho de que ella pertenecía a otro.  La determinación de David para pecar trajo muerte y destrucción a miles.

Saúl fue de un desastre a otro y murió separado de Dios.  Su orgullo destructivo y arrogancia y su falta de disposición para romper con su pasado lo condujo a un final triste.

Pero David se quebrantó, halló su limpieza y disfrutó el ser restaurado al compañerismo con Dios. Vino delante del Señor diciendo,

“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.  Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.  Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”.  (Salmo 51:2-4)