Nunca pensé en el uso de la pornografía como un problema. Lo veía como algo que “no dañaba a nadie” y me sentía “a salvo”. En la secundaria era normal que los chicos hablaran de la pornografía, lo que hacía que pareciera que todos la consumían, como algo totalmente normal y natural. Lo que no sabía es que estaba usando la pornografía como una droga para disociarme de mis emociones y alejarme de Dios. A medida que pasaba el tiempo, me llevaba cada vez más a un mayor aislamiento y me hacía sentir más y más deprimido, alimentando un ciclo que no conocía ni entendía. Debido a que estaba tan involucrado en la negación y el aislamiento, tampoco pensaba en cómo afectaría esto a quienes estaban a mi alrededor, y nunca pensé en mi relación distante con Dios. Darme cuenta de que el uso de la pornografía era un problema, e incluso una adicción, fue como levantar una niebla pesada frente a mí, disipando las mentiras que aceptaba como verdad.

Mike Cleveland

En mi tiempo de esclavitud a la pornografía e impureza sexual, parecía como si mi vida entera girara alrededor de gratificar la lujuria de mi carne. Todo tenía que ver con la emoción, con escapar a un mundo de fantasía, con experimentar placeres carnales. Corría hacia la impureza por comodidad, para aliviar el aburrimiento, y cualquier otra razón que pudiera encontrar.

¡Pero esto es cautiverio! El mundo lo llama “adicción”, pero las Escrituras nos dicen que cuando cometemos pecado de manera habitual somos atrapados (Isaías 42:22), “encadenados” (Salmos 107:10-11), en “cautiverio” o “esclavizados” (Juan 8:34), en rebeldía (Proverbios 17:11), y desobediencia (1 Juan 3:4). Es algo muy serio.

Vivimos en una generación sobresaturada de inmoralidad, un click de distancia nos conecta a navegar al mundo adictivo de la pornografía.

Se pueden revertir los daños que ella causa; este programa fue diseñado para ayudar a todos aquellos que batallan con la pornografía. Hoy día nos acompañan docenas de testimonios que reportan como este recurso les ayudó a ser libres.

Manual para varones
Manual para mujeres

Manual de consulta sobre la sexualidad y las relaciones

Consejos sabios acerca de temas sexuales y de relación

Este Manual de consulta sobre la sexualidad y las relaciones brinda a pastores, consejeros y creyentes en general, la información que necesitan para poder ayudar a los miembros de sus iglesias, a sus aconsejados y a sus amigos sobre los problemas más íntimos tales como…

La mayoría de cristianos solteros luchan con la masturbación.  Muchos se sienten culpables pero a la vez confundidos y abrumados sobre cómo quitarse el hábito.   ¿Es posible superar este comportamiento?

Cualquier discusión sobre la masturbación debe comenzar considerando nuestros puntos de vista sobre el sexo en general.  Como en muchas otras áreas, el mundo ha corrompido algo que Dios diseñó para bien.  Hemos rendido culto al placer sexual en vez de recibirlo con acción de gracias.

La forma en que vemos la sexualidad tiene un efecto en nuestras acciones.   Cuando tenemos un pasado de promiscuidad sexual, abuso o desviación, puede ser difícil para nosotros ver la sexualidad como un regalo de Dios.  Él puede ayudarnos a verlo como algo bueno.  Lo que estoy diciendo puede ser llamado “vivir en paz con nuestra sexualidad”.

La sexualidad es la esencia de nuestra existencia.  No podemos separarla de quien somos.  Nuestros cuerpos son obra de Dios.  Por tanto, el sexo —el cual es parte de esa creación— es bueno.

Fin de la soledad

La sexualidad fue creada por Dios para acabar con la soledad del hombre.  Después de crear el mundo, Dios dijo que había un aspecto que “no era bueno”, el hecho de que Adán estuviera solo.  Así que creó a Eva.  El sexo es Su don maravilloso, operando como un imán para acercar a dos personas.

En este contexto, veamos el beneficio de la masturbación.  La masturbación trae un alivio físico, pero nunca puede satisfacer emocionalmente, no es una experiencia compartida.  Está dirigida hacia uno mismo.  La experiencia sexual que fue diseñada para ser compartida con otra persona, es consumada en la soledad en silencio.

La masturbación no nos lleva a relacionarnos.  En vez de resolver nuestro aislamiento, la masturbación contribuye al problema.  En la masturbación estamos tratando de satisfacer nuestro deseo sexual, pero en una forma inmadura.

Quizá esto explica por qué la masturbación nos deja con sentimientos de culpabilidad.  De algún modo cada persona sabe que el sexo fue diseñado para ser compartido y la masturbación no cumple ese propósito.  Pero a menudo la culpa y la insatisfacción asociada con la masturbación nos mantiene en un círculo vicioso de fracaso.  Enredamos cuerdas de vergüenza y soledad a nuestro alrededor.

La solución es encontrada cuando nos alejamos de nosotros mismos.  Mientras más llenemos nuestras vidas dando a los demás, menos nos volveremos hacia el centro de nosotros mismos.

Síntoma de  problemas más profundos 

La masturbación puede ser un indicador de un problema más profundo el cual puede no ser sexual.  Pero el problema ha sido tomado en una forma sexual.  Gran parte del tiempo la masturbación es un indicador de una insatisfacción con nosotros mismos y con nuestra vida.  Podemos estar intentando superar el descontento buscando el placer temporal que la masturbación ofrece.  La masturbación usada como una forma de almohadilla nunca tendrá éxito en ayudar a traer satisfacción a la vida de uno.

Nuestra meta es llegar a ser personas maduras.  La masturbación nos mantiene en la inmadurez.  Parte del crecimiento es aprender a subyugar la forma en que manejamos nuestros impulsos sexuales.  Muchos de nosotros nunca hemos aprendido cómo hacer eso.

Algunos psicólogos sienten que crecemos a través de diferentes fases en nuestro desarrollo psicológico.  Crecemos de una fase a la siguiente mientras que aprendemos a permanecer bajo tensión sexual sin transferir nuestros deseos sexuales inmediatamente al placer.

Mientras más aprendamos a controlar la tensión sexual, más energía adquirimos para ayudarnos a madurar.  De acuerdo a esta teoría, comenzamos en la fase autoerótica.  En esta fase nos amamos a nosotros mismos.  La masturbación es considerada parte de esta fase.  Dice, “Soy inmaduro”.

Idealmente pasamos de esa fase a la fase homoerótica.  Pasamos de amarnos a nosotros mismos a tener la capacidad de amar a alguien del mismo sexo, lo cual ocurre en los niños cuando tienen profundos sentimientos de amor por alguien del mismo sexo.  Esto no tiene nada que ver con la homosexualidad.  Es un paso necesario en el crecimiento.

En esta etapa intermedia aprendemos cómo amar a alguien aparte de nosotros mismos, pero aún no somos capaces de dirigir nuestros sentimientos a alguien del sexo opuesto.  En esta fase aprendemos a manejar sentimientos de amor sin transferirlos a acciones sexuales.  Tener tales sentimientos es normal.

La última fase es llamada la etapa heteroerótica.  Esta ocurre cuando hacemos el difícil encuentro con alguien opuesto a nosotros.  Se necesita madurez para encarar a alguien que es diferente.  Tenemos temor, pero este temor es normal.  Se necesita madurez para superar el temor.

Antes que podamos dominar nuestro impulso sexual, necesitamos reconocerlo como un don de Dios.  No lo podemos simplemente desechar.  Ni tampoco podemos orar para que desaparezca.  Desecharlo sería desechar algo que Dios nos dio para que formara parte nuestra.  Nuestro impulso sexual es un regalo de Dios.

Consejos útiles

A continuación se dan algunas sugerencias para ayudarte a madurar más allá de la masturbación:

Conoce tu meta.  Tener una meta significa que tienes algo que conseguir.  Pero en vez de tener la meta “quiero dejar de masturbarme”, intenta otro aspecto.  Una mejor meta es, “quiero llegar a ser maduro y crecer en mi masculinidad” (o femineidad, según el caso).  La masturbación nos impide llegar a ser maduros.

Reconoce que la masturbación alimenta inseguridad en tu sentido de identidad sexual.  En tu crecimiento fuera de la homosexualidad, estás descubriendo quién eres como hombre o mujer.  El dominar la masturbación, —particularmente si es utilizada como una salida para fantasías sexuales con gente del mismo sexo—, es un paso más para crecer seguro en tu identidad sexual.

Reconoce que la represión no es la respuesta.  Tú no puedes reprimir tu impulso sexual y pretender que no existe; eso sólo te traerá frustración.  Tienes que encarar el hecho:  Parte del ser humano es tener un deseo por el sexo. Jesús quiere ayudarte a vivir en paz con esos sentimientos.  Puedes renunciar a la satisfacción de tu deseo de sexo sin reprimirlo.  Mientras que aprendas a renunciar a su gratificación, realmente encontrarás mayor satisfacción que si te rindes a ello.

Reconoce la verdad de que tú puedes superar la masturbación.  No es verdad que los impulsos sexuales, si no se cede a ellos, llegan a un punto que estallan. No eres una víctima de deseos incontrolables.  Puedes sentirte como que no puedes dejar de masturbarte.  Puedes pensar que la presión sexual es demasiado irresistible.  Si te sientes así, tu cuerpo te está engañando.

Reconoce que va a tomar trabajo de tu parte el desarrollar resistencia para superar tus deseos egoístas de placer.  Recuerda la meta: “crecer en madurez”. El crecimiento a menudo viene acompañado de dolor.  Fue idea de Dios darnos buenos sentimientos.  Pero no vamos a ser regidos por esos deseos.

Permite que la gracia crezca en ti.  Tú puedes realmente tener una obsesión de desistir.  Esta obsesión hace que vuelvas tus ojos a ti mismo en vez de volverlos a Dios.

Enfócate en el amor de Dios para ti y Su gracia en ayudarte.  Puede ser que caigas, pero puedes levantarte e intentarlo de nuevo.  Fue así como aprendiste a caminar.  Si caes no eludas a Dios.  Acepta Su perdón y regocíjate en tu relación con Aquel que perdona.

Practica la abstinencia en otras áreas de tu vida. Otra palabra para abstinencia es “ayuno”.  Cuando ayunas, evitas algo que está permitido, no algo prohibido.  Mientras aprendas a renunciar a cosas que son permisibles, aprenderás a tener más autocontrol sobre áreas que son prohibidas.
Por ejemplo, disciplina tu forma de comer omitiendo una comida, absteniéndote del chocolate durante una semana, o bebiendo sólo líquidos por un período de 12 horas.  Otro ejemplo es la televisión.  Apaga la televisión durante una noche y pasa el tiempo escribiendo cartas o leyendo un buen libro.

Mantén tus luchas con la masturbación en perspectiva.  Creo que este problema es a menudo agravado en proporción a otros problemas en nuestras vidas. Superar la masturbación es sólo una parte del gran cuadro de crecer maduros en Cristo en todas las áreas de nuestra vida.

Un punto final:  La masturbación no está específicamente mencionada en las Escrituras.  En áreas en las cuales la Biblia calla, siempre existe la pregunta, “¿Está bien o mal?”

En estas áreas creo que debemos decidir por nosotros mismos utilizando los principios más generales de las Escrituras para ayudarnos.  Otra persona no puede decidir por nosotros, nosotros debemos escuchar al Espíritu Santo.

Quizá Dios no menciona la masturbación porque Él quería que nosotros encontráramos la libertad que la madurez trae consigo.  “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”  (Efesios 4:15).

Jay Stone ha estado involucrado en liderazgo en el programa residencial de Amor en Acción desde enero de 1991.  Muchos de los pensamientos contenidos en este artículo fueron tomados del libro Mi Hermoso Sentimiento por Walter e Ingrid Trobisch (InterVarsity Press, 1977).

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Reproducido con permiso

Traducido del inglés por Pedro Delgado

Por Michael Davis

Cuando la adicción sexual se hace presente, lo que todos debemos consi­derar es que somos vulne­rables a llegar a estar vin­culados a aquellas cosas que nos hacen sentir me­jor, más seguros, amados, protegidos, y satisfechos. Llegamos a ser adictos a aquellas cosas que nos dan un sentido de autoes­tima, y que nos ayudan a enfrentar dificultades en nuestra vida.

Una Increíble Travesía – Mauricio Montión

“¿No saben ustedes que los malvados no tendrán parte en el reino de Dios? No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que comenten inmoralidades sexuales, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los hombres que tienen trato sexual con otros hombres, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los tramposos. Y esto eran antes algunos de ustedes; pero ahora ya han sido limpiados y consagrados a Dios, ya han sido librados de culpa en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” 1 Corintios 6:9-11

Este versículo ha sido de mucha inspiración para mí ya que, como Pablo indica, había homosexuales en la iglesia de Corinto que fueron limpiados, consagrados y justificados en el nombre de Jesús. Me gustaría compartir la increíble travesía de cómo Jesús y su iglesia me ayudaron a superar la homosexualidad.

Como dicen por ahí yo nací en la Iglesia, desde que nací mis padres eran cristianos e iban para la Iglesia. Desde más o menos los 4 años hasta los 11 mis padres fueron líderes de jóvenes a nivel del distrito del norte de EU. Siempre estábamos en actividades de jóvenes, en campamentos, en retiros, en congreso y visitando Iglesias; siempre estaba rodeada de personas mayores y con los jóvenes era con quienes compartía y aprendí a actuar, a pensar y hablar como ellos. Por eso se me hizo un poco difícil socializar en la escuela con otros niños y niñas de mi edad, no entendía sus juegos y las cosas que encontraban chistosas yo no las encontraba chistosas eso me llevo a ser cohibida y querer siempre estar compartiendo con personas mayores que yo.

A los 11 años me integré a una escuela privada cristiana; para ese tiempo Myspace estaba a la moda y me hizo uno, de ahí personas me comenzaron a añadir que no conocía y fui introducida a las cosas como el sexo cibernético; al principio no era nada como uno dice. Era tal vez una vez a la semana o dos pero después de un tiempo eso comenzó a ser parte de mi vida diaria no dejaba de hacerlo, estaba atada y juntamente con eso vino la masturbación. A los 13 años de edad una persona mayor que enseñaba en esa escuela que incluso me daba clase me hizo un acercamiento sexual sutil hasta que llego a envolverme en una relación sexual y co-dependiente. Yo no entendía lo que estaba pasando para ese tiempo porque esa persona me engañó pensé que lo que teníamos era una fuerte amistad aunque dentro de mi sabía que algo no estaba bien. Esta persona también me introdujo a la pornografía y a muchas cosas a las cuales una niña de mi edad no debería haber sido expuesta.

A punto de cumplir los 16 años mi familia se mudó para Puerto Rico, para aquel tiempo no quería mudarme, pues no entendía que era Dios tratando de protegerme. Llegamos a Puerto Rico y aún veía pornografía; comencé a verla todo los días, me estaba empezando a hacer adicta hasta que un día entrando a una página de Internet pornográfica me tope un video de una niña pequeña siendo abusa sexualmente eso me chocó y desde ese día deje de ver la pornografía pero ese no era el fin de mis problemas. Por causa de lo que pasó con aquella persona en la escuela comencé a dudar de mi identidad sexual.

Entré a la universidad un año adelantada a los 17 y ahí comencé a experimentar con personas de mi mismo sexo; todavía vivía en mi casa para ese tiempo pero luego a los 18 cambie de universidad a una que quedaba más lejos de mi casa y me mudé a un hospedaje de mujeres dentro de la universidad. Ahí se me abrieron muchas puertas, comencé a salir mucho de noche, a tener relaciones con personas de mi mismo sexo pero dentro de mi me sentía mal no sabía qué hacer para dejar ese sentimiento y comencé a alcoholizarme y usar marihuana para “sentirme bien” eso me llevó a atarme más fuertemente al lesbianismo.

Los fines de semana mis padres me buscaban y yo iba para la Iglesia y cantaba y tocaba normal como si no estuviera pasando nada y nadie sospechaba la doble vida que estaba viviendo. Aunque ya no veía pornografía todas aquellas imágenes se me habían grabado en la mente y las repasaba una y otra vez y me llevaban a buscar esas fantasías sexuales en la vida real porque verlo no era suficiente. Literalmente mi cuerpo se deterioraba, me veía fea, enflaquecí, por las noches no podía dormir supe lo que era estar despierta más de 38 horas buscando a alguien para no tener que pasar la noche sola o buscando la manera de emborracharme o endrogarme porque había un vacío gigante en mi corazón.

Salmo 32:3 “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”.

Llegó el fin del semestre y tuve que regresar a casa; mis padres se enteraron de todo lo que había pasado. Yo pensaba que yo escondía bien mis cosas pero con una madre y un padre que le oraban a Dios por revelación no había nada que yo pudiera esconder.

Marcos 4:22 “Porque nada hay oculto que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de ser descubierto”

Cuando me confrontaron no me importó me quede dura y fría como una piedra y mi familia fue destrozada. Estaba preparándome para escapar de mi casa con una ex pareja mía. Pero una noche tuve una experiencia espiritual real:

Juan 10:10 “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

Entendí que si seguía en ese estilo de vida me iba a destrozar al punto de no volver atrás. Fui a casa de mis ex pastores y confesé mi pecado

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1Jn 1:9)

Supe ese día que quería cambiar pero no sabía cómo; para el próximo semestre no me hospede, viajaba todo los días una hora para ir y una hora para venir para no envolverme nuevamente en ese estilo de vida pero dentro de mi todavía había esa necesidad de beber, de fumar y de tener sexo pervertido como el que había visto en aquellas imágenes pornográficas. Sentí que aunque me estaba aguantando, pronto volvería a caer porque no sentí que había cambiado por dentro:

Dt. 31:8 “Y Jehová es el que va delante de ti; Él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas, ni desmayes”.

En marzo mis padres me llevaron a el congreso de redención sexual del ministerio Nueva Condición, yo no quería por no escuchar que me iba ir para el infierno, no quería escuchar que estaba mal. Lo que quería eran respuestas, quería saber porque había llegado a todas esas cosas, cómo podía realmente cambiar por dentro. Cuando llegué a ese congreso a mi sorpresa no era lo que pensaba, nadie me dijo que me iría al infierno nadie me dijo que Dios no me amaba al contrario me dijeron que yo tenía esperanza que Dios sí me amaba y que yo no podía cambiar porque sólo Dios me podía cambiar con su amor. Después de ese congreso me ingresé al ministerio nueva condición y ahí Dios me ha ido enseñado muchas cosas pude entender que lo que había pasado en aquella escuela fue un abuso sexual, pude entender el porqué yo estaba tan atada a esas conductas de alto riesgo. Y Dios realmente me comenzó a cambiar, me sanó las heridas y llenó aquel vacío tan grande que yo tenía. Sólo cuando pude entender que yo no podía cambiar que yo necesitaba permitir que DIOS me cambiara y que entrara a aquellos cuartos oscuros de mi corazón es cuando comencé a ver un cambio real. Ahora soy libre de todas esas cosas que me ataban y puedo pararme aquí a compartir las cosas lindas que Dios ha estado haciendo en mi vida me ha abierto las puertas para predicar y cantar en diferentes lugares y compartir mi testimonio para que otros vean que Dios es real y que puede transformar vidas. Mi familia ha sido restaurada y estamos más cercanos de lo que jamás habíamos estado. Puedo pararme en la Iglesia y sentirme transparente delante de Dios y los demás porque sé que el cambio que Dios ha hecho en mi vida es real y permanente.

 

Libre de la pornografía – Samuel

Mi madre me concibió a la edad de 17 años. Esto fue un escándalo, pues una joven “cristiana” estaba esperando un bebé sin haberse casado. Ella comenzó a recibir muchos consejos. Algunos de ellos fueron recomendaciones de la gente de la iglesia sugiriéndole que abortara. Gracias a Dios que decidió no hacer caso de ellos y continuó adelante. ¡Para la Gloria de Dios aquí estoy!. Al ser una madre soltera, crecí sin la figura de un padre y esto creó en mí muchos complejos e inseguridades.

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