Por Pedro Delgado

Santiago era un niño callado y taciturno. Miraba con ojos tristes a sus compañeros mientras parecían divertirse. Anhelaba ser capaz de jugar con ellos y comportarse con ese valor, coraje, determinación y seguridad con el balón. Pero el simple hecho de hablar con uno de ellos, le llenaba de pánico.

Había sido objeto de burlas en repetidas ocasiones, y para ocultar su amaneramiento y su voz delicada, prefería callar y permanecer inmóvil, guardando una distancia prudencial del resto de sus compañeros o involucrándose en actividades que pudiera desarrollar solo: lectura o trabajos manuales. O simplemente prefería jugar con niñas, con quienes se sentía más seguro y menos amenazado.

Julieta era diferente. “¡Quítenmela de encima!” gritaba desesperado Enrique mientras su compañera Julieta le arremetía violentamente, golpeándole la cara con una saña inusual a sus apenas once años de edad. La madre de Julieta llegó visiblemente agitada a la oficina de la directora de la primaria donde su hija estudiaba. No era la primera vez que le hacía llamar por el comportamiento agresivo de Julieta; era la tercera escuela primaria en la que estudiaba, pues había sido expulsada por la misma razón.

La niña no parecía sentirse cómoda con sus compañeras; prefería jugar con los varones, juegos rudos, e incluso realizaba hazañas que algunos niños ni siquiera se atrevían a hacer.

Las historias de Santiago y Julieta son las de muchos otros niños. ¿Qué es lo que sucedió? ¿Qué fue lo que afectó a estos niños, ahora quizá adultos, que muestran un comportamiento que no va acorde con su género?

Para que se lleve a cabo en forma satisfactoria un crecimiento y madurez espiritual, emocional y física, deben estar presentes ciertos nutrientes durante su infancia. Hablando específicamente de una orientación sexual sana, es necesario que los niños desarrollen vínculos adecuados con su madre, pues es quien los nutre y cuida desde su gestación. También con su padre, cuya intervención oportuna desde el momento mismo de la concepción es de suma importancia. Y con los dos al estar unidos como esposos, en una relación de respeto y de adecuada comunicación entre ambos.

Cuando la gente comenta: “Es alarmante la cantidad de homosexuales que está surgiendo hoy en día. ¡Pareciera plaga!” tristemente tenemos que admitir que proporcionalmente a una mayor crisis de paternidad, habrá cada vez más personas con problemas de lo que ahora se denomina Atracción al Mismo Sexo (AMS). Es decir, de homosexualidad y lesbianismo.

¿Y cómo es que la ausencia física y/o emocional del padre puede afectar tanto el desarrollo psicosexual del niño? Joseph Nicolosi, autor del libro Una guía para padres sobre cómo prevenir la homosexualidad, nos dice cómo los nutrientes básicos, tanto físicos como emocionales, son dados en primera instancia por parte de la madre. Ella juega un papel trascendental en cuanto a cimentar las bases del desarrollo del niño, tanto del varón como de la mujer.

Sin embargo, hablando específicamente de los niños varones, es de suma importancia que el padre intervenga en lo afectivo, imprimiendo su sello de masculinidad. Debe llevar a cabo una transferencia de identidad de género con su presencia patente entre los dieciocho meses y los tres años de edad.

Aunque la recurrencia del lesbianismo está siendo cada vez mayor, no se compara con el problema de la homosexualidad masculina. Según las estadísticas, por cada cinco casos de homosexualidad masculina, existe un solo caso de lesbianismo. Esto se debe a que, aunque tanto la madre como el padre juegan un papel importante en el desarrollo psicosexual tanto del niño como de la niña, la función del padre es lograr un desapego, como emprender un vuelo hacia una masculinidad afectiva en el caso de los varones.

La masculinidad es un logro que difícilmente se puede obtener sin la intervención del padre, o de una figura masculina que funja como padre sustituto. En el caso de las hijas, aunque el padre también viene a afirmar su feminidad, ésta es más bien conformada en primera instancia por la madre, con la que la hija no tiene que lograr precisamente un desprendimiento, sino seguir conectada con ella especialmente durante su infancia, pubertad y adolescencia.

El niño varón que no logra la conexión con su padre, quien se espera intervenga para “rescatar al hijo de la influencia materna”, como dice Nicolosi. A esta edad el niño ya distingue entre su madre y su padre, y hay una atracción natural puesta por Dios, hacia lo masculino, hacia su padre, pues anhela ser conformado y afirmado por él.

El amor de la madre es más bien incondicional. La madre consiente a los hijos, los sobreprotege en algunos casos. Aunque puede imponer también disciplina, su tendencia es más bien hacia amar, dar y cuidar de una forma absoluta. Pero el amor del padre suele ser más condicionado, hablando de los varones, pues hace al niño un tomador de riesgos. Lo anima a subirse a un árbol, jugar pelota, hacer cosas osadas que no se le faciliten. Esto da al niño un sentido de seguridad, pues estas primeras cosas riesgosas las hace al lado de alguien que le inspira confianza y seguridad, y que lo motiva para ser, al igual que él, una persona segura y valiente.

Pero cuando el niño es solo criado por la madre, o con escasa participación por parte del padre, donde no le permite emprender ese vuelo hacia la masculinidad, porque ni siquiera se siente seguro para desprenderse de quien le ha provisto para sus necesidades hasta ese momento, es inseguro para tomar riesgos, para ser una persona decisiva, determinante, fuerte. Más bien puede sentirse inseguro, tímido, temeroso. Puede no saber comportarse con el aplomo de un varón, pues la ausencia de su padre ha frenado su desarrollo en cuanto a su masculinidad.

Por supuesto que las raíces de una desorientación homosexual son muchas. Hablamos de una conspiración de factores que pueden ser un temperamento inclinado hacia lo artístico e intelectual, influencia femenina, etiquetación, abuso sexual infantil, experiencias sexuales tempranas, vinculación emocional insana con la madre, matriarcado, machismo, entre otros. Pero en especial la ruptura con el padre del mismo sexo es un factor predominante.

Cuando el niño anhela una conexión con su padre, y por alguna razón ésta no se logra, él lo percibe como un rechazo por parte de su padre. Se siente abandonado, ignorado. Puede percibirlo como alguien hostil, agresivo, ausente, alguien que no se interesa en él, falto de amor. Esta percepción es reforzada si existe una relación matrimonial desdichada.

La madre en su crisis emocional puede hacer del niño su confidente, una especie de “esposito” en el cual descarga sus frustraciones. Tal vez trata de cambiarlo y hacerlo a su manera, en vista de lo insatisfactoria que ha resultado su relación matrimonial. Habla con su hijo del mal comportamiento de su padre, de su mal desempeño como esposo, de cómo la ha maltratado, de cómo ha estado ausente, de cuán lejos está de ser el esposo y padre que debía haber sido.

La conclusión mental inconsciente del niño es: ¿Eso es ser un hombre? Yo no quiero ser eso. Al rechazar y renunciar a su padre, termina renunciando también a su propia masculinidad.

En el caso del lesbianismo, las causas son muy similares pero algunas dinámicas son un tanto distintas. Hablando de los factores que contribuyen al lesbianismo, puede también existir una ruptura con su madre o abuso sexual infantil, o puede contribuir también el hecho de que la niña haya resultado ser de una constitución robusta o atlética, que no cae en los estándares de lo que esperaba su madre para una niña delicada y femenina. De esta manera puede existir cierto rechazo hacia ella.

Puede ser que se esperaba a un varón en lugar de una niña. Se le comience a tratar como un niño, a vestirla como niño, sofocando su propia feminidad. Pero nos encontramos una vez más con un factor fuerte: la presencia del padre. En este caso él es quien dignifica y afirma la feminidad de su hija, y esto comienza con el trato que como esposo da a su propia esposa.

En unos casos se desarrolla un vínculo emocional con su padre tan fuerte que logra desapegarla de su madre, e incluso crear un tipo de rivalidad entre ellas.

Algo muy distinto puede ocurrir también. Si existe una relación disfuncional en el matrimonio y el esposo está maltratando física y/o emocionalmente a su esposa, la hija se da cuenta de dicho maltrato y se vuelve contrincante de su padre para defender a su débil madre. En tal caso la conclusión inconsciente es: ¿Esto es ser una mujer? No es algo que yo quiero ser.

Entonces ¿cómo debería ser una paternidad sana que nutra, motive, afirme y favorezca hacia una sana orientación e identidad sexual en los hijos?

Se busca un padre que ame a Dios, que lo conozca, que acepte el papel que Dios le ha dado dentro de su matrimonio y de su familia. Será un padre apegado al diseño de Dios establecido para el hogar, un padre en quien descanse la autoridad de la familia, que va acompañada de la responsabilidad para cuidar y amar a la esposa como vaso más frágil, que sepa que lo mejor que puede dar a sus hijos en principio no son bienes materiales por los cuales se pase horas incansables de trabajo, sino darse a sí mismo, su tiempo, su presencia, su afecto, su cariño, su disciplina.

Se busca un padre que con la ayuda de Dios pueda romper con las viejas maldiciones generacionales que se dan en forma de machismo, ausencia, agresión, falta de comunicación. Será un padre que busque al Padre Dios para llenar sus propios vacíos emocionales, a fin de crecer en su propia plenitud de paternidad y ser facultado por el Señor para ser el padre que él quiso que fuera.

Se busca un padre que sepa poner límites a sus hijos para criar niños seguros que sepan hacia dónde ir, un padre que vea a sus hijos como saetas a quienes da dirección, que les instruya en el camino de Dios siendo ejemplo de protección, provisión, líder fuerte pero amoroso que rompa con las ataduras y moldes que impiden mostrar afecto en forma práctica y física a su esposa y a sus hijos.

La boca de un padre debe bendecir incansablemente a sus hijos y decir con libertad: Te amo esposa; te amo, hijo; te amo, hija. Una mujer puede ser una madre extraordinaria, pero no le es dado ser padre. Esta es una facultad única y exclusiva para el varón. Su intervención y aporte en el sano desarrollo de los hijos es esencial.

No se buscan padres perfectos, porque cuando se ha encontrado al Padre perfecto en el cielo, sabemos que nos falta mucho para ser como Él. Pero tenemos el anhelo de ir en esa dirección. Se buscan padres forjadores de nuevas generaciones de hombres y mujeres que amen a Dios, hombres íntegros que vivan de acuerdo con el diseño de Dios establecido para la sexualidad en esta era de postmodernidad, hombres y mujeres rendidos al señorío de Jesucristo en todas las áreas de sus vidas.

Por Michael Davis

Cuando la adicción sexual se hace presente, lo que todos debemos consi­derar es que somos vulne­rables a llegar a estar vin­culados a aquellas cosas que nos hacen sentir me­jor, más seguros, amados, protegidos, y satisfechos. Llegamos a ser adictos a aquellas cosas que nos dan un sentido de autoes­tima, y que nos ayudan a enfrentar dificultades en nuestra vida.

Por Kerby Anderson

Cada año, hay vidas de mujeres (y hombres) que son alteradas o destruidas por alguien que abusa de ellas. Las cicatrices emocionales y físicas, así como la destrucción resultante, aparecen claramente en estadísticas sociales y criminales.

Si bien el abuso se denuncia poco, las estadísticas actuales de crímenes al menos comienzan a contar la historia. El Informe Uniforme de Crímenes del FBI indica rutinariamente a la violencia doméstica como la principal causa de lesiones para mujeres de entre 15 y 44 años de edad en Estados Unidos. Estas lesiones superan a las de los accidentes automovilísticos, los ataques callejeros y las violaciones combinadas.

El abuso puede ser manifiesto, flagrante y descarado. Pero puede ser también sutil y artero. Puede hacer explosión o introducirse gradualmente en una relación. Si bien las mujeres son las principales víctimas del abuso, los hombres también pueden serlo.

Uno de los primeros pasos para tratar con el abuso es identificarlo. Esto suele ser difícil porque puede manifestarse de distintas formas. Esta es una breve reseña de los distintos tipos de abuso.

1. Abuso emocional es el uso de estrategias mentales o juegos psicológicos. Esto podría incluir cosas como ira, agresión, humillación, intimidación, asecho, temor, poder y control. El objetivo es causar daño emocional a la otra persona.
2. Abuso físico incluye el uso de partes del cuerpo o armas para amenazar, castigar, dominar, contener, controlar o lesionar a otra persona.
3. Abuso sexual es el uso de acciones sexuales forzosas que pueden dominar, manipular, amenazar, lesionar, corromper o controlar a otra persona.
4. Abuso social involucra otras formas de abuso para dominar, manipular o controlar las relaciones sociales de otra persona.
5. Abuso financiero es el uso de dinero o cuestiones relacionadas con lo financiero para dominar, amenazar o controlar. Esto puede hacerse para dañar a otra persona o sacar provecho financiero de esa persona.
6. Abuso espiritual es el control de los intereses o prácticas religiosas de otra persona. Puede causarse daño espiritual al criticar las convicciones religiosas de una persona o al distorsionarlas con propósitos religiosos.

Si bien el abuso puede asumir diversas formas, suele haber elementos comunes. Por ejemplo, a menudo existe la tendencia de culpar a la víctima del abuso. A una mujer, por ejemplo, tal vez un pastor o un miembro de la iglesia le diga que “se someta” o que “ore más por su matrimonio”. Y, a menudo, las mujeres vuelven a involucrarse en relaciones abusivas, para sorpresa de muchos.

En este artículo intentaremos brindar algunas respuestas y una perspectiva sobre este tema importante. (Quisiera señalar también que ya tenemos artículos en el sitio Web de Probe que tratan con temas como el abuso verbal y el abuso espiritual.)

Tipos de abusadores

Si bien el abuso y la violencia doméstica se encuentran entre los problemas sociales más acuciantes de nuestro tiempo, la mayor parte de la sociedad (incluyendo las iglesias) sigue considerando a esta crisis como un asunto privado. A las mujeres abusadas los pastores y los miembros de la congregación suelen aconsejarles que “oren más” o “intenten ser una mejor esposa”.

El abuso ha sido ignorado no sólo por la iglesia sino a menudo por la profesión médica. En su estudio del abuso, Evan Stark y Ann Flitcraft encontraron que, de un millón de mujeres que solicitaron tratamiento médico por lesiones sufridas de esposos y novios, los médicos identificaron correctamente las lesiones como resultado de golpizas sólo el cuatro por ciento de las veces. [ref]Evan Stark and Ann Flitcraft, “Medical Therapy as Repression: The Case of the Battered Woman,”Health and Medicine, 1982, 29-32.[/ref]

Frecuentemente el abuso infantil y la violencia doméstica van de la mano. Los hombres que abusan de su esposa abusan a menudo también de sus hijos. La investigación demuestra que, en hogares donde ocurre la violencia doméstica, los hijos son abusados en una proporción de 1500 por ciento superior al promedio normal. [ref]Maria Roy, “Children in the Crossfire,” Health Communications, 1988.[/ref]

A menudo este abuso comienza antes que nazca el niño siquiera. Un estudio de 1200 mujeres embarazadas blancas, latinas y afroamericanas encontró que una de cada seis informó que hubo abuso físico durante el embarazo.[ref]Judith McFarlane, “Abuse During Pregnancy: A Cross-Cultural Study of Frequency and Severity of Injuries,” National Coalition Against Domestic Violence Fact Sheet (Denver, 1994).[/ref]

Los investigadores ahora concluyen que hay dos tipos de abusadores. Neil Jacobson y John Gottman lo documentan en su libro When Men Batter Women.[ref]Neil Jacobson and John Gottman, When Men Batter Women: New Insights into Ending Abusive Relationships (New York: Simon & Schuster, 1998).[/ref] Su estudio de más de 200 parejas en relaciones peligrosas ayudó a destruir mitos y arrojó nueva luz sobre las relaciones abusivas.

Ellos describen dos tipos de golpeadores: los “cobras” y los “perros Pit Bull”. Los “cobras” son los más severamente violentos de los dos. Golpean velozmente y ferozmente, manteniendo siempre el control y sintiéndose con derecho a todo lo que desean.

Los “perros Pit Bull” son violentos porque son inseguros. Tienen una mayor probabilidad de perder el control, y dejan que sus emociones se caldeen lentamente hasta que explotan de ira.

Jacobson y Gottman estudiaron intensamente unas 60 de las 200 parejas viendo cintas de video de discusiones no violentas de golpeadores severos con su cónyuge. Para eliminar parte de la subjetividad, monitorearon también los signos vitales (ritmo cardíaco, flujo de sudor) de las parejas.

Encontraron que los “cobras” se asemejan a la serpiente de la que toman su nombre. Permanecen inmóviles y concentrados justo antes de atacar a su víctima. Se vuelven internamente serenos durante el abuso. Mientras que el ritmo cardíaco de los “perros Pit Bull” aumenta durante el abuso, el ritmo cardíaco de los “cobras” llega a disminuir.

Los “perros Pit Bull” son impulsados por una profunda inseguridad y suelen tener una dependencia insalubre de la compañera abusada. Temen perder a su esposa, así que intentan controlarla mediante el abuso físico y emocional.

Los “cobras” a menudo han sido abusados ellos mismos físicamente o sexualmente (frecuentemente en la niñez), y tienden a considerar a la violencia como una parte inevitable de la vida.

Límites

A menudo las víctimas del abuso sienten que merecen el abuso que reciben. Han sido convencidas (por su pareja o tal vez por la sociedad en general) de que el abuso es culpa de ellas. No lo es. Para reforzar esta afirmación, estas son ocho cosas que nadie merece:[ref]Puede encontrarse una lista más detallada en Mary Marecek, Breaking Free from Partner Abuse(Buena Park, Calif: Morning Glory Press, 1999)[/ref]

1. Nadie merece ser empujado, abofeteado, magullado ni pateado. No hay ninguna excusa que justifique este tipo de acciones, sean drogas, alcohol, problemas financieros o problemas familiares.
2. Nadie merece ser abusado verbalmente. Nadie debe ser insultado o tratado a los gritos sin ninguna razón aparente.
3. Nadie merece que le dañen sus posesiones (arrojando platos, desgarrando ropa) o que le destruyan regalos. Estas cosas no se vuelven automáticamente “de él” simplemente porque pagó por ellas de una cuenta corriente conjunta.
4. Nadie merece que interfieran con su posibilidad de ir de un lado a otro. Usted no necesita que le digan cuándo puede y cuándo no puede salir de la casa, ir de compras o ir a la escuela.
5. Nadie merece ser seguido, acosado o espiado. Como adulto, usted tiene derecho a ir donde usted quiera, y pasar el tiempo de la forma que usted escoja.
6. Nadie merece ser ridiculizado, denigrado, menospreciado, ni que se burlen de ella. Esto se aplica tanto en el hogar como en público.
7. Nadie merece ser privado emocionalmente. Todos tienen necesidades emocionales: de amar, de ser amado, de cuidar y ser cuidado, de necesitar de otros y de ser necesitado por otros. Esto involucra más que una sola persona que exige su tiempo y atención.
8. Nadie merece ser aislado. Usted merece tener una comunidad de personas alrededor suyo además de sólo un cónyuge que domina su vida.

Toda persona tiene derechos que deben ser afirmados para impedir que tenga lugar el abuso. Esta es una breve lista de esos derechos:

1. Usted tiene derecho a ser tratado con respeto. Todas las personas son creadas a la imagen de Dios (Génesis 2:26, 27) y tienen valor y dignidad. Usted merece respeto independientemente de su condición económica, raza, religión o sexo.
2. Usted tiene derecho a ser escuchado. Usted tiene ideas y opiniones, y debe tener la libertad de expresarlas.
3. Usted tiene derecho a un sistema de ayuda. Usted no debería tener que depender de una persona en su vida para que satisfaga todas sus necesidades emocionales y que lo separa del resto de la sociedad.
4. Usted tiene derecho a ir de un lado a otro libremente. Usted debe poder tomar decisiones con relación a lo que hace con su tiempo libre.
5. Usted tiene derecho a tener privacidad y espacio propios. Usted no renuncia a esos derechos cuando se casa o cuando comienza a tener hijos.
6. Usted tiene derecho a mantener una identidad separada.

Cada uno de estos derechos es importante para establecer límites en una relación. Estos son los componentes clave para impedir el abuso.

Mitos del abuso

Veamos ahora algunos de los mitos acerca del abuso.[ref]Andrea Lissette and Richard Kraus, Free Yourself from an Abusive Relationship (Alameda, Calif: Hunter House, 2000).[/ref]

Un mito es que las víctimas del abuso vienen de familias de menores ingresos. En realidad, las víctimas de la violencia doméstica vienen de todas las condiciones sociales. La raza, la religión, el trasfondo socioeconómico no son predictores del abuso. Las víctimas del abuso pueden ser personas de buena o mala educación, profesionales o trabajadores comunes.

Un segundo mito es que las víctimas permanecen en relaciones abusivas porque les gusta ser abusadas. Esto no es cierto sencillamente. Muchas han sido condicionadas para aceptar las golpizas porque son culpadas por sus abusadores, pero no les gusta ser golpeadas. Muchas víctimas en realidad “aceptan el abuso como habitual en las relaciones” [ref]Eve Buzawa and Carl Buzawa, Domestic Violence: The Criminal Justice Response (Thousand Oaks, Calif: Sage Publications, 1996).[/ref]

Entonces, ¿por qué no se van las víctimas? La respuesta a esto suele ser bastante compleja. Muchas mujeres creen que no pueden irse porque “él no puede vivir sin mí”. Temen que tendrá una crisis nerviosa, se suicidará o perderá su trabajo.

Tal vez crea que los hijos necesitan un padre, racionalizando que un padre abusador es mejor que no tener ningún padre. Y ella tal vez piense que no podrá mantenerse por su cuenta en el mercado laboral.

Muchas mujeres temen ser muertas si dejan una relación abusiva. Y ese temor puede estar justificado. Los estudios demuestran que las mujeres golpeadas tienen una mayor probabilidad de ser muertas después de dejar una relación abusiva. [ref]Mary Ann Dutton, “The Dynamics of Domestic Violence: Understanding the Response from Battered Women,” The Florida Bar Journal, October 1994.[/ref]

Las víctimas del abuso también se autoconvencen de que las cosas van a mejorar. “La esperanza nunca muere”, y siempre hay esperanza de que, con los cambios adecuados y el trabajo duro, el abuso desaparecerá. Lamentablemente, no lo hace.

Un tercer mito es que la violencia ocurre mayormente entre extraños. En contra de la opinión popular, el mayor riesgo de ataque de una mujer viene de un compañero íntimo. Las estadísticas del Departamento de Justicia indican que las mujeres son atacadas siete veces más frecuentemente por ofensores con quienes tienen una relación íntima que las víctimas masculinas de la violencia. [ref]”Violence Against Women: Estimates from the Redesigned Survey, August 1995,” Report from the U.S. Justice Department (Washington, DC: Bureau of Justice Statistics, 1996).[/ref]

Un cuarto mito es que el abuso no es un problema importante. La violencia doméstica es uno de los principales problemas de salud hoy. Como hemos mencionado, afecta a cada uno de los segmentos socioeconómicos de la sociedad. “Los funcionarios federales estiman que la violencia doméstica cuesta a las empresas estadounidenses 4.000 millones de dólares al año en menor productividad, rotación de personal, ausentismo y el uso excesivo de beneficios médicos”. [ref]Patricia Riddle Gaddis, Battered But Not Broken (Valley Forge, Pa: Judson Press, 1996).[/ref]

Primero, los pastores y miembros de la iglesia deben ser conscientes del alcance del problema. He brindado algunas estadísticas sociales para demostrar cuán extendido está el abuso en nuestra sociedad. No es un problema que podamos ignorar o tratar mediante simples frases hechas.

Segundo, los pastores y consejeros necesitan ayudar a las víctimas del abuso a fijar límites en su vida. Las mujeres golpeadas suelen encontrar que les cuesta decidir cosas porque otro ha estado tomando decisiones por ellas. Muchas mujeres que viven en hogares violentos fueron de la casa de su padre directamente a la casa del abusador. Nunca han tenido demasiada experiencia en hacer sus propias elecciones personales.

Si usted quiere ayudar a una víctima del abuso, debería alentarla a tomar sus propias decisiones. Resista la tentación de rescatarla y asumir el control de su vida. Ella necesita sentir que está facultada para actuar y no sentirse inútil. Al mismo tiempo, usted puede brindar sugerencias sobre cómo encontrar un consejero familiar o una agencia que se ocupa de la violencia doméstica.

Tercero, si usted es un pastor, un consejero o simplemente un amigo compasivo, puede brindar consejos y consolación. Ella necesita oír de usted que no merece ser abusada. Reconozca la seriedad de la situación, y no deje que se autoconvenza de que el abuso desaparecerá.

Cuarto, esté preparado para una intervención en caso de crisis. Puede ser necesaria una rápida acción para protegerla a ella y a sus hijos. Pídale que describa las circunstancias de las últimas dos o tres golpizas. ¿Qué ocurrió antes del ataque (droga, alcohol, discusión)? ¿En qué estado se encuentra la relación de ella en este momento?

Un pastor o consejero que recibe una llamada de crisis sólo tiene unos pocos instantes para discernir el alcance de la amenaza, y deben tomarse acciones adecuadas. ¿Puede llegar ella a un lugar seguro inmediatamente? ¿Tiene usted un lugar para que ella vaya, de ser necesario?

A veces la crisis llega a su oficina o a su hogar. Un pastor, consejero o amigo compasivo tal vez necesite buscar atención médica y un lugar seguro lejos del abusador.

Si la pareja está separada, ella podría ser asechada por su abusador. Ella necesita saber quién puede protegerla y cómo ponerse en contacto con servicios legales.

Quinto, la iglesia debe abordar este importante tema del abuso doméstico. Al hablar del tema, rompemos el silencio que rodea el abuso y lo confrontamos con principios bíblicos. La iglesia debe hacer que los abusadores se hagan cargo de sus acciones. La intervención, la confrontación y el amor firme deben ser las herramientas usadas para combatir el abuso en nuestras comunidades.

Si el golpeador es un miembro de la iglesia, entonces Mateo 18 brinda un modelo para confrontar a los “ofensores” dentro de la iglesia. Gálatas 5:22-25 habla del fruto del Espíritu, que incluye amabilidad, bondad y dominio propio. Estos y muchos otros versículos brindan un modelo para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia (2 Timoteo 3:16). Los cristianos tienen un papel importante en tratar con el abuso dentro de nuestra sociedad.


© 2003 Probe Ministries. Todos los derechos reservados.
Traducción: Alejandro Field

Acerca del autor
Kerby Anderson es el director nacional de Probe Ministries International. Recibió su B.S. de Oregon State University, M.F.S. de Yale University, y M.A. de Georgetown University. Es autor de varios libros, incluyendo Genetic Engineering (Ingeniería genética), Origin Science (La ciencia de los orígenes), Living Ethically in the 90s (Cómo vivir éticamente en la década del 90), Signs of Warning (Señales de advertencia), Signs of Hope (Señales de esperanza), y Moral Dilemmas (Dilemas morales). Director general y colaborador de los libros Marriage, Family and Sexuality y Technology, Spirituality, & Social Trends, de Kregel Publications.
Es un columnista nacionalmente sindicado cuyas editoriales han aparecido en los periódicos Dallas Morning News, Miami Herald, San Jose Mercury, y Houston Post.
Es el anfitrión de “Probe,” y suele servir como anfitrión invitado en el programa radial “Point of View” (Punto de vista – USA Radio Network). Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org. Por favor indique a qué artículo se está refiriendo.

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Por Shawn Corkery

El tema de abuso sexual se ha intensifi­cado en la con­ciencia nor­tea­mericana du­rante los últi­mos años.  Cada mes pa­rece ha­ber otro escán­dalo, caso en la corte, o testi­monio que llena las ondas radia­les.  Seme­jante saturación en la co­muni­cación nos im­pacta, y puede final­men­te ha­cernos in­sen­sibles al au­mento de la destrucción en la vida de tan­tas personas.  Po­de­mos em­pezar pregun­tándonos: ¿es todo esto real y terminará algún día?

Por Kerby Anderson

Introducción

Casi todos han oído de alguien, o conocen a alguien, que ha sido abusado verbalmente. Tal vez usted esté involucrado en una relación verbalmente abusiva. También es posible que nadie conozca su situación siquiera. El abuso verbal es como una golpiza que no deja evidencias, como las magulladuras de las golpizas físicas. Usted (o su amigo) puede estar sufriendo en silencio y en aislamiento.

En este artículo quiero abordar este tema muy importante en un esfuerzo por entender este fenómeno y brindar respuestas. Como toda área de la acción humana, comienza en la mente y el corazón. Proverbios 23:7 dice: “Cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él.” Lo que una persona piensa en su mente y en su corazón se verá reflejado en sus palabras y en sus acciones. El abuso verbal y el abuso físico son el resultado de una forma de ver el mundo que claramente no es bíblica.

El abuso verbal suele ser más difícil de ver, ya que raramente hay cicatrices visibles, a menos que haya habido abuso físico. Pero a menudo es menos visible simplemente porque el abuso tal vez siempre ocurra en privado. La víctima del abuso verbal vive en un mundo cada más confuso. En público, la víctima está con una persona. Cuando está en privado, el abusador puede convertirse en una persona completamente diferente.

Frecuentemente, aunque no siempre, el perpetrador del abuso verbal es un varón y la víctima es una mujer. Hay muchos ejemplos de mujeres que son bastantes abusivas verbalmente. Pero, para simplificar los pronombres en este artículo, voy a identificar al abusador como masculino y a la víctima como femenina.

Uno de los primeros libros en describir el abuso verbal en los adultos fue el de Patricia Evans, The Verbally Abusive Relationship (La relación verbalmente abusiva). [ref]Patricia Evan, The Verbally Abusive Relationship. Holbrook, MA: Adams Media Corporation, 1996.[/ref] Ella entrevistó a cuarenta mujeres abusadas verbalmente de entre 21 y 66 años. La mayoría de las mujeres había salido de una relación verbalmente abusiva. Usaremos algunas de las características y categorías del abuso verbal que estas mujeres describen en este libro.

Otro libro importante para entender el abuso verbal es uno que describe el fenómeno de “volverse loco” (crazymaking). George Bach y Ronald Deutsch escribieron “Stop! You’re Driving Me Crazy” (“¡Alto! Me estás volviendo loco”). [ref]George Bach and Ronald Deutsch, Stop! You’re Driving Me Crazy. NewYork: Putnam’s Sons, 1980.[/ref] Ellos describen cómo es la experiencia de volverse loco. Esto incluye “sentirse temporalmente desequilibrado,” “sentirse perdido y sin saber adónde ir,” y “ser tomado desprevenido.”

La víctima suele ser el blanco de arranques de ira, el sarcasmo, o una fría indiferencia. La reacción del abusador ante estas acciones a menudo está recubierta de una actitud de “¿Qué te pasa a ti?” Se la acusa de “hacer de todo una montaña.” Con el tiempo, ella pierde su equilibrio y seguridad y comienza a preguntarse si es ella la que está loca.

La clave de la sanidad está en reconocer el abuso verbal por lo que es, y comenzar a tomar pasos deliberados para detenerlo y traer sanidad. Dado que el abusador suele usar la negación, la responsabilidad por reconocer el abuso verbal suele estar en la pareja.

Las características del abuso verbal

Ahora quisiera centrarme en algunas de las características del abuso verbal según aparecen en The Verbally Abusive Relationship. [ref]Evans, 81-84.[/ref]

El abuso verbal es dañino y suele atacar la naturaleza y las capacidades de la pareja. Con el tiempo, la pareja puede comenzar a creer que hay algo de malo con ella o con sus capacidades. Puede llegar a sentir que ella es el problema, y no su pareja.

El abuso verbal puede ser abierto (mediante insultos y arranques de ira) o encubierto (a través de comentarios sutiles, con un efecto similar a un lavado de cerebro).

El abuso verbal abierto suele incluir reproches y acusaciones, y confunde a la pareja.

El abuso verbal encubierto, que es la agresión oculta, confunde aún más a la pareja. Su objetivo es controlarla sin que se dé cuenta.

El abuso verbal es manipulador y controlador. Alguien puede hacer comentarios despectivos de una forma sumamente sincera e interesada. Pero el objetivo es controlar y manipular.

El abuso verbal es insidioso. La autoestima de la pareja va disminuyendo gradualmente, sin que se dé cuenta. Ella podría tratar de cambiar su comportamiento conscientemente o inconscientemente para no perturbar al abusador.

El abuso verbal es imprevisible. De hecho, la imprevisibilidad es una de las características más significativas del abuso verbal. La pareja queda atontada, atónita y desestabilizada por el sarcasmo, la frase hiriente, el desprecio o el comentario injurioso de su pareja.

El abuso verbal no es un tema secundario. Es el tema principal en la relación. Cuando una pareja está teniendo una discusión sobre un tema real, el tema puede ser resuelto. En una relación verbalmente abusiva, no hay ningún conflicto específico. El tema es el abuso, y este tema no se resuelve. No tiene un cierre.

El abuso verbal expresa un doble mensaje. Hay una incongruencia entre la forma en que habla el abusador y sus verdaderos sentimientos. Por ejemplo, puede sonar muy sincero y honesto mientras está diciendo a su pareja lo que ella tiene de malo.

El abuso verbal suele escalar, aumentando en intensidad, frecuencia y variedad. El abuso verbal puede comenzar con frases despectivas disfrazadas como chistes. Luego pueden aparecer otras formas. A veces, el abuso verbal puede escalar hacia el abuso físico, comenzando con empellones “accidentales”, empujones y choques.

Estas son algunas de las características del abuso verbal. A continuación, consideraremos algunas de las categorías de abuso verbal. [ref]Ibid., 85-104.[/ref]

Las categorías de abuso verbal

La primera categoría de abuso verbal es retener. Un matrimonio requiere intimidad, y la intimidad requiere empatía. Si una pareja retiene información y sentimientos, entonces el vínculo matrimonial se debilita. El abusador que se rehúsa a escuchar a su pareja le niega la experiencia y la deja aislada.

La segunda es rebatir. Esta es la respuesta dominante del abusador verbal que ve en su pareja un adversario. Está constantemente rebatiendo y corrigiendo todo lo que dice y hace. Por adentro, hasta puede estar pensando: “¡Cómo se atreve a tener otro punto de vista!”
El rebatir es muy destructivo para una relación porque impide que la pareja sepa lo que piensa su compañero acerca de cualquier cosa. A veces el abusador verbal puede cortar la discusión en la mitad de una oración antes que ella pueda terminar su idea. En muchas formas, ni siquiera le permite tener sus propias ideas.

Una tercera categoría de abuso verbal es rebajar. Esto es como tomar un artículo de cien dólares y reducir su precio a un centavo. Rebajar la realidad y la experiencia de la pareja y es sumamente destructivo. Puede ser una forma sumamente insidiosa de abuso verbal, porque niega y distorsiona la percepción real de la pareja del abuso.

A veces el abuso verbal esta disfrazado como chistes. Si bien sus comentarios pueden pasar por humor, hieren a su pareja profundamente. Las pullas verbales pueden ser hechas estúpidamente o con gran habilidad, pero todas tienen el mismo efecto de humillar a la pareja desequilibrándola.

Una quinta forma de abuso verbal es bloquear y desviar. El abusador verbal rehúsa la comunicación, dictamina lo que puede ser discutido o retiene información. Puede impedir toda posibilidad de resolver conflictos mediante el bloqueo y el desvío.

Acusar y culpar es otra forma. Un abusador verbal acusará a su pareja de hacer algo malo o alguna violación del acuerdo básico de la relación. Esto tiene el efecto de desviar la conversación y poner a la otra pareja a la defensiva.

Otra forma de abuso verbal es juzgar y criticar. El abusador verbal puede juzgar a su pareja y luego expresar su juicio en una forma crítica. Si ella objeta, puede decirle que simplemente está señalando algo para ayudar, pero en realidad está expresando su falta de aceptación de ella.

Estas son sólo algunas pocas categorías de abuso verbal. A continuación, veamos varias otras formas de abuso verbal.

Otras formas de abuso verbal

Trivializar puede ser también una forma de abuso verbal. Es un intento por tomar algo que se ha dicho o hecho y convertirlo en insignificante. Cuando se hace esto en forma franca y sincera, puede ser difícil de detectar. A menudo, la pareja queda confundida y cree que no ha explicado eficazmente a su compañero la importancia de algunas cosas para ella.

Socavar es también abuso verbal. El abusador no sólo retiene el apoyo emocional sino también erosiona la confianza y la determinación. El abusador a menudo aplastará una idea o sugerencia con un único comentario.

Amenazar es una forma clásica de abuso verbal. Manipula a su pareja haciendo que surjan en ella sus mayores temores. Esto puede incluir la amenaza de irse o divorciarse. En algunos casos, la amenaza puede ser escalar el abuso.

Insultar puede ser también abuso verbal. Llamar a alguien continuamente “estúpida” porque no es tan inteligente como uno o llamarla “torpe” porque no tiene tanta coordinación puede tener un efecto devastador sobre la autoestima de la pareja.

El abuso verbal puede involucrar el olvido también. Esto puede involucrar tanto la manipulación abierta como encubierta. Todos se olvidan de algo de vez en cuando, pero el abusador verbal lo hace en forma consistente. Cuando la pareja se ha serenado, después de recibir los gritos del abusador, y confronta a su compañero, encuentra que él ha “olvidado” el incidente. Algunos abusadores se olvidan de promesas que han hecho que son de gran importancia para sus parejas.

Ordenar es otra forma clásica de abuso verbal. Niega la igualdad y la autonomía de la pareja. Cuando un abusador da órdenes en vez de pedir, la trata como una esclava o una subordinada.

La negación es la última categoría de abuso verbal. Si bien todas las formas de abuso verbal tienen consecuencias serias, la negación puede ser muy insidiosa porque niega la realidad de la pareja. De hecho, un abusador verbal podría leer esta lista de categorías e insistir que no es abusivo.

Por eso es tan importante que la pareja reconozca estas características y categorías, dado que el abusador suele tomar una actitud de negación. Por lo tanto, la responsabilidad de reconocer el abuso verbal y hacer algo al respecto suele descansar en la pareja.

Hemos descrito varias características y hemos discutido varias categorías del abuso verbal. Finalmente, quisiera brindar una perspectiva bíblica.

Una perspectiva bíblica del abuso verbal

La Biblia nos advierte claramente acerca de los peligros de un hombre airado. Proverbios 22:24 dice: “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos.” Y Proverbios 29:22 dice: “El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso muchas veces peca.”

No es la voluntad de Dios que usted (o su amigo) esté en una relación verbalmente abusiva. Esas palabras airadas y críticas destruirán su confianza y su autoestima. Ser sumisa en una relación de matrimonio (Efesios 5:22) no significa dejarse ser golpeada verbalmente por su pareja. Es cierto que 1 Pedro 3:1 enseña que las esposas, al someterse a sus esposos, pueden ganarlos a Cristo por su comportamiento. Pero no enseña que deben permitir que sean abusadas verbalmente o físicamente.

He aquí algunos principios bíblicos clave

Primero, saber que Dios la ama.

La Biblia enseña: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Salmos 34:18).

Segundo, trate con sus sentimientos de culpa.

Tal vez sienta que los problemas de su matrimonio son culpa suya. “Si sólo hiciera las cosas mejor, él no estaría tan enojado conmigo.” La Biblia enseña en Salmos 51:6 que “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.” Aun cuando pueda tener sentimientos de culpa, tal vez usted no sea la parte culpable. Yo le recomendaría que lea mi artículo sobre el tema de la falsa culpa. [ref]False Guilt (La culpa falsa) http://www.probe.org/docs/falguilt.html[/ref]

Un tema relacionado es la vergüenza. Tal vez sienta que usted tiene algo malo. Tal vez sienta que es una mala persona. Salmos 139:14 dice: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe bien.”

Finalmente, debe darse cuenta que usted puede dejar de ser una víctima y concordar con Dios en que puede ser libre. 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu; donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”

Un elemento clave en esta área del abuso verbal indudablemente será confrontar al abusador. Es importante que usted se dé cuenta que la confrontación es un principio bíblico. Jesús enseñó acerca de esto en Mateo 18:15-20. Yo le recomendaría que busque ayuda de un pastor o un consejero. Pero también le recomendaría que consiga hombres y mujeres de Dios que puedan confrontar afectuosamente a la persona que la está abusando. Su objetivo debería ser penetrar a través de su negación y restaurarlo amablemente con un espíritu de mansedumbre (Gálatas 6:1).

El abuso verbal es un problema emocional difícil, pero hay esperanza si el abusador está dispuesto a confrontar su pecado y conseguir ayuda.


Notas Copyright © 2001 Probe Ministries. Todos los derechos reservados. Alejandro Field

Acerca del autor
Kerby Anderson es el director nacional de Probe Ministries International. Recibió su B.S. de Oregon State University, M.F.S. de Yale University, y M.A. de Georgetown University. Es autor de varios libros, incluyendo Genetic Engineering (Ingeniería genética), Origin Science (La ciencia de los orígenes), Living Ethically in the 90s (Cómo vivir éticamente en la década del 90), Signs of Warning (Señales de advertencia), Signs of Hope (Señales de esperanza), y Moral Dilemmas (Dilemas morales). Director general y colaborador de los libros Marriage, Family and Sexuality y Technology, Spirituality, & Social Trends, de Kregel Publications.
Es un columnista nacionalmente sindicado cuyas editoriales han aparecido en los periódicos Dallas Morning News, Miami Herald, San Jose Mercury, y Houston Post.

Es el anfitrión de “Probe,” y suele servir como anfitrión invitado en el programa radial “Point of View” (Punto de vista – USA Radio Network). Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org. Por favor indique a qué artículo se está refiriendo.

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Lori Rentzel

David y Ken se conocieron en el campamento de verano de la iglesia, donde cada uno estaba a cargo de un grupo de niños de cuarto grado. En el día de apertura, David notó con que facilidad Ken se hacía cargo de su grupo. “Es de esperarse”, pensó David, “mírenlo, un atleta por naturaleza, muy bien parecido y obviamente un líder innato”.

Lo que sí sorprendió a David fue la invitación de Ken a jugar al básquetbol con él una tarde. Después se refrescaron tomando unas sodas y contando historias junto a los niños del campamento. En poco tiempo, el gran sentido del humor de David hizo reír a Ken a carcajadas. Al terminar al semana, todos se daban cuenta de que David y Ken eran muy buenos amigos.

Mujer y autoestima

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¿Por qué esperar a que existan situaciones de violencia para ayudar a la mujer a crecer en su autoestima? ¿Por qué no ayudar a nivel de prevención para que las mujeres no se permitan entrar en situaciones tan trágicas?

Este librito ayudará a las mujeres a que crezcan en su autoestima, a que entiendan las razones por las cuales son como son, y que conociéndose, puedan hacer los cambios que quieran. Tenemos mucho más control sobre nuestras vidas de lo que muchas veces creemos. Podemos cambiar mucho más que lo que nos damos cuenta, pero hay que creer que esto es posible y que uno puede ser el instrumento de cambio. Podemos tener una mejor calidad de vida y ofrecer también una mejor calidad de vida a nuestras hijas y a nuestros hijos.

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