Por Dan Hitz

“¿Nadie te ha condenado?” “Nadie, Señor”, dijo ella. “Entonces tampoco yo te condeno”, declaró Jesús. “Ve ahora y deja tu vida de pecado”. Juan 8:10b-11 NVI

La simple verdad de Juan 3:16 es que “…tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Es a través de la gracia que somos “salvos por medio de la fe” y somos hechos “nuevas criaturas” (Efesios 2:8-9; 2 Corintios 5:17). No podemos hacer nada para ganar nuestra salvación. No podemos ser “suficientemente buenos” para calificar para el Cielo. Simplemente estamos llamados a entregar nuestras vidas a la autoridad de Jesucristo y recibir Su Espíritu dentro de nosotros. En realidad, esa es una gran entrega de nuestras vidas y un regalo aún mayor de Su salvación eterna.

Por Dan Hitz

“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Este dicho es cierto, y se puede confiar en él. ¡Yo era el peor pecador de todos!”

Apóstol Pablo, 1 Timoteo 1:15 (Versión Inglesa Contemporánea)

Advertencia: Este artículo cubre un tema delicado que, en algunas personas, puede desencadenar ciertas emociones. No es la intención causar angustia en alguien. El propósito es el de mostrar que Jesucristo quien puede perdonar, redimir y transformar a cualquier persona, incluso a aquellas que muchos ven como los peores pecadores del mundo.

Ciertamente, hay muchas tormentas culturales en este momento. Cada tormenta tiene su cuota de opiniones. Algunas ruidosas. Algunas suaves. Algunas bíblicas. Algunas irracionales. Es fácil apartar nuestros ojos de Jesús y encontrar nuestros corazones arrastrados por el torbellino y la confusión. Durante este tiempo, es importante mantener nuestros ojos y corazones enfocados en Jesús y confiar en Él para que nos guíe a través de la tormenta.

Nunca pensé en el uso de la pornografía como un problema. Lo veía como algo que “no dañaba a nadie” y me sentía “a salvo”. En la secundaria era normal que los chicos hablaran de la pornografía, lo que hacía que pareciera que todos la consumían, como algo totalmente normal y natural. Lo que no sabía es que estaba usando la pornografía como una droga para disociarme de mis emociones y alejarme de Dios. A medida que pasaba el tiempo, me llevaba cada vez más a un mayor aislamiento y me hacía sentir más y más deprimido, alimentando un ciclo que no conocía ni entendía. Debido a que estaba tan involucrado en la negación y el aislamiento, tampoco pensaba en cómo afectaría esto a quienes estaban a mi alrededor, y nunca pensé en mi relación distante con Dios. Darme cuenta de que el uso de la pornografía era un problema, e incluso una adicción, fue como levantar una niebla pesada frente a mí, disipando las mentiras que aceptaba como verdad.

1. Ve a una persona, no a un pecador. No somos de una campaña de limpieza moral; somos embajadores del amor de Cristo. ¿Cómo te acercarías a alguna persona que crees que necesita a Dios? No hay nada especial sobre la homosexualidad como pecado ante los ojos de Dios. No permitas que lo sea para ti. Ellos están buscando amor, como cualquier otra persona. Jesucristo es la respuesta a esa necesidad.

2. Recuerda que el Evangelio significa BUENAS NUEVAS. Asegúrate de presentar a un Salvador, no un código de ética o principios morales. Jesús es una persona real, no es religión, ni una vida filosófica. No estés tan interesado en hablar sobre algún pecado en particular. Dios quiere redimir y restaurar a la persona completa, no sólo su sexualidad.

3. Conoce y experimenta lo que estás ofreciendo. Estás ofreciendo a Jesucristo como Señor y Salvador. No estás ofreciendo heterosexualidad ni que la gente deje de tener algún otro tipo de tentación. Hay una diferencia entre tener una orientación homosexual (tentación) y actuar de acuerdo con esa orientación, teniendo un comportamiento homosexual. Cuando una persona hace un compromiso con Cristo, debe estar de acuerdo con Dios de que los actos homosexuales son pecado. Estás inicialmente ofreciendo a Jesucristo quien puede otorgar el poder, por Su Espíritu, a lograr en primer lugar a una abstinencia del comportamiento homosexual como parte de su restauración —pero los sentimientos, la orientación, no van a cambiar de la noche a la mañana. Esto vendrá con el tiempo, a través del discipulado, la consejería, el cuidado e interés de su red de apoyo, y la calidad de su propia rendición continua al señorío de Jesucristo.

4. Ama activamente a la persona. Las palabras pueden ser muy vacías. Demuestra tu amor escuchándole, llamándole, confrontándole con gracia cuando sea necesario, acompañándole a la iglesia. Amor es verbo.

5. No tengas miedo de escuchar algunos detalles «groseros». Algunas personas no saben cómo expresarse sino utilizando el lenguaje de la calle. Escucha con amor y responde mientras buscas el consejo de Jesús. Ámalos en donde se encuentren.

6. No tengas temor de decir, «te amo». No tengas temor de abrazar, tocar, estrechar las manos en oración. Todos necesitamos una afirmación física de amor mutuo. El tocar no es sexo, es amor. Los homosexuales necesitan aprender el lugar del afecto fuera del contexto sexual. No te van a abusar. Si tus intenciones son malinterpretadas, explícate, pero no te alejes.

7. Comparte tu vida, tus luchas y victorias. Mucha gente que viene de un trasfondo homosexual se sorprende al darse cuenta de que gente, que no es de la comunidad LGBTI+, también lucha con soledad, rechazo, heridas, pruebas, etc. Eso les ayuda a poner su vida en perspectiva.

8. Presenta los alcances completos del Evangelio. Jesús quiere liberarlos de muchas cosas que los esclavizan: la mentira, la amargura, el orgullo, la rebelión, la ira, etc. El comportamiento homosexual y las fantasías son sólo una parte de las muchas cosas de las que Jesucristo los quiere hacer libres. Presenta a Jesucristo como Señor y Salvador, tanto su señorío como su salvación, son importantes.

9. No hagas del quebranto sexual el punto central de tu relación y amistad.  Tampoco temas hablar del mismo, recuerda que hay muchas otras áreas en la vida de tu amigo de las que puedes hablar. Muéstrale a Jesús, como la respuesta a todos sus pecados.

10. Háblales sobre Exodus Latinoamérica. Comparte escrituras como 1 Corintios 6:9-11 («…y eso eran algunos de ustedes…»), así como testimonios de otros que han salido de la homosexualidad. «La fe viene por el oir…» Romanos 10:17.

Adaptado del escrito original de Robbi Kenney, de ministerios Outpost, PO Box 7067, Minneapolis, MN 55407.

Traducido y adaptado por Pedro Delgado

Por Pedro Delgado

Santiago era un niño callado y taciturno. Miraba con ojos tristes a sus compañeros mientras parecían divertirse. Anhelaba ser capaz de jugar con ellos y comportarse con ese valor, coraje, determinación y seguridad con el balón. Pero el simple hecho de hablar con uno de ellos, le llenaba de pánico.

Había sido objeto de burlas en repetidas ocasiones, y para ocultar su amaneramiento y su voz delicada, prefería callar y permanecer inmóvil, guardando una distancia prudencial del resto de sus compañeros o involucrándose en actividades que pudiera desarrollar solo: lectura o trabajos manuales. O simplemente prefería jugar con niñas, con quienes se sentía más seguro y menos amenazado.

Julieta era diferente. “¡Quítenmela de encima!” gritaba desesperado Enrique mientras su compañera Julieta le arremetía violentamente, golpeándole la cara con una saña inusual a sus apenas once años de edad. La madre de Julieta llegó visiblemente agitada a la oficina de la directora de la primaria donde su hija estudiaba. No era la primera vez que le hacía llamar por el comportamiento agresivo de Julieta; era la tercera escuela primaria en la que estudiaba, pues había sido expulsada por la misma razón.

La niña no parecía sentirse cómoda con sus compañeras; prefería jugar con los varones, juegos rudos, e incluso realizaba hazañas que algunos niños ni siquiera se atrevían a hacer.

Las historias de Santiago y Julieta son las de muchos otros niños. ¿Qué es lo que sucedió? ¿Qué fue lo que afectó a estos niños, ahora quizá adultos, que muestran un comportamiento que no va acorde con su género?

Para que se lleve a cabo en forma satisfactoria un crecimiento y madurez espiritual, emocional y física, deben estar presentes ciertos nutrientes durante su infancia. Hablando específicamente de una orientación sexual sana, es necesario que los niños desarrollen vínculos adecuados con su madre, pues es quien los nutre y cuida desde su gestación. También con su padre, cuya intervención oportuna desde el momento mismo de la concepción es de suma importancia. Y con los dos al estar unidos como esposos, en una relación de respeto y de adecuada comunicación entre ambos.

Cuando la gente comenta: “Es alarmante la cantidad de homosexuales que está surgiendo hoy en día. ¡Pareciera plaga!” tristemente tenemos que admitir que proporcionalmente a una mayor crisis de paternidad, habrá cada vez más personas con problemas de lo que ahora se denomina Atracción al Mismo Sexo (AMS). Es decir, de homosexualidad y lesbianismo.

¿Y cómo es que la ausencia física y/o emocional del padre puede afectar tanto el desarrollo psicosexual del niño? Joseph Nicolosi, autor del libro Una guía para padres sobre cómo prevenir la homosexualidad, nos dice cómo los nutrientes básicos, tanto físicos como emocionales, son dados en primera instancia por parte de la madre. Ella juega un papel trascendental en cuanto a cimentar las bases del desarrollo del niño, tanto del varón como de la mujer.

Sin embargo, hablando específicamente de los niños varones, es de suma importancia que el padre intervenga en lo afectivo, imprimiendo su sello de masculinidad. Debe llevar a cabo una transferencia de identidad de género con su presencia patente entre los dieciocho meses y los tres años de edad.

Aunque la recurrencia del lesbianismo está siendo cada vez mayor, no se compara con el problema de la homosexualidad masculina. Según las estadísticas, por cada cinco casos de homosexualidad masculina, existe un solo caso de lesbianismo. Esto se debe a que, aunque tanto la madre como el padre juegan un papel importante en el desarrollo psicosexual tanto del niño como de la niña, la función del padre es lograr un desapego, como emprender un vuelo hacia una masculinidad afectiva en el caso de los varones.

La masculinidad es un logro que difícilmente se puede obtener sin la intervención del padre, o de una figura masculina que funja como padre sustituto. En el caso de las hijas, aunque el padre también viene a afirmar su feminidad, ésta es más bien conformada en primera instancia por la madre, con la que la hija no tiene que lograr precisamente un desprendimiento, sino seguir conectada con ella especialmente durante su infancia, pubertad y adolescencia.

El niño varón que no logra la conexión con su padre, quien se espera intervenga para “rescatar al hijo de la influencia materna”, como dice Nicolosi. A esta edad el niño ya distingue entre su madre y su padre, y hay una atracción natural puesta por Dios, hacia lo masculino, hacia su padre, pues anhela ser conformado y afirmado por él.

El amor de la madre es más bien incondicional. La madre consiente a los hijos, los sobreprotege en algunos casos. Aunque puede imponer también disciplina, su tendencia es más bien hacia amar, dar y cuidar de una forma absoluta. Pero el amor del padre suele ser más condicionado, hablando de los varones, pues hace al niño un tomador de riesgos. Lo anima a subirse a un árbol, jugar pelota, hacer cosas osadas que no se le faciliten. Esto da al niño un sentido de seguridad, pues estas primeras cosas riesgosas las hace al lado de alguien que le inspira confianza y seguridad, y que lo motiva para ser, al igual que él, una persona segura y valiente.

Pero cuando el niño es solo criado por la madre, o con escasa participación por parte del padre, donde no le permite emprender ese vuelo hacia la masculinidad, porque ni siquiera se siente seguro para desprenderse de quien le ha provisto para sus necesidades hasta ese momento, es inseguro para tomar riesgos, para ser una persona decisiva, determinante, fuerte. Más bien puede sentirse inseguro, tímido, temeroso. Puede no saber comportarse con el aplomo de un varón, pues la ausencia de su padre ha frenado su desarrollo en cuanto a su masculinidad.

Por supuesto que las raíces de una desorientación homosexual son muchas. Hablamos de una conspiración de factores que pueden ser un temperamento inclinado hacia lo artístico e intelectual, influencia femenina, etiquetación, abuso sexual infantil, experiencias sexuales tempranas, vinculación emocional insana con la madre, matriarcado, machismo, entre otros. Pero en especial la ruptura con el padre del mismo sexo es un factor predominante.

Cuando el niño anhela una conexión con su padre, y por alguna razón ésta no se logra, él lo percibe como un rechazo por parte de su padre. Se siente abandonado, ignorado. Puede percibirlo como alguien hostil, agresivo, ausente, alguien que no se interesa en él, falto de amor. Esta percepción es reforzada si existe una relación matrimonial desdichada.

La madre en su crisis emocional puede hacer del niño su confidente, una especie de “esposito” en el cual descarga sus frustraciones. Tal vez trata de cambiarlo y hacerlo a su manera, en vista de lo insatisfactoria que ha resultado su relación matrimonial. Habla con su hijo del mal comportamiento de su padre, de su mal desempeño como esposo, de cómo la ha maltratado, de cómo ha estado ausente, de cuán lejos está de ser el esposo y padre que debía haber sido.

La conclusión mental inconsciente del niño es: ¿Eso es ser un hombre? Yo no quiero ser eso. Al rechazar y renunciar a su padre, termina renunciando también a su propia masculinidad.

En el caso del lesbianismo, las causas son muy similares pero algunas dinámicas son un tanto distintas. Hablando de los factores que contribuyen al lesbianismo, puede también existir una ruptura con su madre o abuso sexual infantil, o puede contribuir también el hecho de que la niña haya resultado ser de una constitución robusta o atlética, que no cae en los estándares de lo que esperaba su madre para una niña delicada y femenina. De esta manera puede existir cierto rechazo hacia ella.

Puede ser que se esperaba a un varón en lugar de una niña. Se le comience a tratar como un niño, a vestirla como niño, sofocando su propia feminidad. Pero nos encontramos una vez más con un factor fuerte: la presencia del padre. En este caso él es quien dignifica y afirma la feminidad de su hija, y esto comienza con el trato que como esposo da a su propia esposa.

En unos casos se desarrolla un vínculo emocional con su padre tan fuerte que logra desapegarla de su madre, e incluso crear un tipo de rivalidad entre ellas.

Algo muy distinto puede ocurrir también. Si existe una relación disfuncional en el matrimonio y el esposo está maltratando física y/o emocionalmente a su esposa, la hija se da cuenta de dicho maltrato y se vuelve contrincante de su padre para defender a su débil madre. En tal caso la conclusión inconsciente es: ¿Esto es ser una mujer? No es algo que yo quiero ser.

Entonces ¿cómo debería ser una paternidad sana que nutra, motive, afirme y favorezca hacia una sana orientación e identidad sexual en los hijos?

Se busca un padre que ame a Dios, que lo conozca, que acepte el papel que Dios le ha dado dentro de su matrimonio y de su familia. Será un padre apegado al diseño de Dios establecido para el hogar, un padre en quien descanse la autoridad de la familia, que va acompañada de la responsabilidad para cuidar y amar a la esposa como vaso más frágil, que sepa que lo mejor que puede dar a sus hijos en principio no son bienes materiales por los cuales se pase horas incansables de trabajo, sino darse a sí mismo, su tiempo, su presencia, su afecto, su cariño, su disciplina.

Se busca un padre que con la ayuda de Dios pueda romper con las viejas maldiciones generacionales que se dan en forma de machismo, ausencia, agresión, falta de comunicación. Será un padre que busque al Padre Dios para llenar sus propios vacíos emocionales, a fin de crecer en su propia plenitud de paternidad y ser facultado por el Señor para ser el padre que él quiso que fuera.

Se busca un padre que sepa poner límites a sus hijos para criar niños seguros que sepan hacia dónde ir, un padre que vea a sus hijos como saetas a quienes da dirección, que les instruya en el camino de Dios siendo ejemplo de protección, provisión, líder fuerte pero amoroso que rompa con las ataduras y moldes que impiden mostrar afecto en forma práctica y física a su esposa y a sus hijos.

La boca de un padre debe bendecir incansablemente a sus hijos y decir con libertad: Te amo esposa; te amo, hijo; te amo, hija. Una mujer puede ser una madre extraordinaria, pero no le es dado ser padre. Esta es una facultad única y exclusiva para el varón. Su intervención y aporte en el sano desarrollo de los hijos es esencial.

No se buscan padres perfectos, porque cuando se ha encontrado al Padre perfecto en el cielo, sabemos que nos falta mucho para ser como Él. Pero tenemos el anhelo de ir en esa dirección. Se buscan padres forjadores de nuevas generaciones de hombres y mujeres que amen a Dios, hombres íntegros que vivan de acuerdo con el diseño de Dios establecido para la sexualidad en esta era de postmodernidad, hombres y mujeres rendidos al señorío de Jesucristo en todas las áreas de sus vidas.

Testimonio: Shirley Baskett

Excavé con la pala en la tierra seca de verano y saqué otro terrón cubierto de maleza en el patio trasero. Esa era la única manera en que podía mantener la cordura. Pensé en Adán escondiéndose en el jardín del Edén y hundí la pala otra vez en el suelo duro.

Unos pocos días antes me había graduado del Colegio Bíblico y ahora me encontraba en la casa de mis padres. No había manera de que yo hablara con alguien de lo que había pasado en mi graduación esa noche. No hubiera podido explicármelo ni a mí misma.

Todavía soy joven pensé, más de un hombre me había roto el corazón y estaba consciente que formar una buena relación con un hombre era difícil para mí. Cuando me encontré a mi misma enamorándome de una mujer, sabía que estaba en conflicto con mi fe, pero pensé que era simplemente mi fantasía, me entretuve con mis pensamientos, nunca creí que pudiera pasar.

En la noche de mi graduación la conexión fue eléctrica y tuvimos un sentimiento vertiginoso de culpa y obsesión. Como cristianas sabíamos que esto nunca debió haber comenzado y el temor a Dios junto con el desaliento era un tormento pero estar separadas era peor.

Permanecí en la casa de mis padres por un año, Auckland y ella se quedaron en la Isla del Sur. Teníamos la esperanza de regresar el tiempo y que nuestras vidas volvieran al buen camino. Bueno, lo hice. Mientras ella, sin yo saberlo se fue directamente a empezar una nueva relación con otra mujer. Durante ese año parecía que mis oración solo golpeaban el techo.

Para enfrentarlo, empecé a beber y a fumar, y me justifique como una creyente liberal. Salía con personas que estaban al margen de la iglesia, era crítica con aquellas que consideraba demasiado “rectos”. Culpé de mi conflicto al legalismo y al pensamiento estrecho de la iglesia.

Cuando mi amiga vino a la ciudad al final del año y quería estar conmigo, yo ya estaba cansada de pelear con mi corazón y estaba de regreso de alguna forma al cielo. Ahora yo sabía que Dios me hizo de la manera que yo era. ¿Seguramente había habido algún tipo de error y yo era un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer? Yo estaba bien consciente que me estaba alejando de Dios y durante los siguientes meses recuerdo claramente haber perdido mi alegría cuando mi risa sonaba hueca.

Una vez que yo puse mis pies en el camino elegido, mi amante me dejó por otra persona. Estaba más destrozada que nunca. Esta vez yo había vendido mi alma y renunciado a mi fe por esta mujer. Sin embargo, por ahora ya estaba convencida que había nacido homosexual y que nada podría cambiarme. La única esperanza era encontrar otra alma gemela.

Me encontré a la deriva en la “escena”, primero en los bares y luego en el “club de mujeres”. Terminé en una ciudad como ratonera áspera, ruidosa y pendenciera. Luego me fui a Sydney, Australia con mi amante en turno. Rápidamente me estaba convirtiendo en alcohólica, en Sydney era raro que no fumara algún tipo de droga. Mi pareja y yo nos quedamos con un grupo de bisexuales prostitutas que estaban usando heroína. Aquí ellas eran menos posesivas y se metían menos en peleas físicas. Pero la vida nocturna era más siniestra y rápida.

Cuando mi relación terminó después de dos años, me di cuenta que tenía poca habilidad y deje de creer y amar, y decidí disfrutar todas las relaciones casuales que pudiera conquistar. Yo no entendía a las muchachas bi-sexuales, yo prefería las mujeres. El pensar de una relación con un hombre era repulsivo para mí.

Tuve que regresar a Nueva Zelanda para cambiar algo de mi propiedad. Luego conseguí un trabajo que había deseado pero estaba detenido. Traté de asentarme de nuevo en mi antigua escena. Ahora viviendo con mis nuevas filosofías, también era feliz yendo de una persona a otra o varias al mismo tiempo si lo podía hacer.

En este punto yo creía que por fin había derrotado al Diablo en su propio juego. Descubrí que si solo murmuraba que trataría de volver a Dios, yo podría tener a la persona que yo deseara. Yo hice esto deliberadamente y sin la verdadera intención de que pudiera volver a Dios y tenía a la muchacha que yo le había insistido por muchos años. Pero era una victoria vacía porque ahora no le podía confiar mi corazón a ella.

Mi vida se estaba volviendo vacía aun cuando yo encontraba a alguien que realmente le importaba. Era incapaz de devolver el favor. Yo era una mujer muerta caminando. Decidí que debería terminar el cuadro y acabar con esta cáscara vacía de mi cuerpo. No estaba deprimida, solo pensaba en este punto terminar con mi existencia. Después de todo, ya estaba al final de mis 20’s y podía ver mi vejez como un futuro solitario.

Oré muchas veces pero el techo de concreto estaba siempre ahí. Traté de nuevo. Oré:

“Dios, no sé siquiera si tú estas ahí, pero si lo estás, y si yo puedo regresar a ti por favor muéstramelo. No espero una luz de neón pero por favor muéstramelo”.

Esa noche yo tuve una visita. Yo vivía sola en un piso interior en la ciudad. Ahí en el escalón de la entrada estaba un muchacho alto y delgado de nombre Geoff que había conocido en mis tempranos días de cristiana. Estaba un poco perpleja de ver como él había venido a visitarme, hacía mucho que no me había tocado ver cristianos aparte de mi hermana oradora.

El me explicó que mi mamá y hermana, después de ocho años y medio, telefonearon a la iglesia de la ciudad para que enviaran a alguien a verme. La iglesia era grande con aproximadamente 2,000 personas y la llamada podría haber sido ignorada, pero el pastor a quien le tocó la petición se había convertido a través de mi hermana. El delegó la solicitud y recayó en alguien que me conocía, Geoff.

Geoff sabía cómo había sido mi vida y oró antes de venir a verme. Pasaron tres semanas para que él se sintiera confiado de irme a ver. Fue justo en el día que yo había orado por mi señal. Sabía que si Dios estaba tratando de llegar a mí, entonces yo podría hacerlo.Decidí esa noche, sabía que tenía una última oportunidad para regresar a Jesús y la tomé firmemente.

Ese viernes fui al bar gay donde solía beber, que esa noche estaba cerrando.  Nunca tuve que saber a dónde irían mis amigos después de esto y por lo tanto, tener la tentación de beber con ellos. Antes de que cerraran había ordenado algunas  rondas de cerveza y fui a despedirme de cada uno de ellos.

“¿A dónde vas?”

Todos querían saber.

“Regreso con Dios”.

Era todo lo que les podía decir.

“Tu volverás. Nadie se sale así como así”,

decían con desprecio.

El domingo fui a la iglesia con Geoff y su familia. Aprendí mucho en los días siguientes pero nunca volví atrás desde ese día. Era extremadamente difícil, pero no imposible.

Por un tiempo Dios me permitió pensar que era una lesbiana en celibato. No pensé siquiera verme a mí misma como heterosexual. Un día mientras iba manejando le silbé a una hermosa muchacha. Inmediatamente me di cuenta que había una presencia en el carro. Jesús estaba en el asiento del pasajero. No había condenación, solo una fuerte revelación de mi disparate. La etiqueta de homosexual célibe se cayó de mí como una piedra. Yo era como Dios me había hecho, una mujer. Y Jesús vino a ser el íntimo amor que yo había buscado toda mi vida. Dios me convenció de que “Él es mi amado y yo soy suya” nadie me ha amado como Él lo ha hecho.

Cuando encontré mi paz con Dios y regrese siguiéndolo con todo mi corazón, no me hacía ilusiones con volver a mi antiguo estilo de vida. Mi experiencia con Jesús era tal que no tenía dudas de que los dos estilos de vida eran incompatibles como la mermelada y el ajo, o como las cebollas en escabeche y el helado.

Dios me llevó hasta el punto de casarme con un hombre maravilloso. El me dejó muy claro que Pete iba ser el compañero de mi vida. En mis lecturas de la Biblia me di cuenta que el amor era más acerca de ceder nuestros derechos y morir al egoísmo, ya sea en el matrimonio, la amistad o la familia. He estado casada durante veintiséis años. Nuestro matrimonio se ha fortalecido y madurado, y nuestro amor ha crecido y convertido en una unión firme.

Dios también me llamó a trabajar como una predicadora ambulante y como Pastora ordenada. Tenía un largo camino por recorrer, desde donde había estado viviendo en desobediencia, ignorancia y orgullo, hasta donde Dios quería que estuviera.

Quizás has tenido tantos fracasos que no te atreves a pensar que puedes caminar con libertad. Si yo he podido ser una corredora que va a la cabeza y tú quieres correr conmigo, siguiendo a Jesús no importa a qué precio, puedes unirte a un ejército de vencedores.

La historia de Shirley está escrita en el libro The Woman Who Outran The Devil (La mujer que derrotó al diablo).

Shirley Baskett es pastora ordenada, actualmente es directora del ministerio Renew en Melbourne, Australia. Es directora de Exodus Asia Pacífico que reúne diversos ministerios en Nueva Zelanda y Australia que ayudan a personas con quebranto sexual, además de colaborar con otros ministerios en países asiáticos. 

Traducción: Rosana López.

Por el tiempo que la humanidad ha estado sobre la tierra, hemos asociado crianza maternal con confianza y nutrición. Incluso, la idea de confiar en Dios está estrechamente relacionada a la confianza aprendida durante nuestras relaciones más tempranas.

El Salmo 22:9 dice “Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre”.

Sin embargo, una madre puede contribuir tanto a vidas fructíferas como a vidas desperdiciadas, cuando se ha tenido una crianza maternal negativa, podemos comenzar un patrón de desconfianza por el resto de nuestras vidas; y, volvernos agresivos, combativos, controladores, escondiendo nuestras necesidades tanto como la vulnerabilidad.

Existen seis necesidades básicas que deben ser suplidas por una madre: seguridad, nutrición emocional, confianza básica, pertenencia y tener alguien a quien amar.

A medida que usted comience a ver y comprender los elementos que hicieron falta en la crianza maternal recibida, su responsabilidad es lamentar y perdonar, para que pueda ser sanado de cualquier cosa que su madre pudo haber hecho mal. Entonces, conforme toma responsabilidad por su parte del problema, podrá recibir lo que no adquirió, obtener control, y cambiar esas partes de su vida que no han resultado para usted hasta hoy. En este proceso de perdón y responsabilidad, encontrará crecimiento ilimitado.

Ahora describiremos brevemente seis tipos de mamá [1], a fin de que comprenda como se relaciona su historia con su madre, con su vida actual.

LA MAMÁ FANTASMA

Es una mamá desprendida y ausente, que no está disponible emocionalmente para el niño. Algunas variantes que también hacen imposible la relación son cuando existe abuso, control, demandas de perfección, abandono, dificultades en la vida de la madre que la alejan del niño, o bien madres reactivas con las que el niño no puede compartir libremente sin que se moleste.

Los resultados de este tipo de mamá son problemas como, superficialidad en las relaciones, distanciamiento, retraimiento, desconfianza, hostilidad, agresión y relaciones negativas.

Si una madre fue emocionalmente inaccesible, frecuentemente en la vida adulta evitaremos los riesgos por temor a ser destruidos por fracasos, no podemos aceptar críticas y resolver problemas, sufrimos culpa devastadora, y nos sentimos separados de nuestros talentos.

Emocionalmente el tipo de crianza de la mamá fantasma se ve vinculada a dificultades como depresión, sentimientos de vacío, adicciones, problemas en el pensar (pensamientos sospechosos, paranoicos, desconfianza, etc.), desesperanza y falta de significado.

Reconstruya su relación. Dios lo hizo para que dependiera de Él y de otras personas, lo quiere relacionado con Él y con la humanidad, en una mutua y sana dependencia. Está bien desear alcanzar y encontrar a alguien en los tiempos de soledad, tensión y conflicto.

 

LA MAMÁ MUÑECA DE PORCELANA

Es una mamá frágil, no puede tratar con situaciones desagradables o tensas de la vida. Se abruma con los problemas de su niño, así como los de ella misma. Falla en dar contención emocional al niño, esta es la función en la cual la mamá literalmente retiene los sentimientos del niño, hasta que él pueda manejarlos por sí mismo e intercambiar estos sentimientos por serenidad, reposo y amor. La contención se proporciona mediante las acciones de calmar, validar, estructurar y confrontar las emociones del niño.

Los que tienen un pasado frágil de crianza maternal desarrollan un estilo de relacionarse fallido, alejan el acercamiento que necesitan. En un intento de manejar sus propias ansiedades se convierten en cuidadores, apresurándose a rescatar y estabilizar amigos que están teniendo conflictos; desarrollan agresividad; se desconectan cuando experimentan sentimientos abrumadores. Presentan problemas funcionales como, poca confianza en la habilidad para tomar decisiones o estilos rígidos de pensar en su desempeño profesional; emocionalmente puede presentarse depresión, ansiedad y problemas de comportamiento.

Tome el control: lleve sus sentimientos y confusión a otros, como pueden ser grupos de apoyo, consejeros y amigos confiables, que lo ayuden a pensar en forma más contenida.

LA MAMÁ CONTROLADORA

No permite independencia y afirmación de voluntad, ni separación. No promueve la identidad y las diferencias individuales. Falla en disciplinar las elecciones, comportamientos y actitudes pobres, y en imponer límites; no se opone al deseo del niño de evitar independencia y separación, esto es, disfruta de la dependencia del niño hacia ella, usa al niño para llenar sus vacíos.

Dentro de los resultados de una crianza controladora encontramos en las relaciones inhabilidad para decir no, temor de intimidad y compromiso, codependencia. Funcionalmente se presenta desorganización, incapacidad de reconocer sus talentos y habilidades, no aprende a retrasar la gratificación, e irresponsabilidad. Así como problemas emocionales, como depresión, sentimientos de ineficiencia y desesperación, adicciones y problemas de impulsos, aislamiento, estados de ansiedad y ataques de pánico, tendencia a culpar a otros, tener mentalidad de víctima.

Conviértase en su propia persona. No es sólo que tiene una mamá que no lo deja irse o que lo hace sentirse culpable. El meollo del asunto es que tiene un problema de carácter personal, Necesita desarrollar su identidad y autonomía, así como fijar límites.

LA MAMÁ TROFEO

Este tipo de mamá tiene una gran necesidad de “ser especial”, de ser reconocida por medio de su hijo o de ella misma. Manifiesta amor condicional, determinado por los logros del niño. Da alabanzas al niño en cualquier actividad que realiza, y lo justifica cuando no obtiene éxito en lo que emprende, culpando a otras personas por ello; falla en aceptar las partes débiles, negativas, mediocres, malas o que no le gustan de su hijo.

Una crianza maternal “trofeo”, puede generar que el hijo se encuentre siempre actuando para otros, ser demandante, o bien buscar ser especial en todas las situaciones y relaciones. En su desempeño es perfeccionista, teniendo expectativas de alabanza ante el mínimo logro, y esconde los fracasos.

Emocionalmente puede presentar depresión, ansiedad, vergüenza, culpabilidad, compulsiones y adicciones. Y en el plano espiritual, puede generar dificultad en sentirse cerca y seguro con Dios, así como un sentido de maldad abrumador que lo mantiene ciega a la luz del perdón y la gracia de Dios.

Vuélvase real. Debemos enfrentar la realidad, apoderarnos de nuestra imperfección, dolor y fracaso; y con la ayuda de nuestras personas de apoyo crecer en la aceptación propia, dejando de buscar aceptación de nuestra madre y de los demás en general.

LA MAMÁ AÚN JEFA

Este tipo de mamá transmite el mensaje a su hijo de “no importa la edad que tengas siempre seré tu madre”. Tiene ideas rígidas y no permite que su hijo difiera de ella respecto a ningún tema. No permite que su hijo rete su autoridad. La posición del hijo debe ser obedecer sin preguntar. Por ello falla en preparar a su hijo para asumir su rol de adulto y tomar decisiones.

Los resultados de este tipo de crianza son que se presenta una ambivalencia en la persona: un lado deprimido, en el que tiene sentimiento de inferioridad, se siente incapaz de tomar decisiones, con temor al éxito y no se siente como adulto en un mundo adulto; y un lado alentado en el que adopta un papel superior y aspira a conducir y controlar a otros, se torna crítico y condescendiente, tiende a actuar como padre y es rebelde a la autoridad.

En lo funcional, lo vemos con preocupación acerca de lo que otros piensen sobre sus metas y si son las metas “correctas” y con problemas para terminar lo que empieza. Emocionalmente se advierte ansiedad y depresión por sentir que es incapaz de ser adulto, con enojo y sentimientos sexuales reprimidos, así como desórdenes compulsivos y obsesivos. Espiritualmente ve a Dios como un juez dictador, por lo que su relación con Dios está basada en el temor y depende de su actuación. Intelectualiza a Dios.

Reconstruya su madurez. Requiere pasar por un proceso de volverse un igual con su madre adulta y con los otros; en el que, con la ayuda de su grupo de contemporáneos apoyo, reevalúe sus creencias, tome sus propias decisiones, maneje su sexualidad, reconozca y persiga sus talentos y sueños, entre otros aspectos importantes.

LA MAMÁ “AMERICAN EXPRESS”

Su nombre se debe al slogan publicitario de la tarjeta de crédito “American Express: no salga de la casa sin ella”. Frustra todo intento de independencia del hijo y de alejarse del hogar. Se resiste a entregar el control de su vida a un hijo ya adulto.

Los resultados de este tipo de crianza maternal son, en lo relacional, en forma ambivalente busca una pareja que lo mime, pero a la vez resiente ese trato; abandona a la pareja, evitan la intimidad en las relaciones, idealizan una pareja que nunca encuentran, se convierte en la madre de otros en relaciones de dependencia. Depende de otros para motivar el desarrollo de su vida espiritual.

En lo funcional, actúa con desorganización, irresponsabilidad, tiene problemas de desarrollo en los aspectos de identidad y talento, y presenta dificultades en retrasar la gratificación. Las señales emocionales son, depresión, sentimientos de falta de poder e inutilidad, adicciones, aislamiento, ansiedad y ataques de pánico.

Deje el hogar en la forma correcta. Antes de buscar dejar este tipo de relación, debe desarrollar y estabilizar un “hogar emocional”, cimentar relaciones de nueva crianza maternal con cónyuge, amistades, grupos de apoyo, iglesia, terapeutas; empiece a tomar posesión de sus éxitos y fracasos, y tome responsabilidad de sus tareas funcionales.

¿Y AHORA QUÉ?

Una vez que usted ha dado pasos en suplir sus necesidades de crianza, puede encaminarse a buscar la reconciliación. Cuando las personas se reconcilian, se vuelven a los que estaban distanciados y pueden relacionarse nuevamente. La reconciliación es una de las principales necesidades con las que Dios nos creó, y se presenta en distintos ámbitos.

Debemos aceptar nuestra responsabilidad en nuestras relaciones, dejar de negar nuestros problemas, dejar de culpar a mamá, a Dios y a las circunstancias.

Para buscar la reconciliación con su madre, si mamá está dispuesta, puede invitarla a un proceso de restauración, pídale perdón por sus respuestas a sus errores de crianza, fije límites saludables y empiece a desarrollar una nueva relación de amistad en adultez. Si no está dispuesta, perdónela, lamente su ideal de mamá, dispóngase a relacionarse con ella en los aspectos que sí sean compatibles y, ámela lo más que pueda.

En la reconciliación consigo mismo, es necesario lidiar con las heridas de la niñez, aceptar las realidades del pasado, lamentarlas en el presente con el apoyo de una persona de confianza y dejarlas ir.

En la reconciliación con sus relaciones seguras, es preciso buscar reparar relaciones dañadas en el pasado, esto le ayudará a crecer

Fundamentalmente, necesitamos ser reconciliados con el Reconciliador.

Si nunca ha invitado a Cristo a que entre en su vida, que lo perdone, y que le permita comenzar de nuevo, lo invitamos a que lo haga.

Si usted es cristiano que está alejado de Dios, le sugerimos que con urgencia se vuelva a relacionar con El y su amor.

Esta reconciliación formal, es la base de nuestra habilidad para perdonar y relacionarnos, no sólo con Dios, sino con mamá, con otros y con nosotros mismos.

Tomado del libro Factor Mamá por Dr. Henry Cloud y Dr. John Townsend, Editorial Vida, 2002.

[1] Para una descripción completa de cada tipo de mamá, los resultados de su crianza y las formas específicas de superar los problemas que generan, y para restaurar las relaciones, se recomienda consultar el libro “El Factor Mamá”.

Por Frank Worthen

Después que el Espíritu Santo trae convicción de pecado, debe seguir el arrepentimiento.  Antes de la gloriosa resurrección, Jesús tuvo que caminar el camino solitario de la Vía Dolorosa, el camino de aflicción.

La muerte de un sueño es algo triste.  Es duro para una persona que ha dejado una vida de pecado basada en el quebrantamiento relacional y sexual, hacer a un lado la fantasía de que algún día la persona correcta va a llegar y a traer la satisfacción que ha buscado durante tanto tiempo.  Pero mientras permanezca este sueño, el cambio estará bloqueado.

¿Cuál es el verdadero significado de arrepentimiento?  Significa un cambio de mente, un cambio de dirección y, en el análisis conclusivo, aflicción que inicia la acción.  No es suficiente estar afligido por la pérdida de un estilo de vida confortable, ni es suficiente tener buenos pensamientos sobre Jesús mientras continúas caminando en la oscuridad.  Uno debe tener un profundo dolor por afligir al Espíritu Santo y una resolución de que esto no continuará sucediendo.  Como dijo Juan el Bautista:

“Hagan pues, frutos dignos de arrepentimiento, esto es, tengan una conducta digna de un corazón transformado y que aborrece el pecado”.  (Lucas 3:8 Biblia amplificada versión en inglés)

La acción que el arrepentimiento inicia puede ser dejar una relación, separarse de amistades de muchos años, dejar un trabajo y cambiarse a uno nuevo.

Nadie escapa a la cruz

Si vamos a estar en una estrecha relación con Jesús y vamos a ser guiados por el Espíritu Santo, no podemos escapar de la cruz.

“Ustedes bien saben que, por medio del bautismo, nos hemos unido a Cristo en su muerte.  Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con Él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder”.  (Romanos 6:3-4 Traducción en Lenguaje Actual)

La nueva vida emerge del poder de la cruz.  En los tiempos que Jesús vivió, todos sabían lo que la expresión “toma tu cruz” significaba “estás en camino a tu muerte”.  Hay una finalidad sobre la muerte y debemos ver los viejos estilos de vida con la misma finalidad.  Cualquier remanente de nuestra antigua forma de vida impedirá que lo nuevo emerja.

La mayoría de los cristianos conocen la historia de Acán en Josué, capítulo siete.  Dios había instruido a los Israelitas para destruir completamente todas las cosas del enemigo.  Acán, sin embargo, tomó del botín algunas cosas que tenían gran valor terrenal y las escondió.  El resultado fue que Dios juzgó a toda la tribu de los Israelitas, trayendo derrota en la batalla y pérdida de vidas humanas.

Si escondemos cosas del antiguo estilo de vida, incluso si sentimos que tienen un gran valor, cosecharemos los efectos de este comportamiento.  Nuestro nuevo estilo de vida es dañado y otros a nuestro alrededor son afectados.

Como un cirujano busca cada rastro de cáncer de tal forma que ningún problema nuevo surja del antiguo, así también debemos remover todos los remanentes de nuestro pasado: toda pornografía, ropa que conlleve una respuesta sexual y recuerdos que hagan que la mente recuerde viejos tiempos.  Estas cosas deben ser completamente erradicadas.

Romper con una forma de vida confortable por aquella que es desconocida requiere un paso de fe en Jesús, sabiendo que Jesús iluminará el camino a la nueva vida abundante.  Las Escrituras nos dan una interesante comparación entre la vida de David y Saúl.

Saúl fue enviado a una misión de Dios con instrucciones implícitas similares a las que Acán recibió: destruir todo y no dejar nada que perteneciera al enemigo.  Sin embargo, él también conservó lo prohibido e intentó cubrir su mala acción.  Saúl nunca vino a una posición de total arrepentimiento.

David, durante un tiempo también se aferró a su pecado y no vino al arrepentimiento.  Estaba decidido a tener a Betsabé como compañera sexual sin importarle el hecho de que ella pertenecía a otro.  La determinación de David para pecar trajo muerte y destrucción a miles.

Saúl fue de un desastre a otro y murió separado de Dios.  Su orgullo destructivo y arrogancia y su falta de disposición para romper con su pasado lo condujo a un final triste.

Pero David se quebrantó, halló su limpieza y disfrutó el ser restaurado al compañerismo con Dios. Vino delante del Señor diciendo,

“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.  Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.  Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”.  (Salmo 51:2-4)

 

Tocando lo intocable: Una historia sobre SIDA

Era el 25 de marzo de 1986 — un día que nunca olvidaré. Toda Heidelberg, Alemania, estaba cargada de vida aquel día con el fresco resplandor de la primavera.

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